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miércoles, 30 de mayo de 2012

FINAL DE LA TARDE...



FINAL DE LA TARDE 
Por: Javier Barrera Lugo.


La tarde  cierra naranja y gris. A La ciudad, detenida en ruidosa somnolencia, parece costarle lo mismo seguirnos o dejarnos extraviar. A esa idea me apego:

Recorrer en silencio la habitación donde toda esencia del mundo se quedó pegada a los cuerpos que se hicieron jóvenes por la eternidad y la histeria ese mayo plagado de caos y anarquía (Todos los milagros desean suceder en mayo).

     Hay sol todavía, también nubes que no son de lluvia sino de recogimiento.         Estoy aquí viendo por la ventana y abrazándote, sintiendo tu tibieza, dándote calor, experimentando  deseo, el cariño que sentí por ti desde que te vi transitar mis océanos y no me conocías. Te tomo la mano, paso los dedos por tu cuello y me hago uno con los latidos de un corazón que rompe umbrales de locura. Te busco, te encuentro, fabulo en tu magia las cenizas de la mía,  mientras comienzas a dormirte en mi regazo.

    Y siempre estás aquí, porque de aquí jamás te fuiste, pareciste ausencia, no abandono, soledad, no vacío, esperanza, siempre ese anhelo que no me atreví a olvidar; allí nací y allí fenezco con delicada impunidad.

    Esta tarde te abrazo y te deseo, ya lo dije, esta tarde muere la tristeza, porque como de costumbre veo el ocaso acompañado de lo que fuimos y debemos ser en algún momento. Una sola condición: busca a tientas, en la oscuridad, este cuerpo que ya no le pertenece al miedo; atrápalo, llévalo a tu lado y haz de él lo que quieras. Esta carne, huesos y alma necesitan buscar nuevas resurrecciones.

domingo, 27 de mayo de 2012

CHAPINERO...


CHAPINERO
(Homenaje a Color local de Truman Capote)
ANDREA SALGADO

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Chapín es una especie de zapato perdido en la memoria bogotana; hoy en día no es más que el prefijo de Chapinero, uno de los barrios más famosos de la capital colombiana. Nunca he visto un par de chapines pero quiero creer que son los zuecos escarchados y de plataforma, con los que la Frankenstein, travesti enfiestada, taconea orgullosa sus excesos, la noche de sábado en la entrada del Theatron.

Ella y nadie más que ella serviría para representar el espíritu del barrio. Chapinero dejaría de autodenominarse pretenciosamente Gay Hills, se identificaría con su nombre verdadero y podría comenzar a escribir la historia, la verdadera historia del más grande conglomerado de maricas en Colombia. Uno que de la misma manera que los hipotéticos chapines de la Frankestein, es mundano, exagerado y visceral, y no la clonada decoración de un cartucho blanco y solitario en un florero que simula ser tubo de ensayo, y que se entiende como el buen gusto de la loca yuppy colombiana.

Sin embargo, como los diálogos de paz, la igualdad entre todos los maricas y lesbianas del mundo sin importar su peinado, número de neuronas funcionales y capacidad de distribución del rímel, esto tiende  a tornarse en un discurso que nada tiene que ver con el barrio.  Así que volvamos…..

Chapinero está clara y desigualmente dividido en dos por la frontera invisible de la carrera Séptima. Hacia el occidente se encuentran tres de las más importantes arterias del transporte público, el comercio y la contaminación. Si el segmento occidental de este barrio fuera un mundo para conquistar en un juego de rol, sería necesario adquirir el poder del serpenteo y la evasión. Para llegar a la entrada de cualquiera de los locales comerciales es necesario mutar en cucaracha y aprovechar cualquier hendija para escapar del rebusque: los vendedores callejeros anunciando como disco rayado sus productos; indigentes envueltos en mugrosas cobijas, inhalando pegante de una botella, pidiendo plata; las ratas roba carteras de siempre, los limosneros tuertos o amputados o viejos, y si el destino del día es la oscuridad, de aquel hombre con volcanes activos de pus en la cara que se recuesta contra la pared lateral del CADE como una plaga bíblica.

En la parte baja de Chapinero cuando el tráfico disminuye, el comercio cierra sus puertas y el rebusque cumple con sus 8 horas hábiles, el mundo de la noche gay despierta, y entonces los habitantes de Chapinero Alto, la mitad oriental, el sector residencial enclavado en los cerros, habitado por muchos maricas y lesbianas de la clases menos desfavorecidas (sus ingresos también tambalean con la horca al cuello en una silla destartalada, pero en comparación con los pobres están menos jodidos), salen alegres y perfumados de sus apartamentos minimalistas, saludan a los compañeros de fiesta sin sospechosos ni excesivos manoseos, cruzan la Séptima, bajan por la 57, encuentran la línea eterna de Theatron, aflojan el cuerpo con los beats techno que se filtran por la puerta, se dejan ahora sí saludar de beso por los que van llegando, respiran la noche, ven llegar a La Frankestein, imponente y demasiado larga, hacen un leve gesto de disgusto y cuchillean entre ellos sobre la inconveniencia de permitir la entrada de semejante adefesio a un lugar respetable, que si carajo ya se nos va a volver este sitio un chochal lleno de locas regando pinzas por todos lados.

Una nueva forma de interpretar el realismo mágico: la capacidad innata colombiana de diseñar paraísos excluyentes en medio de la mierda.

El Paso, Texas
(2006)

¡QUE VIVA LA MÚSICA!


*¡QUE VIVA LA MÚSICA!
Por: Redacción musical Idiota Inútil.

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David Suárez y sus compañeros de San Pablo Radio, decidieron jugársela toda por el rock nacional desde hace un par de años. Resguardados en su fortín de paz y buena onda, LA REVOLUCIÓN DEL ROCK, espacio radial en Internet que promueve sueños de jóvenes músicos y ayuda a consolidar a los de más trayectoria, hacen latir el corazón y los sentires de quienes aman un género y lo atesoran como parte fundamental de su vida.

En una corta, pero valiosa entrevista, David, director, gestor de conciertos, amigo, soñador y artífice de una “zona de distensión” donde el rock nacional encuentra nuevos aires, alas para perseguir anhelos y un hogar para destacar los triunfos por venir, nos presenta en perspectiva las piezas del rompecabezas que componen el universo del incipiente rock colombiano.

¿Aparte de la orientación musical, cuál es el enfoque que le dan a La revolución del rock en la emisora San Pablo, teniendo en cuenta su caracterización católica?

Vale destacar que San Pablo Radio es una emisora de carácter religioso, pero la programación es variada  como una emisora convencional, es decir que los temas religiosos no predominan en su parrilla. Por otro lado, para LA REVOLUCION DEL ROCK, los jóvenes son fuente de sostenibilidad social, cultural y artística, es por esto que los valores en toda su amplia gama son las características que se quieren destacar, siendo junto a la creación y construcción de la buena música, un complemento base para fortalecer la razón de ser de la juventud acrecentando sus valores no importando su credo religioso o razón social.

¿Qué los hace diferentes del resto de programas de rock?

Es muy marcada la diferencia de LA REVOLUCIÓN DEL ROCK, a los otros programas radiales, porque además de apoyar a las nuevas promesas del rock, Invitando las bandas a nuestro programa y a través de entrevistas damos a conocer sus trabajos musicales y su aporte al género, trabajamos en la creación de conciertos en los escenarios más importantes de Bogotá en donde las bandas exponen toda su capacidad artística con un éxitos rotundos. Vale la pena resaltar es que es totalmente gratis, es decir que cualquier banda puede hacer parte de la lista de artistas del programa.


También el programa tiene presente el desarrollo de su misión, la cual consiste en culturizar, informar, entretener, apoyar y dar un mensaje positivo a los jóvenes de todas las edades







¿Existe contenido social en lo que hacen, pretenden tenerlo o lo de ustedes está más enfocado al entretenimiento y la música como tendencia cultural?

El contenido social hace parte de los temas del día en esquema del programa, no solo es un programa musical, también se manifiesta mensajes de valores desde la enseñanza social, contextualizados en la realidad actual, sin ser  temas  pesados o tediosos.

Coméntenos por favor, de los conciertos que realizan, ¿qué hay que hacer para asistir?
Después de mirar su trayectoria musical y de hacer un estudio de sus trabajos,  las bandas que son invitadas al programa, tienen la oportunidad de presentarse en un festival que se llama Pégate al Buen Rock creado por David Suárez y realizado en uno de los escenarios más importantes de Bogotá. Normalmente son 5 bandas en escena y son conciertos que se realizan cada 3 o 4 meses y absolutamente  todas las personas pueden asistir.

¿Cuáles son las bandas colombianas que dominan la escena del rock en estos momentos?
Indiscutiblemente las bandas que dominan la escena rockera digamos que en Colombia, son las que ya llevan varios años en la música, es decir son bandas que por su trayectoria musical brinda un espectáculo excelente y con lleno total;  ahora podemos hablar de bandas que se están dando a conocer  y que tienen unas muy buenas propuestas musicales por sus fusiones, bandas como Seis Peatones, Los D Lavan, Saros, Carlos Reyes y la Killers Band, Don Tetto; Superlitio, The Hall Efect y por estos días suena mucho una banda que es súper legendaria La Derecha, entre otras.

¿Qué nos recomienda escuchar por estos días?
Afortunadamente tenemos excelentes exponentes del rock, pero recomendado:

Los D Lavan: por su buena propuesta de fusiones y sus marcados ritmos Colombianos,  es un proyecto formado por artistas íntegros, profesionales y consolidados, que deciden abrirse paso a un nuevo camino.

Seis Peatones: es una banda Colombiana de rock and roll influenciada por el rock, funk, metal y el blues; una fusión única donde lo pesado y lo elocuente se encuentran. 
La Derecha: es una banda legendaria que regresa después de unos  años de ausencia en la escena rockera, con su nuevo trabajo discográfico "Cinco Pistolas".

Un saludo para los lectores de idiota inútil:



Soy David Suárez, director de La Revolución del Rock, quiero darles un saludo muy especial a los lectores de Idiota Inútil, e invitarlos que nos escuchen todos los Lunes y Jueves desde las 10:00am en www.sanpablo.com.co/radio,  para que escuchen lo mejor del rock clásico y las nuevas promesas de este género y sigan apoyando todos los nuevos talentos alternativos que les aseguro tienen mucho que ofrecer;  y para los del equipo de Idiota Inútil muchos éxitos para este nuevo proyecto, y cuenten con La Revolución del Rock para lo que ustedes dispongan, los micrófonos están abiertos para  Idiota Inútil,  un abrazo.

ÁNGEL Y SU ABUELA...


*ÁNGEL Y SU ABUELA
Escrito por: Camilo Etna


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Lo más preciado que poseemos los hombres, creo yo, son los recuerdos. No soy autoridad en temas tan complejos, siendo optimista, mis talentos pueden contarse con los dedos de la mano izquierda, la más cercana al corazón, me dijo alguna vez Marcela, mi novia de la secundaria. Espero no generar expectativas desproporcionadas o falsas. A los treinta y siete años, debo confesar que no soy una persona confiada, espero pocas cosas de la gente y me es difícil terminar sorprendido con los milagros ajenos.

Pero es un grupo minúsculo de esta misma gente y su desprecio constante a doblegar lo bueno de sí, la que le da un buen par de bofetadas a mi inocencia pragmática para que despierte. Sus actos generosos se agazapan en rincones insólitos del mundo y cuando menos lo espero, saltan sobre mi desazón y le clavan los colmillos, inoculan en mi torrente sanguíneo dosis espaciadas de fe, tan necesaria y escasa en estos tiempos de ruido excesivo.

Hace un par de años, dos seres le dieron motivos certeros de esperanza a mi alma que comenzaba a desfallecer a causa de una ceguera consciente, la más cruel de todas. Dos seres, un autobús, el cielo que negó cerrarse sobre un acto generoso del cual fui testigo exclusivo. Tantas cosas sucediendo en un momento señalado por la pasmosa febrilidad de las rutinas.

Mi jefe ha sido reacio siempre a que viaje por carretera cuando debo ir a hacer las auditorias financieras de las sucursales comerciales de la empresa. Me tildó de maniático cuando, argumentando una fobia severa a volar, compré los pasajes a Santa María, la segunda ciudad del país, donde los números del negocio eran más rojos que Stalin.

-¡Jodes mucho, Bejarano! Vas a gastar diez veces menos tiempo si tomas un avión hasta Santa María. Puedes ser un genio con los números, pero nada práctico, muchacho-dijo jocosamente, cerrando el tema, ya que el presidente de la compañía lo esperaba en la recepción del edificio para la reunión semanal de comité-Partido de golf de los jueves, aquí entre nosotros-

Me salí con la mía desde ese día, aunque lo de la fobia no es del todo mentira. No es que piense que el avión se estrellará contra una montaña y lo único por lo que identificarán mi cadáver será el reloj con caja y pulsera de titanio que promociona una figura del deporte extremo y yo adquirí para darle  gusto al adolescente que nunca pude ser. ¡NO! Los aviones, según mi modesta opinión, quitan ingredientes a las cosas, alteran la percepción del mundo, te sesgan. El autobús, por el contrario, te permite ser tú, disfrutar de lo tuyo en una reunión de desconocidos en la que el paisaje te salva de sentirte total y criminalmente encerrado. En ese entorno de cristales grandes, metal, tierra y verde, te confortas analizando pensamientos, leyendo escritos prohibidos para neoliberales, inventas historias para el compañero de silla mientras duerme feliz con la boca abierta. Es el verdadero sentido de libertad momentánea, su expresión sin máscara, teniendo en cuenta mis circunstancias.

Los autobuses son perfectos para la poca rudeza de mis planes. Ese tiempo muerto entre el punto A y el punto B, que debido a la infraestructura deficiente de este país pude ser H, M, Z, =, ó 6, lo utilizó para sentirme escrupuloso en la inspección de pormenores diversos: la comodidad del vehículo, el hecho de ser simple observador cuyas opiniones carecen de relevancia, los paisajes que ofrece esta tierra loca y mágica en lo que vivo y a la que ni siquiera las decisiones estúpidas de los políticos de carrera han podido destruir (hasta en eso son ineptos, los malditos). El plasma  asume texturas precisas cuando el conductor pisa el acelerador. Todo el que hace parte de la “burbuja” con ruedas, disfruta con la sensación primaria del movimiento. La gente vive su cotidianidad a orillas de la carretera y no les importa mucho que aquellos que vamos resguardados por el aire acondicionado, nos preguntemos quiénes son o porqué hacen tal o cuál cosa. ¡Vive y deja vivir! Ese parece ser el acuerdo tácito.

Como es lógico, todo paraíso tiene, según algunas percepciones, “manzanas podridas” o magulladas al menos, que ponen en la palestra de las conclusiones, una brutal y refrescante que en mi caso, impera: la perfección agota las posibilidades de la belleza. Cuando fui niño (porque lo fui, ¡eh!) y viajaba con mis viejos de vacaciones, las travesías por carretera eran verdaderos rituales de hermandad: rancheras estridentes que fusilaban bocinas y eran cantadas a pulmón por los pasajeros, conversaciones entrañables con el desconocido compañero de silla y hasta copas oscilantes de aguardiente engalanaban la ceremonia anarquista de irse de paseo.

Todo ahora es demasiado aséptico para mi gusto: las personas se enchufan a sus dispositivos electrónicos apenas abordan el autobús y desenchufan su cerebro embotado de información, minutos antes de que el viaje finalice. No sé ustedes, pero creo firmemente que el progreso, aunque esencial,  definitivo y urgente, malogra la calidad de las cosas sencillas. Por eso, sólo por eso, el valor del acto que me permitiré contar después de este preámbulo necesario, dignifica lo que somos como especie hecha para soñar y cumplir sueños, por lo generoso y valiente que fue y es todavía.

…………………………………………………

“Nieve de Primavera” de Yukio Mishima, el libro que me regaló de cumpleaños mi hermano Martín, debía esperar para ser leído. Llegué a la puerta de la empresa de buses, en la terminal,  a eso de las siete y dos de la mañana. Tras el regaño (velado tras una hermosa sonrisa de comercial de pasta dental) que me propinó  la encargada de abordaje, subí escoltado por la mirada de desaprobación de una veintena de cabezas uncidas por sendos pares de audífonos. -“¡Canallas!”-Pensé,- “Ni siquiera descuidan sus llamadas por celular el día en que me crucificarán…”-Así de “cálido” empezó el viaje que nunca podré olvidar.

Tras varios minutos de agonía en los que intenté acomodarme en mi lugar y lo conseguí con sudor, lágrimas y golpes de morral no intencionados a algunos de los pasajeros, inicié mi acostumbrada revisión a los compañeros de viaje. Me acomodé en el asiento dieciséis, mitad del autobús, lugar estratégico para cualquier observador. Delante de mí, explayado en los puestos once y doce, un hombre corpulento sacaba de su funda una computadora portátil, de los amplios bolsillos del gabán varios teléfonos móviles, tres bolsas gigantescas de frituras reemplazaban al incómodo vecino de silla (no exagero, eran monumentales) y varios catálogos con ofertas de aparatos electrónicos, tapizaban los restantes espacios que le correspondieron en suerte.

Lo observé perplejo por algunos minutos. Era un tótem parsimonioso metido en un cielo que no fue construido para un ser de su envergadura. Cuando notó que lo miraba con morbosa curiosidad, soltó una sonrisita bobalicona  e irguió  con maestría, casi con ternura, el dedo medio de su mano izquierda.
-Mensaje recibido…-balbucee, derrotado.

“Un viaje rutinario” concluí, sin mucho ánimo. Levanté la mirada y empecé a etiquetar a algunos de los viajantes según su ubicación y características destacadas:

Puesto dos: una mujer madura usaba artes de malabarismo para maquillarse sin error mientras el autobús evadía algunos baches.

Puestos siete y ocho: una pareja de enamorados se devoraba a besos (y quién sabe que más pasaba bajo la chaqueta que les cubría tórax y extremidades).

Última hilera del autobús: un grupo de muchachos de ambos sexos hacían aspavientos “nada graciosos” y renegaban al mismo tiempo por la suspensión de dos semanas y nota desaprobatoria en matemáticas y otras materias no definidas, que les impuso el prefecto de disciplina del colegio. Con palabras soeces se referían al mentado funcionario (Leve olor a cigarrillo. Fue imposible lograr una verificación).

Puesto catorce: ¡Uyuyuii! ¿Dónde estuviste toda mi vida…? Una rubia con excelentes razones para hacer pecar a cualquiera, se deleitaba con el paisaje y traicionera, buscó los ojos que la observan y le producían escozor en el cuello. Se estrelló de frente con mi cara de idiota. ¡Vaya sorpresa!
Además del sonrojo, tampoco pude esconder pertinentemente mi panza, ni mi facinerosa e incipiente calvicie. Como el genio a prueba que soy, le solté mi saludo instintivo: levanté de mala forma la mano y moví los dedos de manera hipnótica (Es un hecho. ¡Soy un fracasado!)
Ella me miró con descaro, hizo palpable su superioridad, sabía que me tenía en el punto en que creí deberle algo. Olvidó el bochorno que le produjo mi indiscreción y se sumergió en los secretos de su cartera. Por instinto de supervivencia, tomé el libro que me regalo Martín y empecé a hojearlo sin mirar, buscando minimizar los efectos de aquella derrota contundente. Suicida, la volví a mirar… Ella me miró. Sus párpados a medio cerrar, sardónicos,  enviaron un mensaje cifrado que terminó por decretar el nocaut cuando la interpretación del lenguaje no verbal ganó espacio a mi obtusa esperanza:
-Tiene retraso mental. Es un hecho-    ¡Sin palabras….!

Puestos nueve y diez: una señora mayor y un niño. El chico estaba absorto, leyéndole a la mujer en voz alta. Ella prestaba atención a las palabras mientras su mirada se disipaba entre las montañas que la ventanilla no se esforzaba en ocultar. La entereza de nuestra estirpe en medio de un océano de trivialidad.

…………………………………………………………..


“-¡…Ya habrá estado bañándose en el río!
La tía Polly miró a Tom con suspicacia.
-¿Es verdad eso?-preguntó.
-¡No, tía!-exclamó el chico, con aire ofendido…”

La señora no pudo contener una sincera carcajada. El niño pasó su mano sobre la de ella, imponiendo orden y continuó con la lectura. Un frío haz de energía cruzó mi espalda. Conmovido hasta los huesos, volví a ser, por unos segundos gustosos, el muchachito de once años al que la profesora Ligia León,  le obsequió “Las aventuras de Tom Sawyer”, en la clausura del grado quinto de primaria. El niño leía el primer libro que décadas antes, me abrió el mundo de la literatura. Un milagro que buscaba desde que le mentí a mi jefe, se materializaba de la forma más extraña. Mi atención no se separó de ellos ni un instante. Los pasajeros de los puestos nueve y diez eran lo único importante.

El niño leía en forma desaforada. Su voz nítida rompía la monotonía impuesta por el ruido del motor. La señora, de vez en cuando, le pasaba una botella de jugo para que se refrescara. Mientras el bebía, la señora describía minuciosa  detalles de los lugares por donde transitaba el autobús: cielo, colores, intensidad de la luz, número de vacas… La rubia, sádica y hermosa, trataba de adivinar porqué decliné la imposición de seguir adorándola. Movía las manos, se quitaba y colocaba la chaqueta, llamaba mi atención, pero este siervo estaba felizmente extasiado con la camaradería de esos dos seres de maravilla. Sin saberlo, eran redentores de mi espíritu, emparentado con la voracidad del infierno.

-Paramos en Portobello. Quienes necesiten comer algo o estirar las piernas, es su oportunidad. Nos demoraremos veinte minutos-dijo el conductor a través del megáfono.

La señora retiró el libro del regazo del niño. Él, estiró los brazos para quitarse la tensión muscular. Guardé el libro, que ni siquiera había empezado, en mi mochila y me preparé para bajar. Eran las doce del día. Íbamos un poco atrasados, pero por primera vez en mucho tiempo, no sentía el acoso de la ansiedad o el fastidioso cansancio por las horas de viaje. Traté de mirar los rostros del niño y la señora mientras caminaba por el pasillo del autobús, pero ella se inclinó a colocarle una gorra roja al niño que gimoteo exasperado.

Me dirigí al kiosco y compré gaseosa y emparedados. Busqué un lugar en la vereda para sentarme… La sorpresa al encontrarme de frente con lo que esta odisea tenía para ofrecerme, sólo permitió que mis manos se abrieran para soltar lo que las distraía.

El niño desplegó su bastón, buscó  la seguridad del brazo de la señora y se encaminaron hasta donde yo me encontraba. Pidieron dulces, emparedados de pavo y dos botellas de té. Una sonrisa llenaba aquella cara pecosa y  sonrosada por el sol. La señora le dijo algo al oído y el niño no quiso contener una sonora carcajada que constriñó sus facciones. Después de pagar, se sentaron en una piedra y procedieron a comer en silencio.

Siempre he tenido aversión por el color que invade los ojos de los ciegos de nacimiento. Un coágulo lechoso y encarnado les coarta el sentido más urgente e importante, según mi austera opinión. Los del chico, pese a tener esta misma condición, eran vivaces y violetas, tenían profundidad; pese al frenesí de movimientos involuntarios, escrutaban las cosa que el sonido delataba. No sé si puedan entenderme.

No pude quitarles la mirada, me parecían y aún me parecen, mágicos representantes de una sabiduría primaria, radical, instintiva.  Venciendo la apatía, que tantas buenas oportunidades me hizo perder, me acerqué y fui sincero, por primera vez en mucho tiempo, respecto a mis pensamientos y la impresión que los dos me causaron. La señora, me miró sin recelo, sonrió y me presentó al niño, que tuvo una actitud similar hacia mí.

-¿Cómo te llamas, niño?-pregunté para romper el hielo.

-Ángel Bula, me llamo…

-¡Vaya coincidencia!-interrumpí-mi padre también se llama Ángel. Miguel Ángel  Bejarano Rosas.

-¿Vives con él?-me interrogó.

-Hace mucho que no lo veo, Ángel. Yo vivo en la capital y la casa de él está en Junín, un pueblito cercano a Santa María. Es triste que nunca tenga tiempo para visitarlo-dije.

-A mí me pasa lo mismo. Vivo con mi papá en la misma casa, pero hace mucho que no lo veo-dijo antes de que la carcajada volviera a llenarle la cara.

Aprendió a leer en el instituto para ciegos, donde vivió por tres años. Su maestro de alfabeto Braille le regaló el libro de Tom Sawyer, que le leía a su abuela cada vez que podía. Eso me lo contó con alegría palpable.

- Unas siete veces. A la abuela le gusta mucho. Dice que Tom, le recuerda a mi padre cuando era chico- contestó cuando le pregunté cuántas veces lo había leído.

El conductor hizo sonar la bocina, avisando, como era debido, que reiniciaba el viaje. La señora Rosalía, así me dijo Ángel, que se llamaba su abuela, me miró con compasión, pero no con lástima. En el trayecto que nos separaba del autobús me reveló más de la vida de lo que había aprendido mal y a las patadas por treinta y siete años.

-No ha hecho sino mirarnos todo el camino, señor Bejarano. ¿Le parecemos raros?

Sonrojado negué con la cabeza. Ella siguió hablando.

-Angelito, es un niño bueno al que no sé quién le puso las cosas más difíciles. Sus ojos son un accidente, nada más. ¿Quiere saber porqué me lee tantos libros? Yo nunca aprendí a hacerlo, señor. No sé leer. Pero soy curiosa, me gustan las historias de otras personas, de otros países y tiempos, la facilidad  que tiene mi nieto para contarlas. Por si no lo ha notado aún, Ángel, es muy inteligente, noble. Me dice que no se siente mal por ser ciego… Que uno no puede extrañar lo que no ha tenido jamás…El niño me cuenta sus libros y yo le cuento como son las cosas que no puede ver. Ayudarlo a imaginar, es lo único que una persona como yo puede hacer por una persona como él, señor Bejarano-

El corazón me dolió al escucharla. Por decima tercera vez en el día, comprobaba que era un asno lleno de prejuicios, un amargado. Ellos dos, tan distintos y cercanos, entendían mejor los secretos del mundo. Eran generosos. La tristeza invadió mi alma. Para que no lo notara, seguí interrogándola:

-Señora Rosalía. ¿Qué espera de Ángel?

Sorprendida, miró al niño con ternura. Sabía que él esperaba escuchar la respuesta.

- Que aproveche lo mucho que la vida le ha brindado, señor. Tiene talentos, es honesto. No puede ver con los ojos, es una ventaja que lo protege de los prejuicios. Ángel y yo nos suplimos las carencias. En este mundo hay mucha gente a la que le faltan cosas y sensaciones. Está entrenado. Jamás estará solo.

Subimos al autobús y cada quien ocupó sus lugares. Alguna fibra interior debió sufrir un fuerte tirón, porque apenas toqué la silla y me sentí cómodo, el sueño se apoderó de mí. Me desperté a unos kilómetros de la estación de autobuses de Santa María. Los busqué por cada uno de los puestos y ya no estaban. ”Se bajaron en un puesto intermedio cerca de Alto Bolívar...”  confirmó el conductor, algo aturdido por la insistencia de mis preguntas.

No pude sacarlos de mi mente ese día, aún hoy cuando viajo en autobús y saco de la mochila mi acostumbrado libro (mi vicio y placer sin culpa), ellos aparecen como la encarnación de una clase especial de pureza. En la noche, cuando llegué a Junín, a visitar después de tres años a mi padre, en el calor de la tercera botella de whisky, el viejo me acarició el rostro como nunca lo había hecho.

miércoles, 23 de mayo de 2012

LA VERDAD QUE NO SIRVE...



LA VERDAD QUE NO SIRVE
POR: CAMILO ETNA

I

-¿Así de complicada es la cosa, Rosita?

-Así y más Isabel… Según el médico, lo de Gonzalo es un desorden depresivo o algo por el estilo. Siempre lo dije: ese tipejo es anormal. Fíjate no más cómo tiene a Esperanza, la pobre ya estaba cuadrando lo de la velación y el pendejo éste resultó con una simple  cefalea, un dolor de cabeza insignificante... ¡La va terminar matando de una angustia!

-Terrible, mijita… Qué horror de persona. Yo creo que lo de la novia lo acabo de “fregar” ¿No crees?-

-Valiente gracia hacerse la víctima y castigar a su mamá por las cosas que él echó a la basura-dice Rosa mientras deja la tasa de café sobre la mesa. Y continúa:-Esa muchacha lo dejó por mediocre, por creerse artista cuando en el fondo lo que siempre será es un vago sin oficio ni beneficio-concluye.

-Debieron mandarlo al cuartel mientras tuvieron oportunidad, allá vuelven hombres a los renegados. Ahora esta situación ya no tiene remedio-

 Rosa voltea la mirada y divertida lanza un comentario: - Aunque “chusco” si es el tonto… Si lo hubiesen llevado, fijo termina robándole la novia a algún general de esos y ahí sí se hubiese complicado la cosa-sonríe y su rostro se torna sonrojado.

-Siempre es mejor un héroe muerto que un “tontohermoso” suelto haciendo estragos, mija.

Los pensamientos llenan la estancia y así será hasta el final de la tarde cuando Isabel y Rosa comiencen el Rosario por el eterno descanso por el alma de Gonzalo, así el no haya hecho el deber de morirse en paz.

II

“Esa se la dejo en ocho mil pesos… Cacha nacarada. Es una .22, pero si apunta bien tumba un burro de un sólo disparo, patrón” dice el hombre mientras descarado pega la mirada al bolsillo donde intuye, Gonzalo guarda el dinero. Un influjo alegre llena el rostro del “poeta más malo del mundo”. Saca con gracia un fajo de billetes de baja denominación y se los embute al traficante en el bolsillo del saco. “Tome siete mil quinientos y acabemos con esta pendejada. Usted sabe que esta “joda” no sirve para nada; para tumbar un burro no, pero para lo que la necesito está perfecta” dice mientras camina como si fuese parte de una alucinación.

“¡Valiente huevón..!-dice el traficante mientras desarruga paciente los billetes.

¿Qué me quiere decir, vieja? Pregunta ofuscado Gonzalo. Le quiero preguntar tantas cosas hijo, pero mejor me callo. No tiene porqué callarse nada conmigo, mamá, no soy un ogro… Tal vez no es un ogro, pero no puede negarme que muchas de las cosas que hace se las guarda y yo quedo en la mitad con el problema armado. La mujer enjuga una lágrima que se precipita por su mejilla derecha.
Gonzalo se toma la cabeza y empieza a refunfuñar, agarra la bolsa donde guardó el arma y se dirige presuroso hacia la sala. Desde allí, lanza un alarido y comienza una retahíla con la que deja claro a su mamá los actos que pretende realizar:

¡Usted es la culpable de todo lo que está pasando…! vocifera como poseso. ¡Tanto mimo, tanta pendejada, tanto llanto mentiroso para llegar a lo mismo… Usted aburrió a mi papá y yo me quedé sin su amor. Todo lo destruye con sus ganas de fregarle la vida a los demás…!  ¡Y con los dos lo logró! ¡Me voy a matar y créame que es por su culpa, mamá…!sentencia abrumado.

Puede que lo haya logrado, responde la anciana, Pero bien sabe que jamás le dije que le destruyera la vida a esa muchacha con sus celos y las estupideces que hizo. Se tomó furiosa las mejillas como para enmarcar su última sentencia: No sé por qué no se siente un hombre de verdad, ese es el verdadero problema y ahí yo no me meto. Si se va a matar, hágalo de una vez, por lo menos cumpla una de las tantas promesas que hace… La mujer abandona la sala donde Gonzalo queda estupefacto sintiendo como el fuego le calcina el pecho.

III.

Claudia: En esa tónica no hablo con usted, Gonzalo. Fui muy clara hace tres meses. ¡Me repugna, lo detesto! ¿Por qué no me deja en paz, hombre?

Gonzalo: Sinvergüenza ha sido usted… ¿Cómo me fue a dejar “botado” cuando más la necesité?

Claudia: Soy tan tonta que me cansé de sus golpizas, de sus celos, de que llenara el apartamento de viciosos y prostitutas…Sí que soy descarda, ¿verdad? (responde sarcástica)

Gonzalo, saca el arma de la mochila y se la coloca en la sien derecha. Claudia, aterrorizada, levanta las manos y le solicita calma. Los ojos desorbitados del hombre buscan un lugar en el interior de los de ella, que no pude contener las lágrimas.

Claudia: Cuidado, Gonzalo, baje esa vaina y hablamos… Ya bastantes bobadas hemos hecho y esto es algo que se nos salió de las manos… Venga y se sienta, le traigo un café y hablamos. (Le indica la poltrona junto a la puerta)

Gonzalo: No me trate como a un niño… Ya no le hago caso a nadie. Si quiere éntrese y escuche el disparo cómoda en su cuarto. (Endurece el ceño y queda a la espera de una respuesta que resumió el golpe seco de la puerta frente a sus narices.)

Indignado, baja la pistola, la mira con rabia y termina depositándola en el morral. Camina unos pasos y ve a una pareja que discute en el parque frente a la casa de Claudia.

Gonzalo: Hermano… Le regalo este “fierro”… Creo que usted lo necesita más que yo.

martes, 22 de mayo de 2012

PÓCIMAS ANTIQUÍSIMAS

PÓCIMAS ANTIQUÍSIMAS
POR: JAVIER BARRERA LUGO.

Eso de estar cansado
Y guardar silencio
Para no dañarle
La fiesta a los demás,
Perderle fe a los sábados
Que creíste
Habían salvado tu vida.

Estoy cansado
Y todos están cansados
De mi cansancio…
¿Qué puedo hacer?

Mientras me fui
A buscar la muerte,
A tocarle la barbilla
Lampiña a esa señora pretenciosa,
Los hombres y mujeres
Más fuertes que conoceré
Empezaron a morirse
Y en ese proceso están
Desde hace mucho.

Contemplan el pasado fugaz
Donde temer es una palabreja
Llena de apóstrofes
Incapaz de tocarnos,
Esa mirada tardía
A los restos inmaculados
De una pandilla soñadora
Que estúpida,
Juró honrar promesas
Fuera de su alcance.

Ahora somos individuos taciturnos
Aferrados a una estatua de sal
Que testifica la corta existencia
Del cuento bien escrito,
Un grupo de personas
Sin nada en común ahora
Salvo la gigantesca nostalgia
Que traslucen los ojos
Cuando hablan
De nada en particular.

Hablo en nombre de quienes fuimos,
Transitoriamente
Me he despojado de las cadenas;
Usando pócimas antiquísimas
Y artilugios emponzoñados
Trataré de despertar
A los muchachos que ya
Jamás volverán a serlo
Para que me recuerden el mundo
Anterior a la tristeza.

Cientos de ingredientes
Para plantarle cara
Una vez última
A la inocencia,
A la amante que se llevó
Sin saberlo
La tajada más jugosa
De mi amor,
A la que todos tuvieron a bien
Ignorar para que pudiera yo
Hacerle el duelo
Con todos los honores
Que mereció.

Triste despedirse
Y no ser recordado,
Entender que ni la magia
Será capaz
De devolvernos a los niños
Que son vejados por el tiempo
Mientras flotan dormidos
Sonriéndole al vacío,
Y nosotros aquí
Nos quedamos callados,
Son estudiados nuestros movimientos
Por unos extraños
Que nos invitan al cumpleaños
De un hijo
Y terminan recordándonos con su presencia
Que los años pasaron para todos.

Usando pócimas antiquísimas
De dudoso resultado
Evoco lo que no será más,
Pero no me rindo todavía;
Hay que aprovechar
Esta ventana abierta
A la conciencia,
Despertar a los amigos
E invitar la última copa
Antes de irnos
Al mismísimo infierno.

sábado, 19 de mayo de 2012

PAMPLÍNIO TE INVITA A..........


FLORIDA...


FLORIDA
POR: SANLISAN

Por fin viernes. Qué semana larga. Una mañana llena de sol. El colectivo vacío justo en la parada al dar vuelta en la esquina. Serenidad y esperanza. Las caras de los nenes que viajan con sus padres, saben a esa hora que su semana de deberes ya terminará en unas horas. El día perfecto para recibir halagos de tus amigos, felicitaciones de tus cómplices y alguna que otra Mirada de incredulidad.

A las tres de la tarde se para el mundo. Deslizamos la tarjetita blanca por última vez. La puerta de la libertad abierta de par en par. La invitación a almorzar fue la excusa para el postre. Convencidas de nuestro deseo por un mousse tentación de la tan adorada y casi enferma confitería  en la que es clienta asidua, ella iba caminando directo, sin perder el rastro.

En medio de Florida, van y vienen de todos lados, los cantantes amateur de tango, imitadores de la Bersuit, y ese chico impresionante a una cuadra de corrientes. En la mitad de los libros esotéricos, de esos que te enseñan ser bruja “fácil”. En medio de los libros de amor, de hechicería, y de marionetas, cambiamos de sección. En la manos, bestiario y The Who, que contradicción. Por una parte un símil de la mujer moderna que intenta recibir el pase de putear con libertad. En la otra la imagen de él…. qué falta, qué ausencia..., Y recordé que sus rulos al pasar me enamoran. Que un día como hoy, no me dio pelota. Que no sé qué es lo que me gusta de esa voz.

La música llenaba el lugar de la búsqueda de la película protagonista del fin de semana – ojala su boca estuviera en mi cama – Creí decir algo concreto pero la imagen otra vez nos atrapó. Tres galones de pintura plástica, dos vaquetas, un niño que te invitaba a volar.

Si supieras que hay algo de vos que no me deja. Me roba los sueños y te sueño.

Caminamos, cada una en lo suyo iba rememorando ese instante

Que buen regalo Buenos Aires.