Páginas

lunes, 21 de julio de 2014

201

201

Por: Javier Barrera Lugo

“De los hermosos el retoño ansiamos
para que su rosal no muera nunca,
pues cuando el tiempo su esplendor marchite
guardará su memoria su heredero.”

-Soneto de William Shakespeare-





Mañana de nostalgia cuando crees que todo lo que parece posible no es más que un coletazo del pasado, una mala jugada que nos proporciona el miedo. Empiezas a entender que buscarte es una sucesión de errores que no vas a ser capaz de perdonarte, que aquello que llamas comienzo es la prolongación de una fila que por la eternidad estás destinado a seguir sin llegar a la plenitud.

Cuentas con los recuerdos (las manos que construyen una y mil veces el pasado) para no lanzarte por la ventana y volar por única vez. Ella está dispuesta a seguirte en tu suicida pretensión, pero eres lo suficientemente fuerte para decirle “no esta vez.” El amarillo del mundo se centra en ese cuerpo que en el cuarto 201 del motel canta las canciones de Lavoe mientras espera recuperar el aliento para seguir fornicando, haciendo el amor,tan llenos de ingenuidad sublime como de silencio,- para ustedes aplicó siempre esa verdad-, perdiéndose en esas fantasías tuyas que tanta dulce tragedia suelen inventar.

No es tu culpa, no me malinterpretes. Así eres, así serás, no le haces daño a nadie salvo a ti. Ella no pudo ser fuerte y no quisiste serlo por los dos. En el 201 se quedó lo poco de inocencia que te quedaba, el profundo aliento tibio de ella, las almas y piernas que se abrieron gracias a las palabras justas, los ojos árabes que resultaron ser de un lugar cercano, la penumbra que dejaba ver aquello que las luces disfrazaron de pasión.

¿Dónde están las promesas, la felicidad, las campanillas dadas por el renacimiento? Todo está en el 201, ella está allí, encerrada hasta que el cosmos implosione; eres el autor de tamaño despropósito. Nada se moverá porque no quieres que esa acción se complete. Un simple acto de egoísmo… El amor casi nunca es suficiente. 

domingo, 13 de julio de 2014

(DES)ILUSIÓN

(DES)ILUSIÓN
                                             A MI PADRE


 Guillermo Gajardo Sepulveda


En cada pedaleo a mi azul bicicleta, recibía una bala y escuchaba bombas a mi lado… y el enemigo de la desesperanza se veía gigante. Mientras más me acercaba a su casa, más crecía mi interior guerra.
Serían alrededor de tres años, que no hablaba con mi padre, aquellos orgullos personales que vemos cuando es tarde, esas indiferencias vividas y el tiempo, no permitían o no aceptaba permitir, el poder estar nuevamente a su lado.
¿Qué me hizo entonces volver a la lucidez?, ¿porque estar por tanto tiempo en mi situación?, era más que nada desilusión. Pero hubo un mayor motivo: mis padres se habían separado hace poco tiempo, nunca entendí las razones, a sus años, cuestiones de viejos, acumulación de cosas, en fin, que sé yo.
Me convertí en mediador, queriendo su reencuentro, pero algo falló. Mi padre siempre tosco, acusativo y humillador. Mi madre, siempre en silencio, con su mirada más que en palabras…, no te metas vos.
Y así me fui alejando, pasó el tiempo, los acosos de mi padre para mi inútil mediación, fueron mermando y nosotros felices con mi madre tan cerca como nunca triangulando sus visitas, en mi casa o la de mis hermanos.
Una vez lo divise por el camino, se veía más viejo, caminando despacito con la ayuda de un bastón, lloré  por minutos y no creía en mi estúpida decisión; se lo había dicho a su rostro “usted caballero me desilusionó”. El tiempo no fue en vano, mi madre había asumido, estar ya sin su amor, gozando de los nietos, de los hijos y al poco tiempo enfermo, solo tres meses nos dijo el doctor. Nunca creí en aquello pero el médico tuvo toda la razón.
En sus días de agonía, su silencio nos dice mil razones. Una de aquellas leídas por mi corazón, es momento de avisarle a mi padre, quizás esté más calma o tal vez aquello esperará, para descansar en paz.
Mientras más me acercaba a su casa, más crecía mi interior guerra. Y  los recuerdos de infancia, en su caballo gigante, con el sombrero alón. Y la prestancia de sus azules ojos y orgullo en su presentación, este es mi hijo técnico, que aumenta mi producción. Y cuando fuimos campeones de fútbol de la rural asociación. Los asados, las risas, los viajes, mi vida. Todo se vio en el momento a metros del reencuentro.
Cómo me ha de recibir me preguntaba, me mandará al más alto cerro, a la cresta, que haces aquí vos hue… detengo mi bicicleta la orillo al borde del canal, ingreso al pasadizo que daba con la puerta de principal, está entreabierta…
holaaaa, alguien en casa…
Y lo veo sentado en su triunfal asiento, a las brasas del carbón, casi entre sus piernas

! Hola papito ¡ le digo, -Yemito-, me dice con ternura y lo abrazo como nunca, y lo beso entre sollozos. Tanto tiempo mijito, cómo están todos por allá…