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martes, 15 de abril de 2014

SIN MIEDO A LAS AGUJAS

SIN MIEDO A LAS AGUJAS
Por: Fernando Vanegas Moreno


Y cuentan que Dios, después de muchos siglos de ausencia y desentendimiento resolvió un día volver a mira hacia la tierra…, se asomo a su triangulo glorioso y lo poco que alcanzó a ver le desmorono hasta la Gloria…, entristecido y preocupado, El Santo Señor se paseaba de un lado a otro del cielo, pensando en que hacer para remediar tal desmadre, cuentan también que solo se le escuchaba decir “Hay YO mío” y “ Santo YO, que vamos a  hacer”; pero siendo Dios, Omnipotente, Omnisapiente y Omnipresente, se decidió por la formula que dos mil doce años atrás le había funcionado: Llamo a su hijo único y le encomendó la misión: “Tenes que bajar a la tierra y recomponerles el camino otra vez”, cuentan que dizque le dijo; a lo que el Santo Unigénito respondió: “Pero que, ¿otra vez yo?, manda pues a San Miguel, que ese es más fuerte que yo…, acordate lo que me paso la última vez: me metí a redentor y salí crucificado”. Pero Dios es Dios y su palabra es impajaritable, así que el Buen Jesús, tomo aire, se santiguo y descendió del cielo a cumplir la Santa Voluntad del Padre. Esta vez no llego a Israel, “allá hay mucho tropel ahorita y no me dejan ni llegar”, pensó, “mejor, vuelo directo al  Vaticano, estoy seguro que haya si seré bien acogido”. Y dicen las narraciones que llegando Jesús a la Plaza de San Pedro, se maravillo por lo cambiado que estaba todo esto: “que qué hermosura de iglesias, que qué Cúpulas tan grandes, que qué maravilla de obras de arte”, en fin todo era esplendido.
Pero cuentan también que desde que puso un pie sobre la tierra, La Guardia Suiza y los servicios de inteligencia pontificios, empezaron a seguir a ese sospechoso mechudo, barbado y de sandalias, que miraba obnubilado todo a su alrededor y que regalaba con una sonrisa y una bendición a cuanta persona se atravesaba en su camino. No eran claras sus intenciones y se rumoraba que “hasta terrorista sería”.
Más entró en perspicacias, cuando después de varios meses y de otro tanto de trámites, este “neo hippie”, se atrevió a pedir audiencia con el Sumo Pontífice. “Era el colmo de la desfachatez de ese marihuanero”, pensaron los servicios de inteligencia de la OTAN, que ya habían sido puestos en conocimiento del sujeto por sus pares vaticanos.
Pero Jesús no se rendía, intentó por todos los medios habidos y por haber acercarse al máximo prelado, pero todo fue imposible…, ni sus influencias en el cielo dieron resultados dicen. La CIA ya había fotografiado al insistente personaje y dicen que el Papa, al ver la imagen del tipo dizque dijo “Ese lo que busca son indulgencias plenarias, pero qué vamos a hacer todo el mundo quiere lo mismo”.
Cansado entonces, El Maestro se despidió de tanta opulencia y arrogancia, recordando que Él había comenzado con un simple burro; y dicen los que lo vieron, que triste se decidió a hacer lo que Él mejor sabía hacer: predicar. Escogió al azar, el lugar del mundo donde (bajo su concepto), se necesitará más de su palabra y su aliento y viajo a un país llamado Colombia…, y empezó de ceros dicen, caminando por aquí y por allá, regalando amor y buena voluntad entre los que lo acompañaban, haciendo de la nobleza y humildad sus mejores armas y obsequiando de vez en cuando un milagro entre sus seguidores. Y fue tanta la gente que convocó el mechudito, que pronto los organismos de seguridad del Estado se pusieron a la espalda del Buen Hijo. Dicen que hasta un paisa, ex presidente él, al saber el poder de audiencia que tenía ese muchacho dijo: “Ese lo que es es un narcoterrorista de las FAR, que me lo traigan que yo si le doy en la jeta marica”. Pero Él, sin importarle nada y con la benevolencia de siempre, prosiguió su camino evangelizador, durmiendo con el más pobre, comiendo lo que había y cuando había, cogiendo flota y Transmilenio, y obvio, ocultándose de aquellos que para ese momento ya lo tenían más que perseguido. Y narra la historia que un domingo, el buen Jesús llegó a la Iglesia del Veinte de julio en Bogotá y por primera vez desde su nueva visita, se emberraco. Pero no era una piedra cualquiera, estaba superembejucado. Dizque “que era todo ese mercado, todo ese escapulario y todas esas imágenes, que como era posible que siendo un lugar de oración, eso estuviera lleno de comidas, ropa y hasta ungüentos para espantar la mala suerte, que no, que eso era imposible”, y emberriondado como estaba dicen que agarro una riata que encontró por ahí en uno de tantos puestos y empezó a repartir rejo a diestra y siniestra, y al rato claro, que llegaron los del CAI, y apresaron al Noble Cordero. Dicen que llego a los calabozos de la DIJIN, donde lo insultaron y ofendieron, lo golpearon y lo torturaron con bolsas plásticas y golpes en las plantas de los pies, cuentan que le daban descargas eléctricas y se reían de Él, y que cada rato le preguntaban a que frente guerrillero era que pertenecía.
Él, silencioso, solo veía repetir su historia. Y para rematar su desgracia, estando detenido en ese hueco, llego una orden de aprensión internacional, emitida por INTERPOL, dizque por sus andanzas “sospechosas” por lados de la Basílica de San Pedro; y Colombia, que siempre hace caso mansamente de los designios de otros, decidió mandar al Verbo Divino extraditado para arriba, para los Estados Unidos. No más llegar allá fue lo mismo pero diferente, un juicio sumario en donde nunca se le permitió hablar (y mejor pensaba Él, ya estaba todo escrito), insultos y ofensas y el veredicto final: “condenado a la pena de muerte por inyección letal de manera inmediata por terrorismo subversivo”, y una sarta de patrañas inventadas por los fiscales que amangualados con una defensa mediocre ya tenían el fallo preestablecido. En fin y ya para rematar la historia, dicen que Chucho fue conducido a la sala de su ejecución, amarrado a su última cama y en presencia suya prepararon el coctel químico que inyectado lo despacharía de nuevo al lado del Progenitor Eterno. Pero ocurrió lo impensable, lo inimaginable…, Dios que nunca había perdido de vista a su Hijo, que lo había acompañado todo el tiempo, decidió que no iba a permitir que otra vez su Amado fuera blanco de la maldad y falsedad de los humanos, y en medio del sudor frio que ya acompañaba el Sagrado rostro de su “pelao”; así, sin más ni más, ascendió en cuerpo y alma su retoño frente a las miradas atónitas de guardias, abogados y sapos que nunca faltan cuando de generar morbo por la muerte se trata. Algunos cayeron de rodillas, otros se daban golpes de pecho y unos más se desgarraban vestiduras prometiendo nunca más volver a pecar…, pero ya era tarde, Dios había sentenciado: nunca más volvería sus ojos misericordiosos hacia la tierra, borraría del libro sagrado de la vida los nombres de aquellos que tan injustamente habían tratado a su enviado, dejaría eso sí, campo abierto para todo aquel que actuara de manera correcta y sacara, entre millones, la cara por toda una especie, cerró su ventana celestial y se fue a tomar tinto y a jugar parques con el viejito San Pedro, que hacía rato lo estaba esperando.

Jesús por el contrario, y en su inconmensurable amor, si dejo una esperanza, la certeza  de que Él, como heredero del trono celestial, siempre escucharía nuestras suplicas, en todo momento trataría de ayudarnos, prodigaría su amor por todos y en todo momento, y su paz y su palabra siempre nos alentarían. Prometió eso sí, después de mucho cavilarlo, que nunca, óigase bien, nunca volvería a la tierra…, hasta que no le perdiera el miedo a las agujas.