Páginas

lunes, 16 de febrero de 2015

QUIEN TIENE LA PIEDRA






QUIÉN TIENE LA PIEDRA



Por: GIOVANNI E. ALMANZA
                                              
SINOPSIS: Un deportista encuentra una piedra en el zapato, a partir de ese detalle desarrolla  una serie de vivencias personales con la piedra.

(Entra un hombre joven con traje deportivo, se muestra muy cansado, ubica el único elemento disponible en el escenario que es una silla; el tema musical de fondo es música para aeróbicos. El personaje entra cojeando, toma asiento, se quita un zapato y de su interior extrae una piedra.)

DEPORTISTA: (Tomando la piedra y observándola muy detalladamente.) ¡Que belleza!, ¡Que belleza! He aquí la piedra en el zapato, ya me estaba haciendo hueco en el píe, la media me quedó toda untada de sangre, estoy aterrado de la inseguridad que hay con tanta piedra suelta, ya uno no puede salir ni a trotar porque siempre hay una piedra en el camino, yo ya he gastado muchos zapatos por culpa de las piedras y a mí nadie me responde por eso. Yo pienso que se deberían recoger todas las piedras y colocarlas en un museo o que se la pasen a un coleccionista de curiosidades, claro está que la piedra por el simple hecho de darse silvestre pierde absolutamente la connotación de curiosidad, exento aquellas que presentan formas raras. (Se quita la media delicadamente para no lastimarse.) Tremenda ampolla que se me hizo, casi no puedo caminar, no entiendo la razón de poner piedras, antes por el contrario deberían quitarlas; pero no, nadie se toma el trabajito de hacerlo y menos si no hay remuneración. Debería haber como una conciencia ciudadana, con cierto toque de sentido de pertenencia que diga: “No bote basura y adopte una piedra” siempre debe haber una piedra acompañándolo a uno, por ejemplo aunque parezca algo extraño yo, y ese mineral tenemos muchas cosas en común. Mi nombre es Pedro que quiere decir piedra, y eso es algo que está implícito en las sagradas escrituras, mi primer apellido es Pedraza, etimológicamente viene de una raíz de piedra que en el sentido semántico quiere decir: piedra grande, mi segundo apellido es Pedradita que quiere decir dentro del contexto mismo de la  semántica: Lanzar al vacío una piedra de tamaño pequeño, pero tengo un tercer apellido: Pedrea, cuyo significado es, combate a piedra. Luego mi nombre completo  es: Pedro, Pedraza, Pedradita, Pedrea. Cuando alguien me molesta mucho, me saca la piedra, en algunas manifestaciones tiran piedra, cuando alguien es bien solapado se suele decir: ahí está pintado, tirando la piedra y escondiendo la mano, cuando un ser humano es bien frío se le dice que tiene el corazón como una piedra. Los árbitros de futbol sacan la tarjeta amarilla, la tarjeta roja y a los hinchas la piedra. La piedra no solo sirve para causar daño, también sirve para construir casas, edificios, teatros, centros comerciales, estadios de futbol, coliseos, etc., etc. La piedra sirve también como arma y como un medio de defensa. En la antigüedad se utilizaba las catapultas para lanzar piedras enormes a las guarniciones enemigas, es muy frecuente escuchar la frase: “Tropecé con una piedra”, hasta Julio Iglesias cantaba… (Canta el estribillo.) ¡Tropecé de nuevo y con la misma piedra!, Otras expresiones que resultan muy familiares son: Por culpa de esa piedra me caí, pásame la piedra, se me enterró una piedra, vino una piedra perdida y me dio en la frente, tremendo chichón que se me hizo. Alguien en algún lugar del mundo por una u otra razón siempre tiene una piedra. Por ejemplo en el estómago se presentan con cierta frecuencia los cálculos que no es otra cosa que la acumulación o concreción anormal que se forma en diferentes partes del cuerpo y principalmente en la vejiga, en la bilis, en los riñones, llamado como el mal de piedra. Ojo, no debemos confundir el cálculo que se forma en las partes del cuerpo anteriormente señaladas, con los cálculos de las matemáticas. Tenemos que investigar a profundidad sobre la piedra angular, piedra filosofal y la piedra pómez muy buena para los callos de los pies. Dentro de nuestra vasta geografía también tenemos unas piedras muy famosas: las piedras de Tunja que no quedan en Tunja sino en Facatativá. Si nos remontamos a la prehistoria, veremos que existió la edad de piedra; pero esa edad la podemos apreciar hoy en día, y está más o menos entre los 60 y 80 años, si ustedes no me creen, no es sino que le lleven la contraria a una persona de la tercera edad, bueno realmente deben perdonar mi atrevimiento porque sé que hay mujeres de 60 años que están en la flor de la vida, ejemplo de ello es la actriz Amparo Grisales, no hablo de los hombres porque a nosotros sí que nos patean los años y las piedras por doquier, por eso será que sufrimos un deterioro físico y mental más acelerado; afortunadamente me hace falta mucho para llegar allá. Una vez estaba yo haciendo fila o cola en un banco, cuando llegó una buena señora y se me coló. La señora no estaba tan madura, tendría por ahí unos 62 años; bueno para ser más exacto 59. Uno menos que Amparo Grisales. (Ríe.) Yo le dije muy formalmente sin el más mínimo ánimo de ofensa: Con todo el honorabilísimo respeto que usted gentil dama se merece fuera tan amable, tan gentil, de tener la delicadeza de hacer cola. Esta adorable dama no sacó el cobre sino la piedra que llevaba en la cartera y me dijo… Yo soy mayor que usted y nadie me viene a decir lo que tengo que hacer, por tal motivo mocoso impertinente, al ser mayor en edad, dignidad y gobierno le ordeno que cierre la boca antes de que se le llene de  piedras, digo de moscas; porque eso si le digo una cosa o usted se calla o lo denuncio por violentar los derechos de una mujer mayor. Yo aturdido por las miradas inquisidoras de la gente opté por decirle: No, no hay problema mi señora al fin y al cabo usted tiene toda la razón yo estoy muy joven en cambio usted ya está pisando el umbral del ocaso, se voltea esta señora y me dice a grito pelado; usted lo que quiere es volarme la piedra, mejor dicho ya me la voló, ¿quién le dijo al caballero que una mujer a los 30 años ya está en el ocaso de la vida? ¡Hable ahora o calle para siempre! ¿O es que acaso el germen de la ignorancia no lo deja refutar? Porque no hay cosa que más me moleste que la dejen a una con la palabra en la boca. Si, le contesté, yo ya me estaba acalorando también; pero ante todo la serenidad y la educación. Yo le refuto cuando quiera. Mi señora esta conversación está un tanto subida de voltaje; pero yo no me refiero a la dama de 30 sino a usted. No sé qué aconteció después porque esta señora tuvo un ataque de cólera, metió la piedra dentro del bolso y con ello sufrí la peor agresión de mi vida. Como ven la gente pierde los modales y la educación, dejándose llevar por el instinto de la bestialidad que también va ligada a la salida de la piedra.
Ayer, cuando venía para acá una piedra filuda pinchó uno de los neumáticos de mi auto, hizo ¡plop!  (Realiza un estruendoso ruido con la boca.) Inicialmente sentí gran aturdimiento, pero después fui controlando la situación, me senté sobre una piedra y cambie la llanta, luego pateé con furia varias piedras apartándolas del camino. Por lo  general suele decirse que el tráfico en la capital es un completo caos; pero como es que no nos damos cuenta de dos factores: Uno, los huecos, dos, las piedras. Las piedras no sólo están en nuestro medio terrestre, también están allí. (Señala hacia arriba.) Hay algunas piedras que vienen del espacio llamadas meteoritos. En Rusia hace poco se estrelló uno que venía a gran velocidad; ¿ustedes se pueden imaginar donde una persona vaya tranquilamente caminando y de pronto le caiga un meteorito en la cabeza?, seguramente ese desafortunado sujeto vaya a decir: “¡Uy! Como que me escalabre con algo, la persona debe quedar totalmente ida. Para explicar el fenómeno físico de la ondulación, no es sino que lancemos una piedra a un lago, a una laguna donde vemos que el agua está muy tranquila, en el más absoluto reposo; veremos cómo esporádicamente se van presentando una serie de ondulaciones que se expanden hasta volver a quedar en reposo. No voy ahora a ponerme a dar explicaciones partiendo de complicadas fórmulas que posiblemente no vayamos a entender, para estudiar un fenómeno físico real, debemos partir desde la observación y no desde la teoría. La piedra ha sido un elemento mineral que igualmente ha servido de base a grandes descubrimientos científicos.   Dios en su sempiterna sabiduría nos envió la piedra para que la humanidad realizara una serie de investigaciones e hiciera el mejor uso de ella, desafortunadamente no hemos sido muy consecuentes con el mandato divino. Por eso es que yo recalco sobre el uso más aconsejable que se le debe dar a la piedra… Hagan esculturas y vendan, así mataríamos dos pájaros de un tiro, por un lado evitaríamos tropezar con una piedra y por el otro solucionaríamos uno de los problemas capitales: “El desempleo” Pero eso si yo siempre le digo a la gente que sea muy discreta, prudencia ante todo, prudencia, y que no vaya a caer esta propuesta en manos de los Nule; porque eso sí sería para agarrarlos a piedra, dejarían a la ciudad sin una gota de piedra. Con tanta piedra por ahí subutilizada mejoraríamos el aspecto de la ciudad, construiríamos puentes, casas, bibliotecas, barrios enteros. Acordémonos señores de la serie de televisión los Pica piedra, que todo era a base de piedra. La semana pasada una piedra perdida lanzada desde un punto determinado de la calle, rompió un vidrio de mi casa sin daños físicos para ningún miembro de mi familia afortunadamente. Ahora con el perdón de ustedes les voy a contar una intimidad muy íntima aunque suene exageradamente redundante. Tuve una novia cuya familia era adinerada, quisiera entender porque razón se le dice a una persona que tiene un patrimonio algo elevado de buena familia, en mi caso particular prefiero omitir ese término sin entrar en detalle. La familia de esa novia y la mía se detestaban; éramos como los Montesco y los Capuleto. Para verme con Julieta, curiosamente el mismo nombre de la pieza teatral de Shakespeare, tenía que ir a su casa trepar una reja, llegar a donde se encontraba una seguidilla de ventanas, la tercera en el piso tercero a mano derecha entre una enramada espinosa era la de mi amada, teníamos un código secreto; había que mandar tres piedrecillas al vidrio de su habitación o a su ventana y de esa manera nos comunicábamos y nos expresábamos amor eterno. Una vez no estuve tan aceptado en el tiro, una de las piedras se desvió algunos metros tal vez por la acción del viento y esta fue a estrellarse a la habitación de sus padres, quienes me devolvieron el saludo con una cascada de piedras, afortunadamente pude escabullirme, y por unas cuantas piedras no volví a saber nada de ella.
(Sollozando) Si ven ustedes como mi vida está ligada a la piedra. (Se escucha el ruido de un cristal roto.) Si escucharon otro vidrio roto a consecuencia de una piedra, alguien definitivamente no tiene nada que hacer sino sacarme la piedra y yo creo que es uno de ustedes, o el que esté libre de pecado que lance la primera piedra. Para colmo de males ayer estuve en la torre col patria, me subí a la terraza para ver cómo se veía la ciudad sin mí, de puro aburrido le di una patada a una piedra que casualmente estaba ahí, luego me bajé todos los pisos por la escalera contando todos los escalones, en la más absoluta ociosidad, cuando llegué al primer piso perdí la cuenta´. Luego en la casa me recibieron con la no muy buena noticia que mi señora madre estaba hospitalizada porque cuando pasaba por el frente del edificio col patria, algún desadaptado social  le dio con una piedra en la cabeza. Afortunadamente mi madre hoy está bien y no se supo nada sobre el desgraciado que mandó la piedra o sea yo. (Mira el reloj.) Debo irme pero antes les dejo una moraleja. “Cuando alguien pregunte algo, no respondan con dos piedras en la mano, lo cortés no quita lo valiente.” (Suena otra vez un vidrio roto.) Hasta cuando voy a tener que lidiar con la piedra. (Sale cantando un estribillo de reguetón.)
“Iba caminando por la calle,
Cuando con una piedra tropecé
Caí sobre el filo de una piedra
Y con esa misma el trasero me chucé. (Sale.)


SUBTEXTO: Intolerancia.

domingo, 8 de febrero de 2015

ALICIA Y LAS MARAVILLAS

CONSUELO POSADA.

Antioqueña de nacimiento, vivió desde muy niña en Barranquilla. Cursó un posgrado de humanidades en Italia, y fue durante muchos años profesora de Teoría Literaria en la Universidad de Antioquia. Después de su jubilación regresó a Barranquilla, donde, retirada de las aulas, se dedica “a la escritura de los relatos literarios que siempre estuvieron presentes, pero que apenas ahora logro tener como un objetivo primordial”.

ALICIA Y LAS MARAVILLAS

También me acuerdo hoy de la Alicia adorada de Alejandro Durán y de Alicia la flaca de Aníbal Velásquez.


Por Consuelo Posada

Aquella mujer me hizo amar lo prohibido desde siempre y era ya mayor cuando yo apenas me asomaba al territorio de los hombres. La envidiaba cuando empecé a conocer el mundo por dentro y la seguí envidiando en ese largo camino hacia la vida adulta cuando, para parecer mayores, decíamos 17 sabiendo que aún faltaban meses para llegar a los 16. Después, cuando los años pasaron y nos llegaron las arrugas, ella se quedó como “Alicia sin tiempo”, en una cara sin edad, como la de las monjas. Alicia encarnaba lo no permitido, en un barrio demasiado quieto, donde los sueños de cambio eran una infracción y la libertad una palabra reservada a los hombres. Pero ella manejaba sus propias reglas: escogió y tuvo los mejores muchachos, jóvenes y mayores; fue la dueña de todos los bailes y gozó los parejos más apetecibles, arrinconándolos hasta el final de las fiestas. Las malas lenguas decían que ofrecía y daba y éste era, tal vez, su secreto, en ese pequeño mundo donde todas las jóvenes guardaban celosamente su verdad obligada de vírgenes. Así que Alicia dañó los noviazgos que quiso, pues cambiaba caprichosamente los acompañantes mientras las lánguidas novias se quedaban tragando sus lágrimas. Se casó muy pronto con aquel Félix que había sido su novio casi oficial, con él siguió, sin crisis conocidas, caminando con garbo después de cada parto, con un meneo de caderas que no pararon los cinco hijos biológicos, ni la crianza de los sobrinos y niños de parientes, que ella cuidó como suyos. Ahora, de abuela gozona, mantiene la risa de adolescente y sigue dando tema para habladurías. Los hombres del barrio han respetado en silencio su amor de turno pero no esconden los halagos y siguen ofreciéndole un piropo entusiasmado. También en mi familia, donde no se podía siquiera insinuar antipatías por ella, cuando éramos jóvenes y ella empezaba sus andanzas públicas, he visto picardía en las sonrisas masculinas a su paso, aunque mis hermanos y tíos aparentan despreciarla. Nadie se ha empeñado en probarle nada, aunque las señoras dolidas del vecindario siguen inventando historias, sobre todo después del hermoso muchacho, ayudante de la tienda, que llegó al barrio el último año. Todos sabían a donde iba y de dónde venía cada tarde, pero ella mantuvo sus gestos y aunque pasaba sin saludar, su caminado lento y su cara sin culpa, parecían un desafío a las miradas de curiosidad o de censura. A pesar de los comentarios, su marido se ha quedado en el barrio y en la casa, dispuesto para los hijos y atento con los vecinos, pero desentendido de los chismes domésticos. Tampoco ella se ha alejado, más allá de las horas necesarias para sus romances temporales y aunque ha buscado amor en muchos hombres sus pasos han estado cerca de sus hijos. Pero esta vez, cuando vino a saludarme en los días siguientes a mi llegada, pidió que me la llevara a Bogotá, y habló de querer vivir lejos una nueva vida. Yo miraba con encantamiento su figura, sus movimientos desenvueltos cuando hablaba y su seguridad para defender las cosas que la hacían feliz. ¿Por qué Bogotá? Le pregunté. ¿Qué pasaría sin el barrio y qué haría con los hijos? Aunque no tenía respuestas precisas, su carcajada no parecía una evasión y se concentraba en el tema de la que podría ser su vida en la capital. No encontré cómo decirle que yo también quería que ella me llevara un día a su mundo y que cada vez que volvía, con mi marido y mis hijos, me daba envidia su vida. Ella ha sido capaz de vivir lo que yo apenas puedo admirar de lejos: la cumbiamba, el parrandón y las verbenas y ha sabido continuar los días de fiesta de la adolescencia. Su disfrute de hoy parece igual al de los domingos en el Jardín Águila, cuando después de misa, a escondidas y con el uniforme del Colegio, iba con algunas amigas a mirar el baile que se hacía en una pista abierta y allí la encontraba radiante, sudorosa y concentrada en sus mejores pases. Cuando en los momentos serios se hablaba de sueños de grandeza, de estudios, carreras y viajes, ella no se mostró jamás interesada y parecía contenta con su suerte y convencida de estar hecha para quedarse. Han pasado tantos años y todo sigue casi igual. Yo me casé con ese hombre reglado y quieto y vivo un mundo de prohibiciones y decencias. Soy una de las pocas que pudo irse, conocer el mundo y estar lejos; pero ahora, los deseos de volar se volvieron ganas de regresar. Tantas cosas que soñamos un día, hoy se desmoronaron. Sé que no existen las opciones completas. Mis amigas dicen que si te casas con un hombre perfecto, pronto estarás aburrida y desearás secretamente encontrar el amor desaforado. Creo que en mi caso hubo razones más allá de su aparente perfección para llegar a sentir este hastío que me llena el alma. No estoy segura si Alicia sabe pesar el valor de su goce, si sabrá que las que fuimos tras sueños difíciles ahora daríamos todo por poder olvidarnos del mundo trascendente en una noche de baile callejero. Ella no tiene que hacer esfuerzo y puede vivir así cada momento. La noche del viernes, víspera del carnaval se hace en el barrio la gran verbena con una pista de baile en plena calle. “Ni se te ocurra” contestó mi marido cuando insinué la posibilidad de que fuéramos un rato. Así que estoy entre los espectadores y aunque estaré afuera me siento complacida. Cuando revienta la música del pickup, Alicia está allí, en primer plano. ¿Y tú por qué no bailas? me pregunta, con el mismo movimiento en sus hombros y una risa de cascabel, que parece retarnos a todos. Esta mañana vino a buscar hilos y cintas para retocar sus atuendos de fiesta. Me ofrecí a ayudarle, más por la tentación de tenerla cerca y oírle sus cuentos sobre lo que sería el recorrido de las carrozas en este sábado de carnaval. Contó, emocionada, los detalles de la comparsa y me mostró algunos de los pasos de la danza que habían ensayado durante varios meses. Ahora acaba de pasar, vestida de cumbiambera. Desfilará bailando, en una de las comparsas de “La batalla de flores” mientras yo, de señora decente, estaré en un palco mirando pasar el carnaval desde afuera, como he visto pasar la vida. Estoy esperando que en un momento mi marido aparezca con su gesto serio y la orden de irnos. En silencio, cerrará la puerta del carro, encenderá el aire acondicionado y no se hablará hasta la llegada.


De “Ellas escriben en Medellín”. Varias autoras. Hombre Nuevo Editores. Medellín, 2007.

domingo, 1 de febrero de 2015

APOCALÍPTICO

APOCALÍPTICO

“El mundo comenzó sin el hombre y terminará sin él.”
Claude Lévi-Strauss

Por: Javier  Barrera
00:56:21

Ya todos tomaron el menjurje que la abuela Dominga preparó. Tantos años vividos en la selva le enseñaron a encontrar la mezcla precisa de yerbas que arreglan un mal tan grande como el que esperamos. Las palabras del padre Guillermo todavía dan vueltas en mi cabeza: “No lo hagas Emilio… Te condenarás y los condenarás al suplicio del infierno… La muerte, y por encima de cualquier cosa, la vida, son asuntos que sólo le competen a nuestro Dios. ¿Acaso no son una familia creyente? ¿Alguna se atrevieron a traicionar su fe?…Sabes la respuesta. ¡No seas pendejo, asume con dignidad el don de no saberlo todo.”La decisión ya estaba tomada cuando hablamos, pero el respeto que le tengo a ese sacerdote honesto me obligó a escucharlo y quedarme callado; igual, tratar de dar argumentos morales a lo que acabamos de hacer es una tarea imposible.
La primera que bebió la pócima fue Bernarda, mi tía mayor, solterona con un espíritu inquebrantable y librepensadora. Luis, mi hermano, dio vueltas por la casa, tomó la foto de papá, que reposaba desde su muerte sobre el escritorio del estudio, la sacó del marco y se la guardó en el bolsillo de la camisa. Fue el segundo en ingerir el contenido del vaso. Después de ellos los niños, mi esposa, mamá, siete miembros de mi familia en total, cumplieron con el ritual. El sueño comenzó a hacer efecto y hace un par de minutos Silvia, mi cuñada, se quedó dormida con una leve mueca, que asumo, será su sonrisa por la eternidad.
Acordamos que yo sería el último en tomarme el veneno. Acabo de tapiar las ventanas, de bloquear las puertas, los acomodé uno a uno en las colchonetas que extendimos en la sala para estar juntos siempre. No puedo negar la tristeza que tengo, el miedo que me carcome los huesos, no es fácil acabar con la vida  de las personas que más se quiere, con la existencia propia. La decisión que acabamos de hacer realidad pesa, pero no me siento culpable, fueron las circunstancias, la sentencia de miles de siglos, los que nos pusieron en este rincón oscuro en el cual triunfó el amor y no la obligación de ver lo que protegimos hundido en un océano de desesperación.
No tuvimos tiempo siquiera para pedir perdón, para arrepentirnos de corazón. En este momento en que los veo a todos como si tomaran una siesta, entiendo que hicimos lo correcto. Dios nos perdonará la osadía de hacer su trabajo; cuando se ama con honestidad pensar en el sufrimiento de los allegados te hace experimentar la ruta hacia el infierno. Todo está consumado para la familia Sandoval, caminamos hacia la inmortalidad tomados de la mano…

00:26:15

Todo empieza a hacerse lento, los gritos de la gente en la calle se prolongan, el olor del miedo se infiltra por los resquicios de las ventanas. Me doy cuenta que Martha, mi esposa, ha dejado de respirar y seguro me está esperando en el otro lado de la realidad. Cuánto la amo, cuántas cosas dejamos de hacer y cuántas otras se volvieron nuestra inspiración, cuántos sueños cumplidos le adeudo a esta muchachita que es ahora más hada mágica que de costumbre. Ella me dio fuerza siempre, me creyó, me apoyo cuando les comenté a todos el plan que acabamos de ejecutar.
En unos minutos el apocalipsis comenzará y mi cuerpo niega  dejarse vencer por los efectos narcóticos del veneno. Puede que sea un castigo de Dios y lo asumo como hombre. El cielo está cubierto por una densa nubosidad roja, se escuchan las oraciones a grito entero de la gente que corre, el pánico contamina la atmósfera y a lo lejos los chillidos de la gente, que frenética trata de escapar, se perciben como el ronroneo histérico de una colonia de gatos atrapada en el centro de una fogata.
No considero el sufrimiento; tengo el cuerpo dopado, aunque la mente ronda todos los recuerdos que las sensaciones me pegaron al espíritu. Queda poco para que se cumpla el plazo que dio el arcángel cuando apreció en el cielo de la ciudad y anunció que el tiempo de los hombres en el mundo había acabado.  Todos lo escuchamos, todos lo vimos, todos nos martirizamos con su anuncio: “Los círculos se cierran”, dijo, “y la impiedad tendrá por fin el castigo que merece. Dejasteis de lado el mensaje de Dios y su hijo, cambiasteis el amor por avaricia, el peor de los pecados, dándole la espalda a la razón. Vendrán los jinetes profetizados junto con su carga de ruina para sanear la herida. Sólo ciento cuarenta y cuatro mil de vosotros seréis  salvados y su semilla se usará para engendrar un mundo menos feo. ”La fecha y la hora son cercanas y mi familia, la más devota que llegué a conocer, no fue incluida en ese grupo de afortunados servidores… Todo se vuelve sepia, no puedo moverme ya.  Mi cerebro permanece activo.

00:01:06


Tengo miedo, es natural. El rumor de los que escapan  dejó de ser una constante y ahora, cuando apenas despunta la tarde, es un silencio abrumador el que deja de latir. Del centro de las nubes aparece un resplandor, los pájaros cruzan las ventanas a toda velocidad y se detienen fulminados. El ruido de sus cuerpos muertos golpeando los objetos de la calle al caer es el último jadeo de todo lo que conocí y amé. Quiero seguir mirando desde mi puesto la ventana que tengo al lado, pero un destello me deja ciego. Se escucha la primera trompeta anunciada por el arcángel y de nuevo aparecen los gritos llenos de horror. Una explosión, seguida por el rumor de una pared de agua, aguzan el único sentido que aún poseo. Me quedan segundos apenas de vida, el resto de la humanidad corre la misma suerte… Martha, su rostro al despertar después de la primera noche que hicimos el amor, aparece en las tinieblas de mi mente para acompañarme mientras espero lo inevitable.