CRÓNICA
SOBRE LOS GOLPES
Por
Fernando Vanegas Moreno
La alarma del reloj, hoy no
es tan tediosa e inoportuna como siempre, son las 4 AM, y aunque la ansiedad no
me ha dejado dormir, ese ruidito repetitivo y agudo me indica que debo
levantarme, que me espera un reto enorme y que los miedos no son excusa en ese
momento. Cuenta la leyenda que el café, esta mañana no tiene el mismo sabor, es
más fuerte que de costumbre, las botas me quedan holgadas y el beso de “La
Mona” al despedirme, guarda todo el amor y los buenos deseos que su alma
transparente puede regalarme ante lo que se aproxima…, un “buena suerte, sé que
te va a ir bien”, son, junto a mi maletín de fatiga, la compañía más grata al
salir hacia la incertidumbre.
Hoy esperaba que los
trancones propios de la ciudad, me permitieran en el trayecto sosegarme un
poco, pero al parecer, todo está dado…, un recorrido que por lo general es de
una hora, hoy lo cubro en 20 minutos, y así, a las 7AM en punto, me encuentro
en el escenario del enfrentamiento más tenaz para cualquier ser humano:
vencerse a sí mismo. Ya no hay tiempo para quejas, ni lugar para
arrepentimientos, para esto me he preparado por más de un año, solo espero que
las lesiones no estén en la orden del día, y que mis compañeros más jóvenes y de
mayor nivel se ausenten y no acudan a la cita con el “abuelo”, como suelen
decirme; será más fácil, así pienso, pero me equivoco.
Un calentamiento suave
tratando de recordar todo lo visto en 13 meses, despejar la mente para tratar
de convencerme que “si puedo”, y que venga lo que venga, el reto será cumplido.
Me siento un momento y entro en estado contemplativo, orando y apegándome a mis
creencias más fuertes, continuo mi rutina…, en la distancia, veo acercarse a
uno de mis mayores miedos, Mario, uno a los que imagine y quise lejos este día,
excelente compañero, mejor peleador; menos, mucha menos edad, deportista por
naturaleza, de entrenamiento diario, preparado en “Muay Thai” en Europa y un verdadero peligro con las piernas, en
fin, ya está ahí después de cuatro meses de ausencia y obvio, lo saludo como se
saludan los grandes amigos, con ofensas: “usted
es mucho perro, ¿no viene en cuatro meses, pero el día de mi examen de ascenso
si aparece?, claro, quieren matar al anciano”, le digo, y solo una sonrisa
es su respuesta (afortunadamente para mí, Eldar, Jorge, Edison , Daniel, David
y otro séquito de excelencia no asisten, respiro profundo).
7:30 de la mañana, aparece
nuestro instructor en jefe, Daniel Santos, viene sonriente, mal augurio, la
exigencia va a ser total. Saludo cordial y a trotar por todo el parque
metropolitano Simón Bolívar, esto hasta ahora empieza, me digo, y me hundo en
las palabras de Mario, en los paisajes del sitio y en el resto de personas que
a esa hora practica o intentan realizar algún deporte.
Volvemos al sitio de
partida, Marina ya está presente. Su condición de fémina no la hace menos
peligrosa que los demás, al contrario, es de más cuidado…, experta en golpear
testículos y abrirse paso a dentelladas, es, fuera de entrenamiento, amiga leal
y mejor compañera, su presencia me complica más las cosas, no importa, ya no
puedo dar reversa. Empieza la fiesta, golpes vienen y van (en tres años, me he
lesionado varias veces, costillas hundidas, manos y rodillas dislocadas, una
que otra cortada; normal, nada que el tiempo y un poco de cuidado no curen), poco
a poco, practicantes recién ingresados van copando el sitio, y mientras Daniel
les da indicaciones, yo voy quemando energía, sintiendo más presión y
transpirando más de lo acostumbrado (claro que yo sudo comiéndome un helado, lo
confieso), los ojos de mi instructor, y a pesar de estar en varios lados, no se
despegan de mí, me evalúa cada movimiento, me corrige en la marcha, me exige
cada vez más.
Debo parar un momento, estoy
combatiendo contra dos personas y, contrario a lo que piensa el profe, no paro
por agotamiento o por estar recibiendo demasiados golpes, no, me detengo pues
siento que impacté muy duro en la cara a Mario, y esa no es la intención del
entrenamiento, y en este caso de mi examen. Mi esposa, mi adorado “Monacho”,
siempre me cuestiona sobre el motivo por el cual practico Krav Maga, se le hace
demasiado violento para una persona que se prometió hace más de 20 años no
ejercer ningún tipo de violencia, “a ti te gusta que te peguen”, dice, y yo
solo puedo responder con la frase más cliché que conozco en este tema: “es
mejor tener las herramientas y no usarlas, que necesitarlas y no tenerlas”,
dicho esto, doy por terminada la conversación, me siento más sabio que el señor Miyagi, doy media vuelta y me
voy.
La verdad, al comienzo,
asistía por acondicionamiento físico…, un cuarentón, fumador fuerte, cuyo
deporte extremo era tomar tinto, y con un sobrepeso de 15 kilos, necesitaba
algo de deporte para no dejar, o mejor, para no permitir que la máquina dejara
de funcionar por descuido; pudo ser el atletismo pero no me gusta correr, pudo
ser el baloncesto, pero salta más un Alka Seltzer dentro de un yogurt, en fin,
por necesidad y curiosidad llegue al Krav Maga, y me quedé. Hoy la motivación
es otra, es la interrelación tan bonita que existe con los muchachos y niñas
que me acompañan en esta aventura, es el poder aprender de ellos y regalarles
algo de mí, ese es mi motivo actual, sin mayor pretensión o exigencia, no busco
ser instructor, o permitirme licencias güevonas como creerme más que alguien,
no pienso cambiar mi voto de no violencia y salir a darme en la cara con el
primer “ñero” que encuentre, si algo he aprendido, si algo me ha dejado este
cuento, es que la prevención y la inteligencia, nos pueden alejar de muchos
peligros y dificultades, es nuestra base, y nuestra norma, “si sabe que por ese
sector atracan, pues no se meta por ahí”, fácil y sencillo, en fin, estaba
hablándoles de vacas y termine evocando a Blanca Nieves. Retomo.
Ya estoy en el punto de
agotamiento extremo, son las 11:30, llevo cuatro horas de evaluación y no tengo
mucho que ofrecer, Mario ya se ha marchado, pero el profe convoca a los demás
compañeros a que “colaboren” conmigo en esta prueba, eso significa, que ya no
tendré dos personas encima, ahora serán cuatro o cinco, y aunque principiantes,
no tengo fuerza y eso, eso es para ellos tener un saco de arena que camina, hago
acopio de fuerza y algunas técnicas de entrenamiento mental vistas con
anterioridad, eso me permite seguir de pie, ya sin aliento, pero guerreando,
estoy recibiendo de todo, por momentos me desespero y golpeo con fuerza a los
chicos, Daniel me baja la intensión, combinando este tipo de presión, con
respiros momentáneos para observar técnicas específicas y obvio, con tandas no
muy agradables de abdominales, sentadillas y flexiones de brazos, en mi
interior puteo mil veces mi hábito de fumar.., debí empezar hace muchos años a
entrenar, me afirmo; recuerdo a mi mamá, a mi esposa…, pienso ya no de manera
tan grata en los que me están “abusando”, tomo aire y continuo resistiendo, en
algún momento tendrá que acabar esto, nada es eterno, Daniel hace una señal con
las manos…., todo termina.
1:30 PM, seis horas después
de comenzar, ha culminado el castigo, la prueba, el examen, la evaluación,
cualquier sinónimo que le dé, no le va quitar lo pesado al esfuerzo, en el
ambiente se respira expectativa, fueron varias las correcciones, además que no
siempre se pasa: hay grandes practicantes que presentaron hasta tres veces su prueba
de ascenso para nivel 1 y no lo lograron, yo, estoy para nivel 2 y la verdad me
doy por bien servido al haber terminado sin rendirme y sin lesiones, el Profe
tiene la última palabra…., como buen conversador, dilata el veredicto, habla de
muchas cosas, hace un llamado a próximos eventos, a la disciplina y
constancia…, algo en su discurso me da a entender que fue una “prueba NO
superada”. Ya tranquilo me digo que “otra vez será”, que hay que entrenar más
duro y que siempre habrá una circunstancia por superar, tomo aire y espero con
paciencia una posible negativa, tengo hambre y quiero salir ya de eso,
desespero propio de la falta de energía.
Por fin me llama frente al
grupo, me felicita y en nombre de “KMG Global”, me da la bienvenida al nivel
P3, prueba superada, el corazón palpita muy rápido, estoy feliz, doy gracias a Dios,
a la vida, a los compañeros, a mi esposa, al instructor, a Marina, a Mario, al
señor de los helados, al árbol, al perro…, estoy tan satisfecho que le
agradezco a todo. La vida, es algo más que “nacer, crecer, reproducirse y
morir”, siempre habrá nuevos retos, nuevas expectativas, la fiesta no puede
acabar antes de que yo no haya bailado,
el retorno a casa me espera con la satisfacción del deber cumplido, Marysol
estará esperando con confianza y un “te lo dije”, la noticia que ella intuía
desde siempre, su Fe en mí es inquebrantable: sí, soy un P3.
En un año, si Dios lo
permite, de nuevo el café sabrá más amargo, la ansiedad tal vez no me dejará
dormir, La Mona me dará su mejor beso, el transporte estará excelente, Daniel
será aún más exigente, y la vida seguirá siendo amable, en un año, el “abuelo”
será más abuelo, mientras los niños, van a ser siempre niños.
Me retiro, ya terminó el
esfuerzo; me reconcilio con el señor Marlboro, fumo como si fuera el primero en
mi vida, con pasión y ganas…, me voy. En un año lo puteare de nuevo.