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lunes, 30 de enero de 2017

LA REALIDAD DE UN SUEÑO

LA REALIDAD DE UN SUEÑO
Juan Hasty González, Cuba

Una mañana de mayo, cuando muchos árboles se llenan de flores y el sol resplandece en el alba, un niño llamado Chefi, despierta y se da cuenta que no está con sus padres, ni con su familia - ¿Dónde está papá y mamá?- se preguntó. Se sentía tan solo y fue entonces cuando se decidió a caminar por aquel hermoso lugar y descubrir todo a su paso, todo lo que ve es ajeno a su vista, pero agradable. Extrañado se pregunta -¿Por qué estoy aquí?- y al instante una voz de tono dulce embargó su corazón y le dijo:
- Chefi, ¿Quieres saber qué anhela realmente tu corazón?
Sorprendido se pregunta - ¿Por qué estoy aquí? ¡No sé quién me habla! ¡Muéstrate! ¿Dónde estoy?
Sigue caminando y al rato se encuentra con el mar, deseoso de sentir el fresco aire del mar y ver su color verde y azul, abre sus brazos, respira profundo, sopla la brisa suave en su piel, detenidamente observa las aguas; agua de siempre, agua con vida, aguas extendidas, aguas dormidas.
El niño Chefi sigue sin entender y una vez más la voz le dice:
- Ahora no es necesario que entiendas nada, sino que comprendas que debes de crecer y seguir adelante, caminando sin mirar atrás
Siendo obediente a la voz, se desplaza por toda la orilla del mar, las olas bañan sus pies una y otra vez, de pronto comienza a correr largo tramo de la playa, se detiene y se da cuenta que se encuentra en el mismo lugar donde dormía, de pronto despierta y comprende que estaba profundamente dormido y todo era un gran sueño.
Chefi se había quedado acostado en un parquecito de la escuela. Camino a su casa, las flores que se desprenden de los árboles le caen a cada paso que da como si fuera nieve del cielo, flores hermosas, rosadas y blancas.
Muy contento con el sueño que había tenido exclama:
¡Voy para mi casa que está en mi pueblo, que está en mi tiempo!

¡Voy para mi casa que ya he aprendido a mirar el cielo!

lunes, 23 de enero de 2017

EL PUEBLO SIN NOMBRE

EL PUEBLO SIN NOMBRE

Jeackson Antonio Vargas Benítez, El salvador.


El resplandor del sol iluminaba el día. En el cielo se observaban pocas nubes. Una brisa cálida y suave atravesaba las hojas de aquel pequeño árbol de jocote que media poco menos de dos metros.
La mano de don Víctor lanzaba puñadas de maicillo, que recogía de un pequeño guacal de morro que tenía sujeto con sus piernas. Las palomas armaban un alboroto para poder agarrar un poco.
Ya acabado el grano, en un pequeño guacal de plástico color rojo, don Víctor colocaba agua fresca para las pequeñas avecilla, para que introdujeran sus diminutos y delicados picos, con los cuales absorbían casi gota a gota aquel limpio líquido, obedeciendo a su instinto natural acudían en pequeños grupos.
Don Víctor acostumbraba luego de esta rutina, a tomar una taza de café. Le pedía a su esposa aquel pequeño antojo. Ella le observaba el rostro fijamente, con una inmensa ternura, con aquellos ojos grisáceos, que parecían brotes de agua zarca. Con una sonrisa en su boca, aquella bella mujer de tez morena se dirigía a la cocina por la taza de café. Sabía que a su esposo le gustaba el café hecho en hornilla de barro, para beberlo recién sacado del fuego. El rico aroma se expandía por cada rincón de la casa.
Cayó la tarde, las aves anunciaban la noche. Don Víctor y su esposa sentados en la mesa, uno frente al otro. Ella dijo: “Gracias señor por este alimento, bendícelo y te pedimos que se convierta en alimento para nuestros cuerpos”. Amén – terminaron los dos-, comenzaron a comer. Don Víctor le sonrió a su esposa y le dijo con vos tierna y suave “Te amo, muchas gracias por la cena”. Ella sonrió y lo miro lleno de ternura.
Terminaron la cena. Ambos se levantaron. Don Víctor se dirigió a la sala, y observaba fijamente la foto que estaba colocada en la pared blanca. Era de uno de sus hijos, fallecido en la guerra. Una pequeña lágrima atravesó su mejilla. Pensó en ese instante, “Señor estoy seguro que lo tenés gozando de tu gloria, vos sabes que el dio la vida porque sus hermanos tuvieran un lugar mejor donde vivir y también los Quería proteger”.
Luego de eso se fueron a acostar. Antes de dormir don Víctor comentaba lo bueno que había sido su hijo, los sueños que tenia, las grandes ilusiones. No quería que sus hermanos vivieran en un lugar lleno de odio, soñaba con un lugar más justo. Ahora está en un lugar mejor- dijo su esposa-. Aquí fue su primer paso, allá es el segundo, en el cielo le está pidiendo a Dios por ese lugar más justo y mejor para nosotros. Luego de esta conversación se durmieron.
Don Víctor comenzó a soñar. Iba caminando por unas montañas. Se oían ruidos de helicópteros, de un lado hacia otro. Él se asustó pues también se escuchaban disparos, muy cerca de él. Comenzó a sudar, a desesperarse. El corazón le latía cada vez más fuerte. Un escalofrío le recorría todo el cuerpo, y corrió muy rápido. De repente a lo lejos vio sentado a un grupo de niños muy tranquilamente. En el centro estaba un joven de tez morena, cara pequeña, cabello negro y brilloso, muy liso. Su nariz era muy escasa, pero muy fina. Don Víctor lo reconoció de inmediato, era su hijo, sentado al centro.
Junto a él, estaba otra persona que lo miraba atentamente y se sonreía. Como se notaba el cariño que aquel hombre le tenía a su hijo. Un hombre barbado, moreno – igual que su hijo-, de mediana estatura, que denotaba paz y serenidad.
Don Víctor se acercó más, para escuchar mejor lo que su hijo decía. Cuando se acercó pudo escucharle contando una pequeña historia:
Crecí en un pueblo que lleva un nombre muy peculiar, y contradictorio a su realidad. Hace alusión a un bosque que no existe, a un río, hoy contaminado, su nombre es río boscoso. Alejada de la modernidad, la gente de mi pueblo se levanta muy temprano. A veces salen antes que el sol. Nos gusta ver las estrellas, y soñar cosas bonitas cuando las vemos. No podemos pasar por alto tan bella creación. Imaginen un mundo donde nadie las vea, que extraño sería, pero eso no pasa en mi pueblo. Nos bañamos con agua muy helada de nuestras pilas, a guacaladas como comúnmente decimos por aquí.
Después del baño, ponemos un poco de café al fuego, para tomarlo luego bien calientito y así opacar el frío y pegamos la corrida al cuarto, porque en la madrugada uno sí que se caga del frío. El humo del café se mezcla con la neblina de la madrugada, es rico beberlo en un pequeño guacalito de morro y acompañarlo de un pedacito de pan dulce. Entre soplo y trago se va acabando. Llega la hora de irse a trabajar, para nosotros esto no es molestia, el trabajo es bien remunerado y con lo que se gana alcanza para cubrir los gastos necesarios. A mi gente no le da miedo salir de sus casas, pues no hay peligro alguno – aun siendo de madrugada y bien oscuro-. Antes de salir nos despedimos de los que quedan en el hogar y le damos las gracias a Dios por un nuevo día regalado. Caminamos un poco para tomar los autobuses que nos llevan hasta la capital, donde está el medio de trabajo más grande de la región. Se puede observar mucha gente en la calle que van también a sus trabajos. La brisa helada de la madrugada nos cubre todo el rostro.
Salta el primer rayo del sol por encima de las copas de los árboles, esta suave luz ilumina volcanes, sueños, ilusiones, esperanzas, nubes, las cuales se ponen amarillitas como yemas de huevos. Esto solo dura unos instantes por que luego se pone bien clarito. Los pájaros salen cantando de entre las hojas verdes y frescas de los árboles, empapadas del rocío de la madrugada. Gota a gota cae el rocío en el verde pasto, donde solo se ven filas de hormigas trabajando.
Al llegar al trabajo, todos somos bien recibidos por sus compañeros y hasta por el jefe del lugar, mi gente no conoce de injusticias, las personas con cargos importantes no se aprovechan de sus cargos pues ellos saben que es por nosotros que ellos están ahí, trabajan muy bien, no se aumentan los salarios injustificadamente, pues ellos siente que esto es incorrecto, y un grave irrespeto para mi pueblo y ellos respetan eso, aunque aumentarse el salario no es malo cuando uno se lo merece, mi pueblo así los premia pagándoles y aumentándoles cuando es necesario, hay un equilibrio en mi sociedad. Aquí se nos respeta nuestra dignidad, no se burlan de nosotros, no nos engañan. Si una de estas personas comete algo malo o no está haciendo bien su trabajo, no se siente digno de estar más ahí, delega su puesto a otro que lo desempeñará mejor, están conscientes de eso.
Volvemos a nuestros hogares, satisfechos de un día de labor más. Llegamos a descansar para el día siguiente.

El joven pone punto y final a la historia. Una sonrisa aparece en su rostro. Don Víctor se pregunta, ¿De qué lugar estará hablando mi hijo? El joven dice a los niños. “voy a confesarles. Que en esta historia solo hay dos verdades. La primera, el lugar si lleva el nombre de un bosque que no existe y de un río que está contaminado. La segunda, mi gente aun en su mala situación, en sus miserias, injusticias, inseguridades da gracias a Dios por la vida, guardan la esperanza de un futuro mejor. Un niño se pone de pie rápidamente. Don Víctor se impresiona al ver al muchachito preguntarle a su hijo, si en la historia hay solo dos verdades y las demás no, ¿qué nos querías decir? Don Víctor ve como su hijo se sonroja, lo que quería enseñar es que tratar de ocultar las verdades no es bueno, dejar pasar de largo o esconder las injusticias, la realidad y no luchar por un lugar mejor, también quería enseñarles lo bueno que es soñar con lugares tan bellos como este, es un regalo de Dios. Para que nosotros trabajemos por este lugar. Don Víctor salto de inmediato muy asustado y se dio cuenta que estaba soñado, rápidamente se dirigió hacia la sala. Se sentó en un sofá azul muy cómodo, a ver la foto de marco ocre que colgaba en aquella pared blanca. Absorto en la cara de su hijo.

lunes, 16 de enero de 2017

LUZ Y OSCURIDAD

Feliz y próspero 2017



LUZ Y OSCURIDAD
Autor: Daiana Daguerre




Me siento sola, ¿no hay nadie más aquí?

- si yo. La Oscuridad... vente conmigo, ¿te despreciaron? no importa yo no lo haré, ¿se burlaron de ti? ven conmigo y nos burlaremos de ellos, ¿te lastimaron? dale vamos nadie más lo va a hacer ahora-.La oscuridad vestía un vestido negro de seda, frío como la muerte. Malvado, Perverso.

-No lo haré- respondió la chica- Eres mala, fría despiadada. No me convertiré en lo que tú eres -A lo que la oscuridad respondió- ja ja. Niña, te puedo dar todo. Puedo hacer que sufran y paguen cada una de las que te hicieron. ¿No ves que no ganas nada con defenderlos? Ellos se burlaron de ti, es hora de que ellos sientan lo que tú sentiste-.
-No y no- volvió a repetir esta con lágrimas en los ojos- sé que me dañaron, sé lo que me hirieron y me sentí fatal, pero hacerles lo mismo, sólo me convierte en uno de ellos-.
- no niña no te equivoques, no te conviertes en uno de ellos, te conviertes en ti misma-.

La chica al sentir estas palabras quedó helada y se repetía para sí: “¿en mi misma? ¿Acaso el mal soy yo?, ¿será mi destino?”.
Mientras tanto, la Oscuridad, que podía leer sus pensamientos agregó: - Es tu destino. Tu destino es ser mi sucesora. ¿No disfrutas el sufrimiento en sus ojos? ¿No disfrutas el sentimiento de temor que les inculcas?-
Esta al escucharse a sí misma se sonrió, pues dio el trabajo por terminado, ya nada tenía que hacer allí.
La muchacha la miró seria, enjugándose las lágrimas de los ojos y respondió: - Y a todo esto… ¿Dónde está la luz, lo bueno, lo que sea?-.
La Oscuridad largó chispas de sus ojos y agregó – no seas tonta. Ella no existe, es solo lo que ustedes quieren creer. Es ese sentimiento que los vacía poco a poco a todos y cada uno de ustedes, por eso vengo a librarte de ese tonto sentimiento sin esperanza-. Y se acercó para llevarla.
.Espera- respondió la chica ahora con autoridad y potencia- ya se lo que quieres. ¿La luz soy yo verdad? Cualquiera te hubiese aceptado, se hubiera perdido en su propia cordura. ¿No ves que es inútil? Mientras que yo, y todos los que existamos no nos rindamos daremos paso a la luz. La luz somos todos los que creemos, somos todos los que tenemos ese sentimiento de esperanza y de que todo puede ser mejor. Al cabo, si no existiera la luz nadie se te opondría. ¿Pero vez? Fallaste, es mejor que te vayas. Aquí nada tienes que hacer-.

La Oscuridad llena de odio, se alejó al rincón más oscuro de la habitación y se fue así como lo hizo la sombra al ser perseguida por un rayo de sol.