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lunes, 5 de febrero de 2018

CUANDO EMPIEZAS A SER UN "DON"


CUANDO EMPIEZAS A SER UN “DON”

Por Fernando Vanegas












“La experiencia es como la peinilla que le regalan al calvo; siempre nos llega tarde”.
La balada de María Abdala. Juan Gossaín.




Cuando era pequeño, los únicos “dones” que conocía aparte de los del Espíritu Santo, eran a “don” José, mi padre, “don” Jesús, el de la tienda que le fiaba a “don” José; a “don” Arturo, el hermano de “don” Jesús, que autorizaba el valor que podían dar como crédito a “don” José, y por supuesto, “Don” Velazco, el mayor de todos…, no tenía nada que ver, pero entre todos estos “Dones”, se pegaban “doñas” peas.

Entonces todo era más fácil, existía un principio de autoridad tácito pero implícito, desde niños nos educaban para eso, sabíamos por práctica-error, que transgredir el código invisible del respeto, podía, sin temor a equivocarnos; acarrearnos una visita no muy amena con los psicólogos de la época: la correa, el palo, el zapato, la manguera…, lo que encontraran.

Eran los “DONES”, y eso daba un estatus barrial de grandeza y heroísmo. En algunos de nuestros juegos inocentes, nos divertíamos imitándolos:

-“Don Jesús (impostábamos la voz), ¿es tan amable y me da un paquete de cigarrillos?, mañana se los pago”.
-“Con mucho gusto don José, ¿de  cuáles?...,

Queríamos en nuestro interior de enanos, ser grandes…,

Más adelante en mi línea de tiempo, con mis veinte encima y en plena etapa de universitario, los “dones” que remplazaron a esos prohombres de antaño, eran  sin duda, profesores que me inspiraban respeto y admiración, “don” Pedro Luis Chamucero, “don” Mariano, el de gramática, “don” Placido (que me hiciera sentir por fin, algún gusto por las matemáticas), y obvio, “don” Gonzalo Ortiz Charry, de periodismo político por allá en noveno semestre…, eran “dones” felices, que nos embriagaron de conocimiento (así, literal, aprendimos más en donde la “gorda” y en los estancos, que en las aulas).
“se tejen guantes de lana virgen para señora”, “Rosita la empanadita”, “un hombre sin cachos es como un jardín sin flores” y la máxima de todas, la de Charry: “a la política y al poder solo se accede de tres formas, por asesinato previo, por maquinaria o por herencia…, claro que la historia dicta que también se llega ahí por un culo”…, cuanta sapiencia, cuanta sabiduría, cuanta erudición.

Nunca se los confié, pero hubo compañeros a quienes en silencio y por no pasar de lame botas, también les di la categoría de “dones”: “don” Elkin, “don” Jaime, “don” Julio (no, no el del Ley), “don” William y “don” Edison…, compañeros, guías, cómplices. En resumen, unos bacanes.

Luego el trabajo (y por subordinación), me pusieron en frente a otros “dones”, ya no tan importantes, ya no tan significativos, no cercanos a mi afecto…, en el cofre de esmeraldas, aunque todas parezcan iguales, siempre vamos a querer a unas más que a otras.

“el alma es antípoda del cuerpo, así, amanece para ella, mientras oscurece para él”. Ahora YO soy un “DON”, y esa etiqueta me pesa y queda grande…, una gran mayoría de la muchachada del conjunto donde resido, algunos alumnos, primitos que aparecen y que no tenía ni idea que existían, los infantes en los parques aledaños, todos, vienen con el “remoquetico” ese que me espanta y me sorprende. “Don” Fernando, me presta…, “Don” Fernando, me ayuda con, “Don” Fernando me puede explicar…, este pobre con “Don” (el chiste es viejo), de un momento a otro, sin querer y según la apreciación de mi estimado público, de repente arregla relaciones, orienta clases, sugiere procederes, da consejos, presta plata, invita cerveza, le invitan trago, regresa y liga al ser amado, repara la olla express, tiene el caucho para la licuadora, virutea, encera, lustra, da brillo…, no lo pedí, no sé por qué se dio, no sé a qué hora llegó, pero llegó. Trato de llevarlo con dignidad, dejando que las canas que empiezan a aparecer me orienten y me otorguen las respuestas, el respeto se ganó a punta de años y es difícil, es jodido ser el modelo a seguir de algunos, cuando vos ni siquiera tienes modelo…,es como la peinilla que le regalaron al calvo…,

Nada que hacer, llegué a la adultez, estoy en mi sazón, pienso como grande, me comporto como tal…, nos vemos, la Mona me grita que recoja mis Transformes.