Entrañable indescifrable
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IDEA CREATIVA Y ORIGINAL
ANDRES BARRERA LUGO
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Cuando comenzó a vivir, tal vez tendría 13 o 14 años.
Eran pues los años maravillosos de colegio, de las amistades eternas, de la
primera novia, y por qué no, el inicio de las grandes decepciones.
Siempre se considero bueno, y para justificarse aplicaba a sí mismo aquel adagio popular de que aquel que reza y peca empata.
La severidad de un padre ebrio e intransigente
contrastaba con la figura malgeniada y luchadora de su madre, la pasividad,
alegría y confianza que le despertaba uno de sus hermanos, y, la angustia
existencial, locura temporal, bohemia
inescrutable y tristeza pertinaz del mayor confraterno de este clan. Todo esto
convertía a este grupo en una mezcla perfecta de especímenes patológicos; y a
la larga esta masa familiar que lo envolvía lo fue apartando lentamente de la
inocencia sutil que a todos nos rodea.
No pasaron muchas madrugadas para que se creara en él la necesidad de
inventar dentro de sí un mundo independiente de este mundo, y ya con la
decisión tomada y la loca idea de revolucionar la tierra, que en algunas
oportunidades a todos nos envuelve, empezó a sumergirse en coloquios nocturnos,
en hacer amistades peregrinas y durables y en apartarse del circulo vicioso de
su familia, todo esto amparado por la sombra fatal de su inconformismo.
Un hombre realmente inteligente y alegre dio paso
reverencial a su silencio y despreocupación; la sonrisa de niñez se transformo
entonces en un carácter irascible y huraño, y, las manifestaciones emotivas que
entonces empezaban a nacer, fueron sepultadas para siempre por una máscara
imborrable de dureza y estoicismo propio de las estatuas marmóreas de los
próceres.
En fin, todo había cambiado y alrededor suyo surgió
entonces la preocupación impajaritable de su horda. Pero no era una angustia
gratuita, no, eran sus hechos los que afanaban, pues aquel a quien hasta ese
momento todos creían niño, había crecido y ni su madre con regaños, ni sus
hermanos con sus desplantes, ni aún su padre con su carácter recio lograban
entenderlo.
Tomo salidas inconclusas, busco bajo las rocas el
destino fugaz de su existencia, atravesó el mar inmisericordioso de la vida,
batallo muchas noches con su almohada,
pero nunca, ni en ningún lugar de estos encontró respuesta a sus preguntas, al final él, solo él, y dentro de él encontraría la verdad
que tanto añoraba en su silencio: había madurado.
Atrás, pero no para siempre quedarían las locuras de
adolescencia y la terrible edad de los destrozos, en la memoria cercana
añoraría los amigos de antaño, los lugares visitados y las experiencias
recibidas; sonreiría al recordar las noches eternas de impaciencias, de
abotagamientos etílicos, de conversaciones eternas, de amor a la naturaleza
verde y de amaneceres vacíos, y al final, y, pensativo, entraría en catarsis
reflexiva, colocando su norte al sur del de los demás para demostrarse
satisfecho que siempre tuvo la razón.
Nunca entenderán sus motivos, tampoco lo acompañaran
en sus razones, tal vez jamás crecerá para los otros, pero ya en el ocaso de
sus experiencias entenderán el juicio empírico de sus vivencias, pues al fin y
solo en ese momento los demás comprenderán lo maravilloso y complejo de su
existencia.
Hoy como ayer seguirá siendo el niño de la casa,
porque al final hoy como ayer, es el niño de mi casa.
JACK
Fernando Vanegas
Moreno
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