CÍRCULO
Escrito
por: Javier Barrera Lugo
Fueron godos y cachiporros, los
dueños de esta tierra olvidada de Dios, los engendros traicioneros que azuzaron
a los gringos para que vieran al caudillo que buscó reivindicaciones sociales, como
un supuesto agente del comunismo internacional dispuesto a convertir a Colombia
en el primer enclave soviético en América, quienes jugaron sucio y lograron su objetivo: eliminar
a Gaitán.
Nuestros miedos se hicieron realidad: el
hombre murió a traición, solo, como Cristo frente a esa turba acalorada de
idólatras romanos y fariseos calculadores que prefirieron la vida de un bandido
a la del Redentor.
El compadre Vanegas llegó serio, la mirada
envenenada, un costal lleno de machetes, el revólver casi inservible de Don
Abel al cinto y una cantina llena de guarapo para ahogar las penas y alentar la
valentía.
-Vamos a matar a esos hijueputas… Esta mierda se acaba porque
se acaba… ¿Nos volvieron a joder? Pues vamos a joderlos peor... Esta ciudad fue
hasta hoy, Don Pablo. Por mi madre que todo se va a acabar… Nos tocó cambiar el
destino.
La frialdad en la voz de mi compadre
retrataba la frustración de un pueblo que se hizo sentir y esgrimió, tras el
crimen, la preciada herramienta utilizada por los poderosos a través de la
historia para mover sus intereses: la violencia organizada.
Las bases -porque líderes aparte de
Gaitán no hubo-, estuvimos listas para pasar de las palabras a la acción, nos
embriagamos, formamos cuadrillas, caminamos
hacia la carrera séptima y comenzamos la carnicería.
No fue justicia lo que se reclamó, ese
privilegio nunca lo tuvimos. La ira se aplacó a través de la venganza, del ojo
por ojo, del diente arrancado que reemplazó a nuestro diente hecho trizas; el
dolor de un pueblo cloroformizado que se resarció en la aniquilación de sus
asesinos y cómplices.
El compadre tenía órdenes de los
allegados al Doctor para llevarnos a cazar godos y eso hicimos. Siempre supimos
que en Colombia no habrá espacio para los dos bandos y nuestra misión era
limpiar el estercolero en el que los políticos de siempre y sus calanchines nos
tenían malviviendo.
La policía los respaldaba, el gobierno
les pertenecía, el directorio liberal se vendió y nos dio la espalda… -Ya
negociaron nuestro pellejo esos malparidos buitres-, dijo el compadre con todo
el conocimiento que le daba ser el cuadro político de nuestro barrio. Pero eso
no nos amilanó, teníamos peso moral, no éramos hombres, éramos el pueblo de la
marcha del silencio, los encargados de purgar al enfermo.
Casi dos días de batalla nos volvieron
piltrafas con mucha menos humanidad. Matamos, nos mataron a muchos compañeros,
cambiamos la historia una vez más… y para mal de nuevo.
Regresamos
al barrio apenas entrada la noche. Decidimos guardarnos en nuestras casas a la
espera de noticias y para dormir un rato. Mi compadre apareció dos semanas
después con dos carabinas y un revólver que le quitó a un godo borracho al que
le cortó la garganta mientras orinaba sus últimas cervezas. Con cara de pocos
amigos, me dijo:
-Toca
perdernos, compadre. Los “perros” nos buscan para darnos de baja. Muchos
compañeros ya arrancaron pa’ los llanos, allá como que están organizándose pa’
tumbar al gobierno.
-¿Y
los de acá qué?-Pregunté. El compadre Vanegas me miró con cara de pocos amigos.
Continué-: Somos los que respondemos por la casa. ¿Y los hijos? ¿La mujer?... ¿De qué van a vivir? ¡Compadre, no nos podemos volar!
-Si se
queda lo matan los "chulavitas," los matan a ellos. Esto no salió como quisimos… No pudimos
tumbar la oligarquía como lo quiso el Doctor Gaitán; los teníamos a tiro de as
y estos cabrones se nos volvieron a montar… El hijueputa de Ospina y la mujer
pidieron muchas cabezas cortadas… Están débiles, o sea, más peligrosos… De nada
le sirve a su familia muerto, compadre. Además, la guerra no va a demorar
tanto, somos el pueblo, los verdaderos dueños de este cagadero… Vamos a acabar
con los malos, a hacer un país diferente pa’ sus “chinos,” pa’ los míos, pa’ todos,
créame…
Al compadre lo mataron en una emboscada
dos semanas antes de que Guadalupe Salcedo firmara la amnistía que dio el
gobierno tras años de guerra sin resultados. Nos devolvieron para la casa sin
un peso, enfermos, locos, llenos de muertos en la conciencia, sin futuro… y lo
peor de todo, sometidos por las mismas familias que pretendimos acabar, gente
que sólo nos ve como sirvientes, un problema diario, una caterva de “indios”
que hacen feo su reino de odio.
**La
imagen que acompaña este artículo fue tomada y pertenece a Sadi González y sus
herederos.