EL
CRISTO EN QUIEN CREO.
POR:
JUAN MALCOVICH
Y entonces aparece
Sin aviso, sin historias;
Inunda la esencia
Violeta de mi tristeza
Con el tibio
Calor de sus dedos.
Le habla transparente
A mis ojos desnudos,
Acaricia
La cabeza del hombre
Que agoniza
De soledad
Y se envenena
En el silencio.
El Cristo en quien creo
Busca mi alma enfermiza
En la oscuridad,
Con la inocencia
De la fuerza que construye.
Con luces rojas
Describe el sendero
Que guía
A los amados
A tu amor.
En la libertad de sus caminos
Dejo mi nombre
Escrito en cada piedra,
Mientras con alas
Dadas por la fe honesta
Llego a la profunda
Índole de aquellos
Que no nos sentimos
Relegados a su lado.
Gracias a ti, Cristo mío,
Maestro, hermano,
Cambio los tentáculos
De la muerte
Por los cielos limpios
De este primer día
De resurrección.
Gracias a ti, Jesús,
Preciado amigo,
A tu ternura y ejemplo
Es que un final amargo
Termina por ser
Únicamente el preludio
Del sueño y sus sueños
Que terminan haciéndose
Latente posibilidad.
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