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jueves, 5 de julio de 2012

LA TUMBA DE VALLEJO...


LA TUMBA DE VALLEJO
POR: CAMILO ETNA.

La inmortalidad, ese espacio vacío donde nada nos afecta, ni los recuerdos de las revoluciones en las que  perdimos la inocencia o el retrato que nos fue tomando de carrera en la puerta de Brandenburgo un  fotógrafo aún más humilde que nosotros, simples aspirantes a poetas.

Cuán difícil es apartarse del dolor de estar vivo, cuán noble es la actitud del que renuncia a las loas y cuya pasión primera es la de entregarse al desenfreno de la escritura, del silencio que trae como único premio el desprecio de sentirse y verse como el gran perdedor de una generación proscrita. La tragedia del inmortal debe ser su propia vanidad.

TRILCE apareció para meterse en el sabor de la boca con denodada violencia, abriendo brechas, quitándole  vendas a los ojos extraviados en las luces, tocando profundo las vetas más tristes del corazón. -¡Todo era un plan celestial!- concluí.

Me enteré de la muerte de Otilia, mi primera muerte silenciosa, a los pocos meses de haber llegado a París. -“¡Adiós Santiago de Chuco, adiós Perú, nadie te salvará ahora!”- dije en Montmartre antes de sucumbir ante el dolor y  la idea de vivir para siempre. Desde ese día César Vallejo, “El Negro”, cuida su tumba lustrosa recordando a Otilia, su amor en un paraíso infestado de serpientes, sufriéndola, ansioso de ver el fin de su propia leyenda.

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