DE UN GRANDE A UN GIGANTE
Joselo de Café Tacuba, nos habla de Cerati
El jueves de la
semana pasada estaba ensayando con mi grupo cuando me llegó un WhatsApp: “Tengo
una mala noticia que darte, murió Cerati”. Era mi amigo el
periodista Humphrey Inzillo, desde Argentina, por eso no dudé ni un
momento de lo que me decía. Tantas veces se había dado la falsa noticia de su
fallecimiento que muchas personas lo tomaron con cautela, pero horas después,
incluso minutos, era imposible no creerlo: después de varios años en coma, el
cantante, guitarrista y compositor argentino se nos adelantaba en este paso por
la vida.
Estábamos en un
descanso de los ensayos de la próxima gira, Re, así que no había
nadie cerca de mí al recibir la noticia, salí entonces a buscar a mis
compañeros y al staff que nos ayuda para darles la triste nueva.
Las reacciones fueron
diversas: hubo shock, tristeza, pero también un sentimiento de
alivio. Por más que había la remota esperanza de que despertara —era lo que
queríamos todos— no nos podíamos quitar de la cabeza el sufrimiento por el que
debía estar pasando Gustavo al vivir en ese estado.
Mi celular comenzó a
sonar insistentemente. Todos números desconocidos. Me imaginé que eran
reporteros buscando unas palabras para los titulares que saldrían al otro día,
ya me ha pasado otras veces. Los teléfonos de mis compañeros también comenzaron
a sonar, y Meme, sin pensarlo, tomó una llamada para enterarse que
sí, era alguien buscando una declaración. No sé que habrá contestado Meme,
pero me di cuenta de que yo no quería decir nada. ¿Qué iba a decir?, ¿que
estaba triste? Sí, sí lo estaba, al punto de no querer hablar con nadie del
tema. ¿Qué Gustavo Cerati era un gran artista?, muchos de
nosotros lo sabíamos desde antes de que se volviera noticia de primera plana
por entrar en coma.
Pero el teléfono
seguía sonando y también las peticiones por e-mail. Lo siento, pero
no contesté ninguna. Fue hasta el día siguiente que otro amigo periodista
argentino me pidió que escribiera algo para el suplemento dominical del diario
en el que trabaja. De una u otra manera me dejé convencer, pero nunca estuve
del todo a gusto con lo que escribí: que Gustavo era una
persona que brillaba en todos lados, que llamaba la atención por donde quiera
que pasaba, incluso la de aquellos que no sabían que era famoso. Era tan
especial que se fue de este mundo de una manera nada común, nos tuvo a todos
pendientes de él durante años, creando una expectativa digna de un rockstar,
lo que sin duda era Gustavo Adrián Cerati Clark.
Incluso con todo lo que escribí sentía
que faltaba decir algo más, y aún ahora no sé bien de qué se trata. Debe ser
que no sabemos —que no sé— cómo hablar de la muerte, sólo me queda aceptar que
es un tema que se me escapa de las manos.
Una semana antes
había caminado por la colonia Roma, por Álvaro Obregón, y pasé por el Bar Cerati,
un pequeño local en donde anunciaban pizzas y cerveza. Había fotos de
Gustavo y sonaba una canción de Soda Stereo. Me dieron ganas de tomar
una foto y mandársela a Maitena Aboitiz, a quien seguro le daría
mucho gusto recibirla, pues, ella, que recopiló en un libro las entrevistas de Cerati,
le gustaba atestiguar el cariño que México le tiene a esta figura del rock
argentino.
No tomé la foto porque no había mucha
luz y no le iba a hacer justicia al lugar. Ese establecimiento se incendió la
madrugada de este lunes, debido a un corto circuito. El altar que le habían
puesto al morir, escapó de la llamas.
¡Qué misterio tan grande la muerte!, y
por lo tanto también la vida. Se nos fue un gran artista que todavía tenía
mucho que darnos, más canciones, más conciertos. Eso es lo que nos imaginamos,
pero ya no lo sabremos. El cliché dice que ahí tenemos la obra que dejó para
disfrutarla y como todos los clichés tiene mucho de cierto.
¡Grande, Gustavo,
te aplaudo siempre!
No hay comentarios:
Publicar un comentario