LAS NIÑAS BONITAS SIEMPRE ESTÁN DESCALZAS
SEMPER
SIMUL SEMPER CARMINA, CATA
Por: Javier Barrera
A: Patricia Sáenz, quien
brindo ideas puntuales para este escrito.
(En
tono de borrachera)
Camilo Etna,
mi amigo, siempre será una caja de raras sorpresas. Hace dos semanas lo
encontré en la cantina del “viejo Santafé”, allá en el city garden, el
barrio donde nos criamos o malcriamos, desocupando un par de botellas de whisky
con una sonrisa gigante como su ego enmarcando la escena. Aullando su
acostumbrado “¡Quiuuubooo, Barrera!”, y los brazos abiertos, me invitó a
compartir el néctar que los dioses escoceses brindan a la humanidad desde hace
siglos. Lo servimos en copas de aguardiente, el glamour no es una de las
exigencias del servicio en aquel estanco mítico frecuentado por mecánicos,
vendedores de chance, pelafustanes de estirpe, obreros y hasta poetas varados
como Etna y yo.
Eran las cuatro y veinte de la tarde cuando me
empaqué la primera “bala sepia” entre pecho y espalda. Camilo, experto en crear
atmósferas de curiosidad, me indicó que con mi siguiente trago vendría su
explicación a esa alegría que le apretaba los huesos. Primero hablamos de
fútbol, de razas de caballos y hasta de Petro y su revolución social
incompetente. Así es el buen poeta, un excéntrico bendecido por las musas del
lenguaje encabezadas por Polimnia, un tipo para el que cada tema termina
convertido en lo más importante de la vida. El segundo whisky lo ingerí de un
empujón; la expectativa me estaba rompiendo los testículos.
-Bueno, hermano. Me va a contar o comienzo a
hablarle de literatura japonesa y lo dejo borracho de conocimiento-dije con
ansiedad. Una mueca de satisfacción fue el preámbulo al cuento que salvó un
sábado demasiado aburrido.
-No se preocupe, ya desembucho. Lo que voy a narrar
cambió el curso de mi vida. El bardo afiebrado con las ideas de Marx, Engels, Lenin
y hasta del cobarde de Stalin, el tipo apasionado por las damas
maniáticas, dio paso al hombre que se enamora por primera vez de la misma mujer
que no lo amó. Pero cuidado, lo vago no me lo quitan ni el estrellato ni
la corrección de los sentidos. Quedemos claros en eso.
-Vago siempre será, eso no lo dudo-manifesté. Y
continué-: lo conozco desde los nueve años y sé que la autodisciplina es una
virtud que no abrazará jamás. ¡Cuente hombre! Ya me está desesperando, no joda,
la paciencia tampoco es una de mis fortalezas.
Sonrió como los
niños que no miden consecuencias cuando se salen con la suya. Sirvió el tercero
de la cuenta, planchó las arrugas de su chaqueta y comenzó su retahíla llena de
verdades y fantasías verdaderas, “las que le dan color a la historia”, dice
siempre que descubro sus exageraciones cromáticas. El meollo del asunto no
tenía las dimensiones de evento triunfal, fueron los alcances imaginativos de
Camilo los que elevaron la temperatura de la historia. Se encontró días antes
con Maribel C, a quien no veía hacía lustros, en un centro comercial cercano al City. Sus
memorias se removieron y hasta la olfativa, la menos desarrollada de sus
latencias, le trajo de nuevo el olor del vinilo con el que Maribel C, pintó los
girasoles naranja que decoraron su casa los tres años que de mala manera pudo
soportar estar al lado de un fauno obsesionado con la escritura de sueños.
-Estaba tal cual la dejé ese noviembre, Barrera.
Profunda placidez, sonrisa apenas perceptible, el pelo negro recogido con una
hebilla roja, los mismos pies pequeñitos que mordí obsesivo cuando viví con
ella… Las niñas bonitas siempre deben andar descalzas por la casa, ese es mi
único mandamiento. Ella me confesó que ahora no deja sus pantuflas por nada del
mundo… Buen tema para un poema, ¿no le parece?
-¿Está seguro? Hace tantos años que no la ve, Etna.
Tal vez está confundido, siempre he pensado que usted jamás la va a poder sacar
de su sistema, hermano. Además lo veo feliz en medio de una tristeza
atroz que su mirada no disimula… Bueno, no tanto tristeza como decepción, no sé
si me equivoco.
-Obvio, estoy feliz, triste, como dice usted,
también confundido, decepcionado, narcotizado, horrorizado. Están los recuerdos
con ella, lo hecho y no hecho cuando estuvimos juntos, viejo, pero hay cosas
que se notan, los hijos le han marcado el cuerpo y el rostro. Son dos, me
comentó, niños igualitos a ella, tiernos, igualiticos a al papá también, según
Maribel C. No creo que sea posible, los “chinos” no son calvos y feos, ni están
trastornados, no tienen cara de mala gente. Me mostró una foto y son los clones
de ella, gracias a los ángeles de la maternidad. Todos estos actores, su
presencia, influyen en lo que es ahora. Las líneas en la frente y las
incipientes bolsitas bajo los párpados delatan que ha crecido, ya no es la
misma, me miró diferente y eso no deja de escandalizarme-una mueca de
resignación humanizó su rostro.
-Pensé que me iba a decir que lo había dejado
impactado, enamorado nuevamente.
-La vi con gratitud, eso es jodido para un tipo
como yo, una falta de respeto con ella. Siempre estuve seguro de desearla hasta
que fuéramos ancianos, me traicionó el cálculo optimista. Maribel C ya tiene
una vida con tareas específicas, yo no tengo con qué pagar el arriendo de este
mes. Creo que mi sentido de construcción de futuros se quedó sin musa, mi querido
Javi.
-(Silencio).
-Me volví a quedar sin ella, esta vez porque la
vida lo quiso así, ninguno de los dos tuvo nada que ver… Y le voy a hacer caso
al destino por primera vez. Me liberé, por eso estoy feliz. ¿Otro
“whiscacho”?
A las once pasadas
el “viejo Santafé” cobró la cuenta y nos sacó a empellones del local. Caminamos
hasta el Bulevar y encontramos abierto Canterbury,
“desparchadero” de bohemios y oficinistas con algo de espíritu. Pedimos más
whisky y dispuse mi cabeza para analizar los poemas que a Camilo se le
empezarían a ocurrir. La suerte estaba echada, me iba a aburrir como una ostra.
Me sorprendió. Sacó una libreta de su morral y escribió con tinta azul un
verso. Me pasó un esfero de tinta negra y me dijo que escribiera la siguiente
línea. Aquel juego de adolescentes ebrios, hacer un poema a cuatro manos y
regalárselo a la bonita de la noche, resucitó en ese bar lleno de gente
demasiado joven para estar tan aburrida. Las letras y los tragos, combinación
perfecta y perversa, empezaron a hacernos mella. Etna se descompuso, miró por
los cristales y desató la cascada de frustración que le comía el espíritu.
-Soy un mal elemento… Girasoles naranja en una casa
que no tenía muebles. Girasoles naranja en una casa vacía. Girasoles naranja en
una casa que se quiere llenar. Eso era todo, dolor, echada de culpas, el amor
vivo. Inspiración en un fracaso, en la médula del imposible final feliz. ¿Dónde
encuentra más elementos melodramáticos? Lo que me dolió al ver a Maribel C fue
que todo eso lo evaporó el tiempo que pasó, Barrera. Uno no extraña lo que le
sobra, lo que tiene a la mano. Ese material que nos da bríos para escribir son
los recuerdos cuando están patentes y asumimos que todo ocurrió hace horas. La
vi y de inmediato sentí su progreso. De aquella niña con la que enloquecí sólo
quedan melancolías que se agotaron, un número determinado de fábulas que se
desgastan cada vez que las traigo a colación. Ahora, Maribel C es una señora
atractiva y madura, una vida de proyecciones, dos hijos sangrones y bellos que
piden de todo a todas horas, un esposo insufrible. Me vi en un espejo
mentiroso, juré que estoy igual, que veinte años no me pasaron por encima. Un
error imperdonable. Me acabo con rapidez y mi único acerbo son los
remembranzas. Vaya si es fregado comprobar cómo pasa de rápido este cuento que
llamamos crecer-se limpió la boca y siguió escribiendo su parte del verso.
El hombre me dejó frío. Un mago de la palabra, un
manipulador con muchos escrúpulos, me hizo ver lo que no quise hasta esa noche:
aparecieron en mis espacios mentales Ceci, la amiga de Vanegas, Carolina,
Adriana viviendo en Miami, Claudia A, Sandrita P, Aura, Marcela, Sulma,
Lili, Diana, Gloria, Nidia, Lucía, las nenas del Instituto, todas las niñas
bonitas que ya no andan descalzas porque son más cómodas las pantuflas. Ya
ellas no pintan girasoles naranja en su primer apartamento de solteras y con
novio, quienes utilizan ahora los pinceles son sus hijos, adolescentes como
alguna vez lo fuimos Camilo Etna, Fercho, Mico, Carlos Eduardo, Los Barrera, José,
Lucho, Giovanni, los manes del Seminario Espíritu Santo. Dolido, me lancé al
vacío defendiendo a toda una generación:
-Claro que no las queremos igual, Etna. Ellas ya
tienen quien las quiera y quieren a quien las quiere o no las quiere tanto. Nosotros
somos niebla, añoranza, un espacio pulcro en medio de una cotidianidad que
golpea cruel. Lo entiendo hermano. Al igual que la democracia, el amor es un
concepto ideal que no aplica en la vida moderna. Es duro asumir certezas, los
escritores combatimos esa enfermedad llamada verdad sin mucho éxito, lo real
evidencia su poder llenándonos de grietas la piel de la cara, loco. Aceptar nos
libera, ser libre es jodido, lo bueno es que uno se acostumbra.
-Igual uno siempre encontrará niñas que se quiten
las pantuflas y llenen los muros de la casa con florecitas de colores. Por eso
estoy feliz, Barrera.
-Esas niñas descalzas siempre están buscándonos y
las encontramos así no conozcamos sus caras. Andan por ahí con pendejos que las
entretienen traicionándolas mientras llegamos, hermano. Un último trago.
Brindemos por las inmortales jovencitas lindas de nuestra historia, ¿o de
nuestra histeria?
-Radical lo que dice, cierto hasta el tuétano. Se
lo acepto por borracho y honesto. El trago es el suero de la sinceridad
¿Acabó el poema a cuatro manos? No he visto a cuál muchachita se lo vamos
a entregar.
-Quememos esta vaina en el cenicero, no tentemos a
la suerte-ordené. Y añadí-: La inocencia nunca muere y estas mujeres de las que
hemos hablado desde las cuatro la tienen toda, hoy se merecen la fosforescencia
exclusiva de nuestras palabras. Buen título para un aborto poético-etílico.
-Bueno. Estoy feliz y triste y confundido y la amo
y la detesto por envejecer y la vuelvo a amar y me quedo sin frases. Me volvió
a joder de felicidad Maribel C. Lo sucedido debe contarlo en un cuento, Javi.
Va a ser bien cursi y bien del alma.
-Del alma sale todo lo que hacemos ciertos
fantasmas cuando nos da por salvar el mundo y sus princesas vampiras, como dice
Calamaro.
-Por cursis no nos ganaremos el Nobel. Lo profetizo
en este bar.
-Por cursis nuestra gente, los amigos, las niñas de
las pantuflas, las niñas descalzas y hasta el “viejito Santafé”, van a sonreír
un ratico y agradecidos se sentirán, así no nos vuelvan a hablar. Ante eso el
Nobel es una huevonada.
-¡Salud por eso, hermano!
-¡Saludcita, poeta!
No hay comentarios:
Publicar un comentario