NUESTROS OTROS PASOS
Manú
Script
A
Baldor, felino persa, fiel compañía en esta andanza.
-Este viejo Dómine acaba por desconcertarnos,
¿cómo es posible que se entregue enteramente al azar por codicia, como casa por
cárcel?
Olvidamos lo último
que escribió el autor en la mitad de su obra, pues sabíamos que estaba lejos de
ser nuestro preferido. En vano buscábamos algo de comer, era la media noche.
Volvimos a las cobijas. En la mañana, iríamos a cumplir con nuestra labor
diaria. Nada extraño habría de pasarnos, pensamos. Caminamos con parsimonia
hacia la librería que llevaba el nombre del famoso dramaturgo y pintor Robert Rosset. Era la más rica en
contenido de Toronto, Canadá. Nuestro puesto no era muy notable, debíamos
contentarnos con brindar información puntual sobre lo que contenía esta gran
sede.
Una tarde cualquiera nace una
chispa inventiva que nos impulsa a vender gran cantidad de nuestra mercancía.
Nada estaba establecido aún, esto solo fue un simulacro y por tanto un acto
fingido para probar si nuestra idea tendría aceptación. Se nos acercó un
anciano, reconocimos su rostro, era el sujeto que siempre tomaba las revistas
de ocio, se sentaba en el sofá más cómodo, pedía un café y sin siquiera
degustarlo se dejaba vencer por el sueño haciendo que aquello que tuviera en
sus manos resbalara al suelo y lo despertara, y así unas cuantas veces más
hasta que decidiera marcharse.
Extraño era que esta vez no hubiese sido así. Algo en nuestro día y el
de él, había cambiado.
-
¿Por qué cambiaron de sitio mis revistas, dónde están ahora? – Nos dijo
exaltado.
- Primero dígame ¿qué
inquietudes se ha planteado últimamente?
-
¿Para qué quiere saberlo? No es algo que le interese, exijo mis revistas de
inmediato.
-
Es solo una estrategia para mejorar el servicio, entablar relaciones con
nuestros lectores, generar una amistad más allá de la literatura. Calma, lo
sabrá cuando me responda.
-
No le contaría jamás que me atrae la hermana de mi esposa, ni que es mi
obsesión. - Aseguró el anciano titubeando.
- Perfecto, tengo un
libro para usted.
- ¿Qué?, ¿acaso es
usted una especie de adivino?
- No, pero suelo
tener un don sublime y eso me hace ser el inventor del Readmind, una terapia
literaria para la psique. – (Éramos notables en el oficio de engañar).
- Pero, su oficio es
tan solo facilitar información sobre secciones literarias de la biblioteca.
- Lo entenderá cuando
comencemos con las sesiones de Readmind de Jeremy Watts y su clásico 'Lujos
Concupiscentes'.
- Aceptaré tan solo
si me cuenta el argumento central.
- Con gusto: la satisfacción
social de emanciparse en la lujuria.
Tres meses después, regresa el
viejo más rejuvenecido. Notamos en su faz una mayor claridad, su palidez
desaparecía, se avivaba su piel, su sonrisa tomaba más color.
- La historia es sensacional, fantástica, es usted un genio, le
agradezco. ¿No ha pensado en aplicar a su vida estas terapias, o a escribir sus
memorias?
- Escuche bien, no me debe felicitar, no he sido autor aún, tan solo
referencista.
En cuanto a lo último, no tengo recuerdos. Y me parece que mientras no
esté muerto, las personas podrán leer mis pensamientos y eso no me agradaría
mucho.
- Lo ha logrado, ha ido más allá de la concepción que teníamos los
lectores de la literatura. Hemos dejado de perseguir palabras y los libros de
ser hojas pasadas. Quisiera que se sintiera como yo, sé que lo necesitaría.
- No me considero digno de hacerlo con mi existencia, tan solo los
otros me dan la autorización, yo no puede proporcionármela.
- Entiendo que sea su misión con los demás, pero acaso ¿dónde queda
usted?
- Todos estos libros me cuentan, no necesito recordarme, no existo
dentro de mí, solo en el interior de los otros. Solo soy real en los relatos,
así sea como el autor: testigo y espectador no descrito. Allí en la recepción
terminó la conversación, el viejo nos miró como quien ve a un loco.
Tenemos que volver a casa. Oh!
¿Cómo hemos amanecido aquí? Por suerte es temprano. Pero si este es nuestro
hogar, (ahora titubeábamos) nuestra biblioteca, la más grande. ¡Ay! Cada noche
tememos despertar cuerdos, el sueño podría curarnos la locura. ¿Qué hemos hecho
con nuestro síndrome? No quisiéramos que nos olvide.
En tan solo 6 meses habíamos
vendido la mitad de nuestro contenido. Habíamos creado una comunidad de
amantes, adictos al mundo de las letras vivas. Todo se basaba en referencias,
como citas textuales a los fanáticos, ya no eran solo clientes satisfechos,
sino Readminders fieles, mentes apasionadas. Pasado un año, la mayoría de
habitantes de la ciudad estaba enterada de la nueva doctrina. Se inauguró un
nuevo departamento dentro de la biblioteca: La OML, Orientación Mental
Literaria. Para aquellos días nos sentíamos exhaustos.
Estábamos encargados de recibir
cientos de correos sobre los resultados de las sesiones de Readmind que
lideraba una amiga que había venido una de aquellas tardes que recordábamos con
gran lucidez, una licenciada que quería hacer parte de nuestro grupo y que
habíamos juzgado como una nueva paciente.
- Hola querido, vengo a enseñarte el nuevo éxito de este negocio, el
futuro de la literatura.
- ¿Quién eres? – Respondimos nerviosos ante la picardía de aquella
honorable señorita.
Insinuándose ante nosotros, tan provocativa, lanzaba una mirada
acechante bajando un poco sus lentes para ver con sus ojos los nuestros.
Respondía:
- Soy la nueva profesora, ahora no tendrás que hacerlo todo tú. Vengo a
darte una recomendación. El departamento no debe llamarse de esta manera, esto
hace que la gente se sienta enferma, hay que hacerles saber que el libro no es
un complemento, ni es lo que necesitan, sino más bien, lo que tienen tan dentro
de sí que lo desconocen. Lo que los inspira a conocer el sentido de sus
inquietudes, lo que los apasiona a la hora de contar sus vivencias y
compartirlas con sus otros ‘libros’, o en este caso, portadores de
experiencias.
Nos fascinaba su sagacidad, su
facultad de trascender y discernir, su intelecto; podíamos verlo, palparlo,
olerlo. Nos enamoraba el aroma de su mente, la textura de sus pensamientos, los
atrevidos colores de su voz. La música de las ondas de su cabello rubio.
Prosiguió:
- La gente quiere cercanía en la lectura, quiere acompañarse,
aventurarse en la soledad del otro y en el silencio que conoce los secretos de
los personajes. Quiere vivir dentro de la imaginación de su prójimo, su actor, su
protagonista. ‘Tú lo recorres, yo te cuido’. Es lo que dice el Readminder a su
compañía.
- Entiendo, entonces, ¿qué es lo que propones?
- Un Círculo de amantes, que estén dentro de lo que leen, que hagan el
amor en los dramas, las novelas, los poemas. Ir más allá de la lectura, hallar
el componente trascendental.
- Y que nos compartan su mundo en pareja para que nosotros lo editemos.
- ¡Correcto! Que ellos compartan sus libros y nosotros los unifiquemos.
¿Lo haremos juntos?
- ¡Que sea un hecho! Dime ¿cuál es tu nombre?
- Lo sabrás cuando acabes de leer este manuscrito.
Extendió su mano para
entregarnos el presente. Observamos su portada: ‘Los estruendos de la nueva
era’, Manifiesto del abismo actual de Bill Drecoil. La ilustración era una
perspectiva hacia el vacío desde el techo de un edificio. Comenzamos a
congeniarnos intelectualmente. La semana siguiente, presentaríamos al consejo
editorial un esquema de lo que sería nuestro proyecto TAA, (Tertulia de Amantes
Autómatas), que según nuestros planes, se convertiría en una Escuela de
Pensamiento Complementario y posteriormente en una Universidad de Proyectos
Unidos, donde cada pareja se construía y se reinventaba en su propia obra, y
así iría creciendo paulatinamente nuestro reconocimiento y nuestra calidad en
formación integral - emocional.
Nos encontramos con ella un fin
de semana en la mañana y desayunamos juntos, aún no sabíamos su nombre. La
invitamos a un café y entablamos un diálogo.
- El señor Neil Miller había preferido que su
amigo le hubiese disparado la misma cantidad de balas que el mismo Neil atinó a
sus víctimas en la guerra, pensaba que de esta manera la absolución de sus
pecados sería adelantada. Hablo de 'La
Jungla Cadavérica', del estadounidense Cristoph Malcolm.
- No sabes de que más
hablar sino de libros, hablar contigo es algo imposible.
- Quizás estoy
frustrado porque estoy asimilando el hecho de que no podré volver a escribir. Pero tú, con tus blasfemias no puedes decir
nada, ni siquiera te agrada la música clásica.
- Pero al menos sé bailar rock n´roll. Tengo claro que afuera brilla un
mundo lleno de colores y alegrías. Tú solo sabes vivir ensimismado en este
ínfimo rincón de la tierra.
- ¿Sabías que no es este un momento para discutir? Comer tranquilo es
vivir feliz.
- ¿Por qué no salimos? Nos espera el oleaje del mar y la brisa de las
praderas, cantan los pájaros las canciones del aire. Aquí te dejo lo de la
cuenta, te espero afuera.
Fue el instante preciso para
darle una muy merecida bienvenida a quien afirmaba ser nuestra encarnación,
sabíamos que se nos presentarían dos caminos que constituirían nuestro dilema:
creer viéndonos en él, o dejar de verlo creyendo en nuestro existir. Entonces
nos dirigió la palabra mientras nos preparábamos para salir del restaurante.
- Ya has vivido mucho amigo, yo vivo ahora tu muerte y tal vez sea yo
en quien encarnes.
Profiriendo esto se marcha, sin más ni más, riendo de espaldas.
No soportamos la confusión, corrimos hacia él gritando:
- ¿Por qué nos escriben?
La concurrencia nos mira con
ojos de extrañeza, guardamos silencio y salimos a la calle, mientras los demás
seguían concentrados en nosotros. Cuando salimos, ella ya no estaba.
Dos días después presentaríamos
el proyecto. Habíamos hecho una prueba con un grupo mediano, llevaríamos
suficiente documentación. Esperamos la respuesta del jurado durante meses,
tanto que perdimos la esperanza de que nos aprobaran. Mientras tanto, creamos
sin ella, una Casa Editorial Secreta, que era nuestro único refugio.
Allí podíamos ser realmente
nosotros mismos, inventábamos partiendo de la imaginación de otros. Traducíamos
idiomas que solo conocíamos nosotros. Allí nos alojábamos cada noche después de
trabajar. Hemos conocido miles de historias críticas que a nadie contamos,
simplemente las editamos, pero nadie conoce la verdadera, solo conocen nuestra
transfiguración, nuestros eufemismos. Los proyectos que nos llegan, no los
publicamos sino solo hasta el final, pues muchas editoriales cuentan con
escasos manuscritos candidatos. Tenemos una escritora socia que se hace pasar
por poetiza en el gremio de literatos, con frecuencia conforma el jurado de
algunos concursos juveniles de literatura, es una mujer con extremada lucidez,
ella es quien escucha a los escritores menos conocidos con el fin de apoyar
nuevos talentos.
No hemos dejado de sentirnos
algo más que arrogantes y sin derecho a intervenir en el mundo de otra persona.
Puede ser que quien nos narre ahora, no tenga idea de lo que es ser un editor y
escoger lo más representativo de la imaginación de un autor. Todo lo que
hacíamos era una paráfrasis de lo ajeno. Estábamos trabajando sobre el
pensamiento de otros, y era esa la única manera de ser nosotros, de otra forma
seríamos solo uno.
Aunque éramos enemigos de los
libros, éramos lectores excepcionales, ya no escribíamos. Encontrábamos en los
libros una distracción, una barrera que nos impedía pensar por nosotros mismos.
Desde que nos habíamos dedicado a este oficio, habíamos desaparecido, no
sabíamos quiénes éramos, ni cómo pensábamos.
Llegamos a la última parte de un
manuscrito. Este es el punto álgido del autor, el momento supremo en el cual el
protagonista habla por él y aunque no entendemos a qué haga referencia, hemos
de limitarnos a transcribirle en nuestro idioma. Seremos honestos ahora, no
entendemos mucho. Lo único que supimos traducir fue el primer fragmento del
último capítulo:
DE LO AGÓNICO, LO
HISTRIÓNICO Y LO CRÍPTICO
Ya se ha hablado
harto de lo dramático y su comedia, de lo ridículo que resulta su
representación y lo común que ha sido repetir su veneno, lo suficiente como
para deprimir al espectador. Sobran argumentos para lo trágico, y la sátira ha
disgustado con su 'encanto', quizás más que la reiteración. Ya no se trata de
entretener al público, el receptor comprende que no se le puede mentir más con
embaucadoras fábulas simpáticas. Es el tiempo del enigma, no de la ilusión, ni
de las tinieblas, sino de aquello de lo que se abstienen los genios, de aquello
de lo que dudan los oráculos: la ignorancia de los sabios.
Engañamos a Natalie, quien nos había regalado
este manuscrito con la condición de que no lo editáramos, pues bien, queremos
que sea publicado. Esperamos tener acogida. Decidimos decirle la verdad de una
vez por todas. Así era como nos íbamos acabando. Como nos empobrecíamos y nos
enloquecíamos en las noches, escuchando su voz en nosotros y su nombre en la
nuestra.
- Natalie, estoy
muriendo de pensamientos.
- Y el pensar no
acaba.
- He vivido para
contar, pero no he vivido lo que he contado, ni he vivido de ello.
- No puedes aplicar
lo que yo llamo La Facultad Cíclica de la Literatura: Si un hombre letrado se
precipita a leer un libro, éste lo conducirá en su destino azaroso a escribir
otro.
- ¿Y qué se hará con
estas palabras que durante siglos se han repetido? Todo cesa, aquí y allá,
donde se quiera recordar, continuará el hombre ignorando.
- A veces tan solo
sabemos olvidar lo aprendido.
- Natalie, dime ¿qué
puedo hacer frente a la grandeza de quienes leo? Seguramente lo que menos
deseen es que les siga, pero su petulancia los obliga a esperar que los imite.
- ¿Acaso piensas
igualarlos? ¿No te has imaginado más bien que podrías superarlos?
- No, de ningún modo
podría llegar hasta sus cavilaciones, tampoco de ingeniarme sus fabulosas
fantasías, ni siquiera podría escribir de tal forma.
- Lo que hace que un
poema tenga vida, es que sus palabras además de leerse, se sientan.
- Natalie, en nuestro
tiempo no se escribe, se juega con las palabras, se transfiguran los sentidos,
se trucan los significados. Parece que no hubieras leído lo que me entregaste.
- ¡Qué gran mentira!
Yo sé que más allá de la obra y su finalidad, subyace deliberadamente una
consecuencia que no deja de ser efecto impactante para el sucesor: el análisis
de significados, la comprensión de las alegorías del autor.
- A mi parecer, en
esta otra existencia conviven las posibilidades, y en ella la voluntad conforma
la imposibilidad de adentrarse.
- Los comprenderíamos
pero tendríamos que sufrirlos, los mejores libros no son escritos con tinta de
pluma sobre papel, son forjados con manchas de sangre sobre la vida.
- No soy mi
consecuencia Natalie, soy el fruto de lo que han pensado los culpables de mi
condición de lector, no puedo ser causa de mi efecto, mi reacción solo nace por
la acción de basarme, inspirarme. Es este mi hecho, mi acto, y lo vivo por
ellos: por quienes he sido, quienes me han construido mentalmente.
- Los más geniales
autores, han sido profundos mares en los cuales unos se han sumergido, otros se
han ahogado y los demás tan solo han nadado en su superficie.
- Y la falta de aire
aún no me mata. Los literatos se denominan vagos, porque dejan su vida en los
libros y se dedican ya sea a contar crónicas o a inventar novelas pero ambas cosas
se basan a su modo en la realidad.
Nos habíamos extendido demasiado. Nunca
hubiéramos sido capaces de contarle todo, temíamos que nos abandonara. Volvimos
a casa arrepentidos, tal vez de no haberle dado un beso. Por suerte supimos
mantener una apasionante conversación entre intelectuales.
Sabíamos de alguna manera que pronto debíamos
despedirnos. Después de saber que nuestra idea no había sido aprobada y era un
fracaso, nos vimos invadidos por un pesimismo exagerado.
La última vez que la vimos,
estaba sentada en la sección de correspondencias. Nunca olvidaremos esa escena:
ella con un vestido negro, unos tacones y sus lentes con marco vino tinto,
sentada con sus finas piernas cruzadas.
- Natalie, la verdad
es que últimamente me he sentido algo extraño.
- ¿Por qué querido?
- Hace unos días
mientras leía, empecé a sentir una ligera posesión externa, como si varios
espíritus quisieran adueñarse de mi cuerpo.
- ¡Ay amigo! No me
hagas reír. ¿Y ahora con que cuentos me vas a salir?
- No te estamos
mintiendo.
- ¿Por qué hablas en
plural? Parece que tu voz está cambiando, estás creciendo.
- ¡No te burles! Nos
convertimos en lo que alguna vez anhelamos y ahora no lo soportamos.
- Estás completamente
loco, no puedes seguir aquí.
- Por favor Natalie, entiéndenos,
hemos confiado tanto en ti que hemos decidido revelar nuestro enigma, nadie más
sabe esto y no queremos que alguien más lo sepa.
Natalie nos dio la espalda y se marchó.
Desconsolados, recorrimos las calles y nos dirigimos a tomar un café en alguna
esquina con vista al inmenso lago de Ontario. Invitamos a nuestra amiga
escritora, pero no pudo acompañarnos, entonces la invitamos a nuestra casa para
acordar un trato en mente. Tampoco llegó esa noche. Al día siguiente nos llamó
temprano y nos invitó a almorzar en un restaurante, nos preguntó qué había
pasado con nuestro trabajo, no supimos qué responder. Lilly era también
hermosa, el soplo del aire sobre su cabello oscuro y largo asemejaba el oleaje
del mar, un mar misterioso. Solía cantar Jazz en los bares cuando era
adolescente. Por fortuna tuvimos el placer de conocerla más que a Natalie.
- Hay un libro que no
conoces, lo he escondido y te lo entregaré cuando yo crea que es el momento
exacto.
- Yo no quiero
conocer otro libro en donde no este alguien como tú, Lilly.
- Tú eres todo un
personaje. Quiero hacerte una pregunta: ¿por qué sientes la necesidad de
estropear los libros que lees?
- Hay autores que se
les dificulta perseguir mis ojos, otros que se desconcentran, y en general
todos los que tomo sienten la especial intensidad con la cual los leo.
- Te voy a contar un
secreto: olvidaste que eras el autor que habías leído aquella noche que
despertaste con tu figura de lector, no hubo nada que hacer, por eso ya no
sabes escribir.
- ¿Qué locura estás
diciendo?
- Entonces, ¿a qué
más se debe el cambio tan repentino que experimentaste?
- Debimos haberlo
pensado antes, ¿Cómo es que puedas percatarte tú antes que yo?
- Yo soy quien te ve
a ti, tú no puedes. Se mucho de ti. Mucho de lo que ignoras: imágenes,
representaciones, verdades.
- ¿Quién eres Lilly?
¿Por qué sigues mis huellas?
- Así es como
comprendemos que nuestros otros pasos son aquellos que recorren lo que hemos
leído en nuestro silencio. Todo este cuento es nuestro diálogo.
- Si, ahora que lo
pienso Lilly, tienes razón, estos libros nos están creando.
- Esta historia nos
cuenta.
- Y este cuento nos
lee.
Fuimos siempre un gran equipo,
ella nos inspiraba y nosotros íbamos más allá del conocimiento, aunque nuestro
trabajo de editores era hipócrita, nadie lo sabía, ostentábamos nuestro
esfuerzo y el hecho de saber más que los escritores, nos daba un título de
supremacía. Más tarde comprendimos que la vida era lo único que no necesitaba
edición, pues la existencia no puede alterarse ni corregirse, es perfecta con
todos sus errores.
ESTEBAN
ESPITIA (nuestro autor invitado hoy), Nació en Cali, Valle del Cauca, el día 19 de Agosto de 1993. Se graduó de bachiller del Colegio Santo Tomas de Aquino en el año 2010. Finalizó su carrera de Publicidad Profesional en junio del 2015, cursó un Diplomado en 'Conceptualización estratégica de comunicación' en la Corporación Universitaria Unitec. Ha participado en diversos concursos literarios, entre ellos la antología de micro-relatos ‘Pluma Tinta y Papel’ en el cual fue publicado uno de sus relatos. Amante apasionado del arte, el deporte y la vida. La filosofía es su doctrina preferida y la fotografía, la música, la literatura, el fútbol y el ejercicio, conforman sus actividades favoritas. Le encanta escribir, leer, dibujar, e interpretar el piano. Actualmente es Copywriter de la Agencia de Publicidad McCann Erickson WorldGroup en Bogotá.
Muy bueno.
ResponderEliminarEsteban, gracias por su aporte a Idiota Inútil. Muy buen texto. Sepa que en este espacio creado para quienes amamos la literatura están abiertas las puertas a los nuevos creadores, a las ideas frescas. Participe cuando quiera, si tiene amigos que quieran aparecer y darse a conocer son bienvenidos.
ResponderEliminarJAVIER BARRRERA. EDITOR BLOG IDIOTA INÚTIL.