ESCUPO VERDADES EN LA CARA Y
ESO NO GUSTA
Entrevista a Morete, filósofo
ladrón
Por: Javier Barrera Lugo
Ladislao
Morete es un personaje singular. Asegura haber nacido por allá en el 48 en
Balvanera, barriada de Buenos Aires, lugar donde transcurrió la vida y obra de la
leyenda del tango Enrique Santos Discépolo. Lo afirma con convicción, aunque en
las borracheras más amargas, esas en las que recuerda a Lucia, el amor
fundamental, escapada con su mejor amigo una madrugada de junio mientras la
pandilla de ladrones que lideraba, desocupaba una casa en el exclusivo barrio
bogotano de El Chicó, el acento lo traiciona y termina despotricando con un
dejo huilense que genera más sombras que certezas sobre su historia.
Las veces que lo he visto en la cantina
pide al viejo Santafé la misma dosis letal: a todo volumen “Sueño de juventud,”
vals de Santos Discépolo, en la voz de Virginia Luque, una cajetilla de Mustang azul y la acostumbrada botella
de Néctar rojo para recordar lo que
fue el amor, el sexo, la sumisión; la falta que le hará siempre y niega en
agonía. Canta con la rabia del malandrín atorada en la garganta, con inocencia
de amante burlado y la propiedad del filósofo curtido en el juego de la vida:
“Lírico amor primero,
Caricia y tortura,
Castigo y dulzura
De mi amanecer.
Yo acunaré en un canto
Tu inmensa ternura
Buscando en mi cielo
Tu imagen de ayer.
Ahora que es un hombre viejo hablarle
resulta menos peligroso; al menos eso quise creer cuando me atreví a
solicitarle una entrevista y él accedió sin problema. Me cuenta el viejito
Santafé, que cuando estaba “joven y ganaba dinero a raudales. Después de
repartir los botines con sus secuaces, Morete se emborrachaba como una cuba y
lanzaba golpes con su cuchillo a diestra y siniestra cimentando su fama de
experimentado malevo. Hirió a varios mientras recitaba fragmentos de Cantos de vida y esperanza, poemario del
genial Rubén Darío; pero llegar a matar, al menos en el barrio, nunca lo hizo.
La última tarde de sábado me atreví a
develar sus misterios, a ponerlo a hablar. Al principio me tildó de “tombo
infiltrado” que quería devolverlo a los patios de La Modelo, la cárcel más
jodida de América en los años setenta: “sos gordo, cachetón, moreno, camisa a rayas
de manga corta, bluyines y botas bien lustradas, caminás raro, cabeza al rape… ¡Qué
querés! Si no sos policía serás un maldito “tira,” del F2, del DAS. ¡Fijo sos un topo!” Lo tranquilicé al confesarle que era algo peor:
escritor inédito.
El viejo soltó la carcajada y se relajó
de inmediato. “Pobrecitos tus papás, nene,” bufó con acento porteño. “Sabés, mi
vieja siempre dijo que para una familia era preferible tener una puta, un
ladrón, que un poeta en la familia. Los asociaba con los comunistas. La doña
odiaba a Perón. Imaginá.
Vení “concha de la lora,” sos un
caballero, calladito, de buenos modales, me caés bien, hijo… Te voy a contar
unas… que ni te imaginás…”
Hablamos y nos embriagamos durante la tarde soleada. Morete se comportó durante mi
interrogatorio como estrella en todo el sentido de la palabra. Hombre
distinguido, culto, traje de paño inglés bastante gastado, digno, corbata
tweed, zapatos de amarrar color marrón, cabello teñido para esconder las canas,
estampa flaca como la memoria de los amantes ocasionales. Iniciamos la bebeta, él
con aguardiente y yo con cerveza; pero nos cambiamos por salud al asqueroso y
adictivo John Thomas sin agua, el scotch hecho en Fontibón. Fumó como
chimenea averiada y jamás estropeó el estilo porteño, altivo y denso a la hora
de expresar.
A
continuación relaciono las mejores respuestas que dio un ladrón sabio a unas
preguntas bastante cojas que tuve a bien hacerle:
Idiota Inútil (I.I.): ¿Por qué robar y no trabajar? ¿Acaso por comodidad? ¿Por carencia? ¿Por vicio?
Ladislao Morete (L.M.): Empecé a
robar por Lucia, la que fue mi mujer, para tenerla bien, ¿entendés? La idea era que viviera como una reina
y ese nivel de gasto no lo aguanta el jornal de un obrero de fábrica.
Vos sos
escritor, te gusta lo tuyo, entrevistar, hurgar la vida ajena… Yo sólo sé
quitarle a la gente las cosas que les estorban el espíritu, ¿viste? Al final
les hice un favor (ríe). Claro que siempre le robé al que tenía mucho, jamás a
los vecinos o a un desempleado… Tengo códigos.
(I.I.): ¿Códigos?
(L.M.): ¡Y, siií…! Códigos. No les robo a los pobres, no le
quito un juguete a un chico, no daño a los ancianos, no jodo en mi barrio… La
gente sin códigos no sirve, es basura. Código es respeto. No cagás donde comés.
No perjudicás a los esclavos como vos. El amor también son códigos, acciones
positivas…
(I.I.): Defina el amor, Morete.
(L.M.): Es una boludez que se inventaron los poetas
estafadores como vos para torcernos
la vida a los demás y ganar buena guita. Es una sensación bella que merece todo
el respeto del mundo. Cuando fallás, todo se viene abajo… Después de eso el amor
es sufrir, por eso los ricos no se joden cuando la mujer se muere o el hijo se
va… ¡Se cagan por la plata que pierden los trolos estos! Es hermoso el amor,
pero duele, eh…
(I.I.): ¿Cree en la humanidad?
(L.M.): Hay santos que se muelen ayudando a los demás, gente
buena, gente regular, gente mala… ¡Y gente que no es gente! Somos hipócritas
los seres humanos. ¿Querés conocer de verdad cómo es una persona? Dale poder,
hermano.
(I.I.): ¿Cuál es el secreto para ser un buen ladrón?
(L.M.): No mentir. Suena paradójico, pero es así. Cuando
estás desocupando una casa, saqueando un banco, acabando con una herencia, la
honestidad del proceder está por encima de cualquier cosa. Robás, pero no podés
matar a tus víctimas, golpearlas, humillarlas. Sería doble daño, doble karma.
Después de eso necesitás personas firmes a tu lado haciendo negocios. Hasta los malandros debemos tener socios honestos.
Las tres veces que trabajé con gente que no conocí mucho, terminé en la cárcel.
Una estupidez…
(I.I.): ¿Ha matado a alguien?
(L.M.): ¿Tenés ganas de que te llene la panza de balas,
buchón? (Risas). No creo haber matado a nadie. Si fue así, debió pasar en una
balacera y no me di cuenta. Don Santafé, acá presente, sabe que lo respeto y en
este negocio no le armo quilombo… Igual, si maté a alguien lo siento si no se
lo merecía; pero si me van a castigar por eso, que se lleven a los de las EPS,
a los dueños de los bancos, a los políticos, a los ricos de este país, que
robando matan a miles y los condecoran en el congreso. Esos no son ladrones,
son vulgares rateros. Lo que te decía: hasta para delinquir hay que tener
códigos. Está en los libros, en la jurisprudencia, en la literatura.
(I.I.): Ahora que menciona la literatura, ¿le gusta leer?
(L.M.): Me gusta más hacer. Los libros son importantes; pero
no te muestran ni el diez por ciento de lo que es el mundo real. La literatura,
la mensajería y la prostitución se aprenden en la calle, la mejor escuela. Sin
calle no sos nada. Te lo pruebo: ¿Acostarte con una mujer es igual a leer o
imaginar que te acuestas con esa mujer? La respuesta es obvia.
(I.I.): ¿Qué lo motiva hoy?
(L.M.): Que si existe dios, la justicia divina, volveré a estar
con Lucia en la muerte. Espero que falte
poco para verla arder en el infierno conmigo. La traición es el peor crimen;
preguntale a Judas, nomás.
(I.I.): ¿Las
mujeres?
(L.M.): Son lo mejor, la belleza, la vida, pibe. Son
fuertes, astutas, mueven lo que quieren con la cabeza y con el cuerpo. El
cuerpo es una herramienta, una hermosa herramienta; pero no es la totalidad de
ellas. Es la partecita suculenta con la que te tientan.
Las mujeres,
todas ellas, tienen un prodigioso cerebro con el que manipulan las situaciones,
a nosotros que pensamos con la verga… Papá me dijo alguna vez: “no creas en
lágrimas de mujer ni en cojera de perro.” Un sabio el viejo…
(I.I.): ¿A qué le tiene miedo?
(L.M.): A que se metan en mi casa y se roben lo poco que
tengo. Eso quiere decir que le temo al karma. Es justo. También a que Lucia
aparezca arrepentida un día y ya estemos demasiado viejos para vernos desnudos
y darnos cuenta que la vida se nos pasó rápido y ya no tenemos ganas o
posibilidades de chingar. ¡Chingaba como los dioses la Lucia…!
(I.I.): Se puede hacer un libro con su vida… ¿cómo lo titulamos?
(L.M.): “Escupo verdades en la cara y eso no gusta.” ¿Qué te
parece el título? Vos lo escribís; si no me das la plata de las regalías entro
en tu casa y te dejo sin un alfiler. ¿Trato hecho?
¡ QUÉ GROSSO, CAPO! UN ABRAZO, MAESTRO DE LOS PERFILES POLICIACOS. TOMBO BARRERA.
ResponderEliminarMARIO DIAZ.
un gran escrito lleno de verdad, esa que no nos gusta leer. mucho ladrón gracias a santos.
ResponderEliminarflorentino borrás