POR: CAMILO ETNA
I
-¿Así
de complicada es la cosa, Rosita?
-Así
y más Isabel… Según el médico, lo de Gonzalo es un desorden depresivo o algo
por el estilo. Siempre lo dije: ese tipejo es anormal. Fíjate no más cómo tiene
a Esperanza, la pobre ya estaba cuadrando lo de la velación y el pendejo éste
resultó con una simple cefalea, un dolor
de cabeza insignificante... ¡La va terminar matando de una angustia!
-Terrible,
mijita… Qué horror de persona. Yo creo que lo de la novia lo acabo de “fregar”
¿No crees?-
-Valiente
gracia hacerse la víctima y castigar a su mamá por las cosas que él echó a la
basura-dice Rosa mientras deja la tasa de café sobre la mesa. Y continúa:-Esa
muchacha lo dejó por mediocre, por creerse artista cuando en el fondo lo que
siempre será es un vago sin oficio ni beneficio-concluye.
-Debieron
mandarlo al cuartel mientras tuvieron oportunidad, allá vuelven hombres a los
renegados. Ahora esta situación ya no tiene remedio-
Rosa voltea la mirada y divertida lanza un
comentario: - Aunque “chusco” si es el tonto… Si lo hubiesen llevado, fijo
termina robándole la novia a algún general de esos y ahí sí se hubiese
complicado la cosa-sonríe y su rostro se torna sonrojado.
-Siempre
es mejor un héroe muerto que un “tontohermoso” suelto haciendo estragos, mija.
Los
pensamientos llenan la estancia y así será hasta el final de la tarde cuando
Isabel y Rosa comiencen el Rosario por el eterno descanso por el alma de
Gonzalo, así el no haya hecho el deber de morirse en paz.
II
“Esa
se la dejo en ocho mil pesos… Cacha nacarada. Es una .22, pero si apunta bien
tumba un burro de un sólo disparo, patrón” dice el hombre mientras descarado
pega la mirada al bolsillo donde intuye, Gonzalo guarda el dinero. Un influjo
alegre llena el rostro del “poeta más malo del mundo”. Saca con gracia un fajo
de billetes de baja denominación y se los embute al traficante en el bolsillo
del saco. “Tome siete mil quinientos y acabemos con esta pendejada. Usted sabe
que esta “joda” no sirve para nada; para tumbar un burro no, pero para lo que
la necesito está perfecta” dice mientras camina como si fuese parte de una
alucinación.
“¡Valiente
huevón..!-dice el traficante mientras desarruga paciente los billetes.
¿Qué
me quiere decir, vieja? Pregunta ofuscado Gonzalo. Le quiero preguntar tantas
cosas hijo, pero mejor me callo. No tiene porqué callarse nada conmigo, mamá,
no soy un ogro… Tal vez no es un ogro, pero no puede negarme que muchas de las
cosas que hace se las guarda y yo quedo en la mitad con el problema armado. La
mujer enjuga una lágrima que se precipita por su mejilla derecha.
Gonzalo
se toma la cabeza y empieza a refunfuñar, agarra la bolsa donde guardó el arma
y se dirige presuroso hacia la sala. Desde allí, lanza un alarido y comienza
una retahíla con la que deja claro a su mamá los actos que pretende realizar:
¡Usted
es la culpable de todo lo que está pasando…! vocifera como poseso. ¡Tanto mimo,
tanta pendejada, tanto llanto mentiroso para llegar a lo mismo… Usted aburrió a
mi papá y yo me quedé sin su amor. Todo lo destruye con sus ganas de fregarle
la vida a los demás…! ¡Y con los dos lo
logró! ¡Me voy a matar y créame que es por su culpa,
mamá…!sentencia abrumado.
Puede que lo haya logrado, responde la
anciana, Pero bien sabe que jamás le dije que le destruyera la vida a esa
muchacha con sus celos y las estupideces que hizo. Se tomó furiosa las mejillas
como para enmarcar su última sentencia: No sé por qué no se siente un hombre de
verdad, ese es el verdadero problema y ahí yo no me meto. Si se va a matar,
hágalo de una vez, por lo menos cumpla una de las tantas promesas que hace… La
mujer abandona la sala donde Gonzalo queda estupefacto sintiendo como el fuego
le calcina el pecho.
III.
Claudia:
En esa tónica no hablo con usted, Gonzalo. Fui muy clara hace tres meses. ¡Me
repugna, lo detesto! ¿Por qué no me deja en paz, hombre?
Gonzalo:
Sinvergüenza ha sido usted… ¿Cómo me fue a dejar
“botado” cuando más la necesité?
Claudia:
Soy tan tonta que me cansé de sus golpizas, de sus
celos, de que llenara el apartamento de viciosos y prostitutas…Sí que soy
descarda, ¿verdad? (responde sarcástica)
Gonzalo,
saca el arma de la mochila y se la coloca en la sien derecha. Claudia,
aterrorizada, levanta las manos y le solicita calma. Los ojos desorbitados del
hombre buscan un lugar en el interior de los de ella, que no pude contener las
lágrimas.
Claudia:
Cuidado, Gonzalo, baje esa vaina y hablamos… Ya
bastantes bobadas hemos hecho y esto es algo que se nos salió de las manos…
Venga y se sienta, le traigo un café y hablamos. (Le indica la poltrona junto a
la puerta)
Gonzalo:
No me trate como a un niño… Ya no le hago caso a
nadie. Si quiere éntrese y escuche el disparo cómoda en su cuarto. (Endurece el
ceño y queda a la espera de una respuesta que resumió el golpe seco de la
puerta frente a sus narices.)
Indignado,
baja la pistola, la mira con rabia y termina depositándola en el morral. Camina
unos pasos y ve a una pareja que discute en el parque frente a la casa de
Claudia.
Gonzalo:
Hermano… Le regalo este “fierro”… Creo que usted
lo necesita más que yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario