TESTAMENTO DE UNA
MENDIGA
Domingo Valdez Quiroz, Chepén, Perú
Como era ya una costumbre, la
anciana EUSTAQUIA se recostó sobre sus mugrosos harapos y sucios cartones; su
cuerpo despedía un olor a sobaco de puerco, sus uñas lucían largas y llenas de suciedad,
sus cabellos parece que nunca habían conocido peine alguno en tanto, sus pies
descansaban sobre un par de rotosas sandalias.
La vieja Eustaquia, se había
apoderado del portón de la capilla de CATILLUC allí; solía estirar la mano
pidiendo limosna a las gentes que entraban y salían de la casa de Dios.
Muchas veces, hasta se había
perdido la cuenta, el padre NICASIO ARESTEGUI, solía compartir sus alimentos
con la pobre mendiga … además, nunca faltaba alguien que se le ablandaba el
corazón y le depositaba en su aceitoso pocillo alguna migaja o porción de comida.
La anciana, no podía mantenerse
de pie ni siquiera un segundo; pues, una terrible enfermedad le había atacado a
sus debiluchos huesos, por lo que solo vivía arrastrándose por el suelo como
culebra… algunos lugareños, recuerdan que cuando EUSTAQUIA recién pisó este
pueblo, todavía podía caminar aunque con mucha dificultad.
Las noches para la pobre anciana,
eran inclementes y hasta peligrosas, porque aparte de soportar la intemperie y
la terrible friolera, tenía que defender a punta de bastonazos su escasa ración
de comida, para que no lo devoren los perros callejeros que solían deambular
agrupados en cuadrillas.
Nadie tenía o daba referencias de
la vida de la mugrosa anciana y cuando algunas gentes pasaban por su lado, se
referían de ella a voz baja.
Del viento será su hija esta
pobre vieja o quizás será hija del sol o quizás de la luna… el curita, había
insistido tantas veces en preguntarle.
¿De qué lugar has venido hija del
Señor?
¿Tienes algún familiar hermana
mía?
¿Quiénes te han traído a este
pueblo? ¿Por qué no contestas nada?
Ante estas preguntas, solamente
se descolgaban algunas lágrimas de los ojos de la anciana… por eso, al
franciscano no le quedó otra cosa que renunciar a su persistente
interrogatorio.
Una helada mañana del mes de
marzo, un gran alboroto se cernió en todo el poblado de CATILLUC, era “Domingo
de Ramos” y cuando los creyentes fueron llegando a la capilla para escuchar el
sermón de semana santa, se dieron con la sorpresa de que el cuerpo haraposo de
la mendiga EUSTAQUIA estaba gélido e inmóvil, su cara lucía pálida, abierta
estaba su boca y su piojosa cabellera descansaba sobre el codo de su brazo
derecho y el tic – tac de su corazón, se había paralizado para siempre.
Sus pies estaban tiesos y
helados, como los chungos del río LANCHI en eso…. el sonido de las centenarias
bisagras del portón, anunciaron la presencia del curita del pueblo.
¡Buenos días hermanos! ¿Por qué
tanto alboroto… Eh?
Diosito lindo ha recogido
padrecito a esta pobre anciana respondieron en coro…. el religioso, apuró sus
pasos y tocó el cuerpo mugriento de la anciana… luego de un breve silencio,
elevó sus plegarias al cielo a fin que esta alma bendita sea recibida con
agrado por el TAYTA CRISTO… seguidamente el religioso despojándose de su
Rosario y se la colocó al cuello de la fallecida.
CONSTANZA QUISPE, era una
ricachona muy caritativa del lugar… ella, se encargó de amortajar el cadáver de
la pobre difunta, con algunos vestidos que ya no las utilizaba… en esas
circunstancias, sus manos se toparon con unos papeles sucios y amarillentos en
los harapos de la fallecida y la medida que sus ojos iban desnudando el secreto
de sus escritos, sus incredulidad y su perplejidad iban aumentando como la
espuma de leche.
Se trataba de un testamento de
herencia que la mendiga EUSTAQUIA, dejaba a favor de la capilla de CATILLUC y
su deseo era que el padre NICASIO construya una casa asilo para albergar a los
niños, discapacitados y ancianos desprotegidos de todos estos lugares.
Al enterarse de todos estos
acontecimientos, el religioso convocó a todas las gentes importantes de las
comarcas aledañas, para ponerles al tanto de toditos los deseos de la mendiga.
A la hora del entierro, una gran
multitud de lugareños acompaño al féretro de la anciana; asistieron chicos y
grandes pobres y ricachones… hasta el mismito cielo lloró ese día por
EUSTAQUIA, las faldas del apu “COSHPOY” se cubrieron de neblina en señal de
duelo, la quebrada de LIRCAY enmudeció sus bramidos y los larguirucho
eucaliptos y los frondosos capulies se mostraron reverentes ante el ataud de la
difunta a su paso rumbo al cementerio.
Una de esas nubladas mañanas, las
mano tosca de un desconocido toco la puerta del sacerdote.
Tun Tun Tun Tun… ¿Usted es el
padre Nicasio?
- ¡Si hermano!... ¿Qué cosas te
traen por aquí?
- Hace unos días, me enterado que
la mendiga que diariamente estaba en la puerta de la capilla ya es fallecida.
- ¡Así es hermano de Dios!...
dime, ¿Tú lo has conocido a esa pobre anciana?
- ¡Si padrecito! Ella es la que
me crió desde que yo era muy wambra; sucede que cuando me comprometí con mi
esposa, esta empezó a humillarla y despreciarla en todo momento… cierto día
tomé la decisión de traerlo a este pueblo en donde lo abandoné a su desdichada
suerte.
- ¿Me estás diciendo que esa
anciana abandonada, es que te ha criao desde muy niño?
- ¡Si señor curita!... mi
desalmada esposa ha sido la culpable de que yo la abandonará… pero el cielo ya
me ha castigao lo suficiente padrecito; pues sus latigazos han sido muy fuertes
y justicieros señor curita. Hace ya un año, mi mujer se ha marchao dicen que un
ricachón de una comarca vecina; pero antes de viajar ha vendido todos nuestros
terrenos y pertenencias… incluso, hasta nuestros guishas (ovejas) ahora ya
tienen nuevo dueño, felizmente, todavía mis fuerzas no son ingratas conmigo;
pero, que será de mí, cuando estas me abandonen y yo no tenga a nadies a quien
acudir.
Tendrás que hacer mucha
penitencia hombre desalmado, si quieres que el cielo te perdone, de lo
contrario; serás achicharrado en el infierno por el patriarca del pecado junto
a las demás almas condenadas.
Ante estas advertencias, el
forastero dio media vuelta y con la mirada fijada al suelo, lentamente se fue
perdiendo por la callecita angosta y empedrada del poblado, acusado por la voz
del religioso y por la reprimenda constante de su conciencia.
De la muerte de EUSTAQUIA, han
pasado ya varios años, hasta el curita NICASIO también ya es difunto… los
deseos humanitarios de la mendiga, se han cumplido al pie de la letra… hoy en
día, los ancianos y las personas desprotegidas ya tienen una vieja casona donde
podrán pasar sin apuros, sus últimos años de vida, protegidos por la bendición
omnipresente de la anciana EUSTAQUIA.
En esta casona, la solidaridad y
el amor al prójimo es permanente y todos los que habitan en este lugar, siempre
tienen algo que llevar a la boca y en los terrenos de este asilo las cosechas
son una bendición… el desgrane de maíz, el secado de chuño (papa secada a baja
temperatura) y los montones de mashuas y ollucos cada año, van en aumento.
A unas cuantas cuadras de la
capilla, está ubicado el pequeño campo santo… allí existe, una sepultura en
donde el prendido de velas, los ramos de flores y las oraciones y responsos son
constantes… se acercan a nosotros un grupo de lugareños y nos dicen que esta es
la tumba de la mendiga EUSTAQUIA y cuando preguntamos el porqué las gentes
acuden diariamente a esta tumba, las respuestas surgen de inmediato.
La EUSTAQUITA, es muy milagrosa
afirma una mujer de apariencia humilde… yo le rogué para que mis animalitos no sigan
muriendo con la peste roja (carbunco), desde entonces; dejaron de morirse. Y en
la actualidad mis corrales están abarrotaditos de guishas (ovejas) y hasta
melliceras me han salió algunas de ellas.
A su turno, un hombre cincuentón,
poniéndose de pie nos manifiesta: Mis tierras casi ya no producían nada; a
veces, la cosecha no alcanzaba, ni para comer, hasta que un día hice una misa a nuestra mamacha EUSTAQUIA
desde entonces, mis graneros y payancas (tinajas) están llenitas de maíz y
cebada y las moras y plenachos de mis linderos lucen tapaditos de chiuches y
por-poros (fruta agridulce de las punas).
Seguidamente, una mujer que dice
llamarse Rosalía nos confiesa:
Mi Wambrita Shulca (último hijo)
siempre paraba enfermándose, parecía que taitita San Pedro ya me lo iba a
quitar; pero, lo pasé una vela por todo su cuerpecito luego, vine a prenderlo a
esta tumba de la EUSTAQUITA y los dolores de mi wambrita desaparecieron por
completo.
Y así, casi todos los lugareños
de CATILLUC, le deben algún milagrito a la mendiga EUSTAQUIA, por eso, es que
ya le han pedio mediante un memorial al señor obispo, para que autorice que la
fotografía de esta mendiga sea venerada en los altares de la capilla.
A paso lento, me voy alejando del
camposanto y cada vez que dirijo la mirada hacia atrás, diviso que continúan
llegando los lugareños con sus velas y cirios en las manos, esta veneración
popular, se ha ido incrementando paulatinamente dado que su fama de milagrosa
se va extendiendo por todas las comarcas y poblados de la zona.
Mientras los chalacos tiene a su
Sarita Colonia, los huarasinos a su María Josepha y los Chinchanos a su beata
Melchorita, los habitantes de CATILLUC tienen a su mendiga EUSTAQUIA como su
santa protectora; incluso, están dispuestos a tocar las puertas si es posible
hasta del mismo Papa, con el fin que esta anciana milagrosa sea velada en todas
capillas de todos los poblados.
De Osias Lingán, (hijastro de
EUSTAQUIA) sabemos que tuvo un triste y macabro final… quienes la conocieron de
cerca nos han contado, que cuando las fuerzas lo abandonaron y la vejez le cayó
encima terminó compartiendo los desperdicios con los cerdos en unos basurales
de la zona… cierto día, unos lugareños que pasaban por allí fueron alertados
por los olores malolientes que provenían de estos basurales; sigilosamente
fueron acercándose y sus ojos se toparon con una bandada de buitres y shingos
(gallinazos), justo en el momento en que se disputaban las últimas carroñas del
pestilente cuerpo de OSIAS, con una jauría de perros vagabundos y salvajes.
Así, terminó la vida de este
desalmado hombre, que cometió una acción tremendamente inhumana y malévola en
contra de la pobre anciana EUSTAQUIA, al abandonarla a su suerte en un poblado
desconocido.
Por eso, los tribunales divinos
sentenciaron a OSIAS LINGAN, de una manera cruel, frutal, implacable, horrorosa
e inarrenable… es que, los magistrados celestiales, jamás otorgan amnistía o
impunidad alguna a las gentes perversas y malvadas, que suelen desafiar y
desatacar intrusamente al decálogo salvítico de Taita Cristito.
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