SEIS
DE CORAZONES
Por:
Javier Barrera Lugo
Cuando buscó en el cielo la respuesta que ningún mortal o artefacto del demonio
pudo ofrendarle, de arriba llegaron lluvias y un naipe, un seis de corazones que según decía su abuela, experta en nigromancia,
era un anuncio de repentinas olas de buena estrella: “Alguien te cuida si te
sale invertido, derecho te anticipa viaje. Notifican los corazones la aparición
de mujeres de naturaleza agua, sensibles, en extremo arriesgadas.”
“Este
seis de corazones lo dejó volar
por accidente una pelirroja que no pudo enderezarle la chueca jeta a la
suerte,” pensó. “Debe estar desnuda en alguno de estos edificios apostándole sus restos a un tahúr malayo, a
una anciana que por costumbre les
destroza las esperanzas de ganar a sus adversarios con una flor improbable
cuando creen con todas sus fuerzas que por fin les llegó el día de cobrar, y un
negro sin alma que blofea por obligación y no sabe mentir. Eso sí, la mira con
deseo, mudo, perdiendo por necesidad y gozo. ¡Es una señal!” La convicción
llenó de argumentos la interpretación de sus cábalas.
“Piel
blanca, miles de pecas en forma de corazones franceses pringando su piel
carente de tintes, la impresión de ser estropeada por sus afables enemigos… Y
todo eso mientras espera nuestro encuentro en su castillo de humo y montones de
billetes arrugados”. La imagina así. Seis de corazones la nombró y
la llamará cuando la vea, y ella en un acto cursi le cuente que lo esperó desde
la primera noche del universo y será su seis de corazones de allí a la eternidad.
La
penuria que tenía, el milagro que imploró a la masa de agua que colgaba del
firmamento antes de la aparición del corazones repetido seis veces se le volvió un olvido más.
“Seis de corazones, ¿dónde encontrarte? ¿En qué lugar de los sueños te
esconden los amos de mis suplicios?” Seis de corazones rojos con su rojo cabello y sus rojas marcas se le
volvió la nueva pesadilla, la nueva dádiva para implorarle a un cielo atestado
de sordera y sádicas deidades.
Una
puerta se abre. Magia, a eso huele el ambiente. Sale seis de corazones, lo observa, espera una palabra, al menos un guiño…
El mendicante habitual, pusilánime, calla y la deja ir. Seis de corazones no mueve sus labios que apretados forman un corazón lleno de pequeños pliegues; no tiene que hacerlo,
nada se da al que todo lo quiere regalado, nada llega a las manos sin ampollas, nada se materializa
sin sudor; esa es la lección que le escupirá su falta de espíritu al
pordiosero.
Seis
de corazones se evapora, dobla la esquina y deja de existir. Todo
se va al carajo… El suplicante grita
desesperado, “los medrosos nada cosechamos,” y se tira al piso a llorar. Una
anciana acompañada por un negro grande con movimientos de perro famélico y un
viejo de ojos orientaloides y refinados modales, le lanza uno de los cientos de
billetes arrugados que carga en su cartera y le dice: “Seis de corazones, es en el fondo una reina de espadas que nunca ganará
en el póker. Dichoso tú que jamás te atreverás a nada, estúpido comodín, corazón roto, bueno para nada…Tómate un café y desaparece.
Muy buen escrito, gracias por compartirlo.
ResponderEliminarGracias por el apoyo al escrito y la publicación. Esperamos seguir entregando trabajos de calidad a personas como tú. Nos puedes dar tu nombre, por favor.
ResponderEliminarCordial saludo,
REDACCIÓN DEL BLOG IDIOTA INÚTIL
A LOS GRANDES NEGOCIOS, LOS GRANDES AMORES, LAS GRANDES TRAGEDIAS, MI INÚTIL AMIGO, LAS HAN PRECEDIDO SENDAS PARTIDAZ DE NAIPE. EN CHARLÁ, MI PUEBLO,LA COSA SI ERA JUGANDO FIERRITO. UN SALUDO DE SU AMIDO FLORENTINO BORRÁS.
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