IDEAS SOBRE EL CICLO DE LA POBREZA
Por: Javier Barrera Lugo
La
pobreza es un acto mental que se crea, impone y acata. Cada uno de los pasos
citados es sazonado por la miseria intelectual y sentimental que una mayoría
afronta ciega, beneficiando a una élite
mezquina que se llena los bolsillos con esta. ¿Argumento comunistoide? ¿Bala
de plata disparada por el sistema “capitalistasalvaje” al corazón de la
humanidad como concepto? ¿Situación de conveniencia? No, es la realidad que
simple, estalla en la cara de cualquier ciudadano con dos dedos de frente.
Si algo queda claro para cualquier mente
con algo de claridad, es que el mejor negocio es la pobreza perpetuada;
obviamente no para el que la padece, sino para el que de ella saca tajada, el que corrompe en su nombre, el que
roba o especula con la necesidad del otro, sale limpio y ante los ojos de los
demás es un mártir que lucha por causas nobles.
Este héroe marchito hará todo lo posible
por mantenerla eterna: a la gallina de los huevos de oro no se le puede torcer
el pescuezo. Pero es sólo un engranaje girando dentro de un sistema perverso hecho
con manos tacañas lanzando maíz y aves sin lustre peleándose por los granos que
caen.
El ciclo de la pobreza es simple:
·
Gente que detecta una necesidad.
·
Gente necesitada.
·
Gente que aprovecha la necesidad ajena.
·
Gente que se enriquece implementando soluciones sin fuerza
real de cambio.
·
Gente que se beneficia con migajas de las soluciones.
·
Necesidades
que se mitigan con paños de agua tibia y se reciclan.
·
Gente que detecta una necesidad…
Aseguro que pobre es el falto de escrúpulos
(delincuente), quien no genera ideas, (ignorante), aquel que mama la teta avara del amo (servil), al que nada le importa
(indolente). El hombre está hecho para cazar, recolectar, no para sentarse a
llorar y esperar que a través de interpuesto papá, el “benefactor,” le esquilmen
un hueso, una teja, o la contaminada limosna como pago a un truco que le mandan
realizar.
Pero esa parece ser la mentalidad que se
basa en la pobreza para reproducirse. La ley del menor esfuerzo condena a las
mayorías, para quienes es más fácil la satisfacción de urgencias que la
obtención del bienestar como recompensa al esfuerzo.
Del otro lado, los “salvadores,” lobos
disfrazados de ángeles, crían una colonia de marginales para servirse de ellos,
chuparles el tuétano y desecharlos como
subproducto vergonzante cuando sus apetitos menos presentables quedan
saciados. Son líderes que guían hacia el matadero, la inconsciencia del rebaño
olvidado por su pastor.
Una simbiosis macabra hace infinita la
línea productora de horrores. Parecen
necesitarse los opuestos: pide rejo la piel y la piel dolor para disfrutar de
la brisa que llega desde un mar de fuego tras el castigo. La pobreza es un
tributo de sumisión a las pulsiones atávicas de la mente humana, juego de roles que parece ganar la iniciativa
egoísta y no el bienestar común.
Estamos
condenados al fracaso como especie porque se nos empieza olvidar la lucha.
Imitamos a obesos anclados a la cama, y no nos sirve sólo comer, debemos
atiborrarnos de vanidad, de miedo y conformismo suicida para que el cerebro nos
brinde chorros de dopamina.
La pobreza no es falta de insumos
materiales, es pusilanimidad de un alma que olvidó escuchar su propia música.
Si Dios existe, que nos salve de nuestros salvadores.
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