PUNTOS S.A.
Por:
Jaime Castaño
Aunque
vivíamos en el país de las líneas teníamos una fábrica de puntos. Los
producíamos contra pedido: en series, docenas, gruesas y pacas. Claros y
oscuros. Grandes y chicos.
Pero
también hacíamos, y éste era uno de nuestros fuertes, puntos especiales.
Fabricábamos
puntos en el vacío para los locos, puntos suspensivos para los cabizbajos y
meditabundos, puntos atractivos para los adolescentes sin gracia. Algunas
empingorotadas señoras nos exigían incesantemente finos y sexis puntos para sus
medias veladas. Contábamos con puntos nostálgicos: para los que llevan largos
años de casados, puntos candentes: para los amantes en disputa, y en común para
los que apenas comienzan.
Algo
exclusivo: creábamos puntos débiles para hombres y mujeres. Lo importante aquí
eran los planos donde cada sexo los llevaba, éstos constituían uno de nuestros
éxitos: los vendíamos por millares!
Producíamos
puntos muy disimulados para los hipócritas, puntos de justificación para los
procaztinadores, puntos imposibles para los utópicos, puntos de esperanza para
los escépticos, y para los excéntricos: puntos a parte. A los amigos de la
prisa les arreglábamos sus relojes para que siempre tuvieran la hora en punto.
Para los hiperactivos: puntos seguidos. Para los glotones una pequeña
variación: punto y coma. Para los arquitectos: medios puntos, muy prácticos en
la construcción de arcos de iglesia. Los congresistas nos pedían, con bastante
frecuencia y pagando bien nuestro trabajo,
que les desarrollásemos con sumo cuidado diversos puntos de vista.
Concebíamos notables puntos luminosos para los que pasan por inteligentes. Los
filósofos nos reclamaban a gritos profundos puntos de reflexión. Los
matemáticos, puntos lógicos y exactos. Contábamos con puntos realistas y
maravillosos para los artistas. Puntos sobre las “íes” de los letrados. Puntos
de acuerdo para los huelguistas. Puntos humanos para los filántropos. Puntos
verdes, por los que claman a pulmón entero los ecologistas. Y, para que no se
nos escapara la vida, los imprescindibles puntos quirúrgicos...Alcanzamos a
lanzar hasta puntos muertos para las funerarias.
Para
llegar a las masas y acabar un tanto con la competencia desleal, y del todo con
la especulación, resolvimos crear los famosos puntos de fábrica. ¡Otro de
nuestros éxitos!
También
producíamos puntos de otras índoles: puntos rígidos para los conservadores,
flexibles para los liberales, neutrales para los conciliadores, y puntos
dinámicos para otros grupos. No podemos negar que se nos escaparon algunos
puntos de mira que fueron a parar a manos de asesinos a sueldo. ¡Una verdadera
lástima!
Hacíamos
puntos para todo el mundo, pero teníamos nuestras reservas. Para los
desamparados verdaderos puntos de apoyo. Puntos cardinales para orientar, en las
noches de altamar y en las oscuras bocas de los ríos, embarcaciones con
cargamentos sospechosos. Para los guerrilleros estudiábamos puntos
estratégicos. Para sus ataques puntos débiles en sus enemigos y puntos clave en
su retaguardia par su defensa. Además desarrollábamos, en forma clandestina,
otros puntos. Unos cuantos militares de avanzada nos solicitaron, no sin
marcadas reservas y precauciones, puntos de acuerdo para lograr una paz
duradera –nuestro deseo-. ¡trabajábamos entonces con empeño y alegría!... Pero también había, por desgracia, un gran
número de belicosos extremistas y reaccionarios que nos amenazaban con un
grosero y simple “alto en el punto” si no les inventábamos puntos de
provocación, saboteo y discordia!
Un
día alguien. –no se supo nunca quién era pero si a que intereses representaba-
nos paso la orden de un punto... Misteriosamente uno solo. Orden que no reclamó
–que jamás lo haría-. Cuando cumpliendo con su pedido –ingenuidad la nuestra!-
lo fabricamos, nos dimos cuenta, tarde ya, que habíamos cometido nuestro máximo
y último error: nos había encargado hacer un fatídico punto final.
-Uno de Los Mejores Cuentos que he leído...
ResponderEliminarUn cuento muy bonito.
ResponderEliminarJaime Castaño lo contó en mi colegio en Soacha Cundinamarca, en el año 1997.
Te recomiendo otro super cuento de él, se llama " business of dick Tracy in siloco". Inspirado en Siloé un barrio de Cali en Colombia.