UN
LARGO ADIÓS
Por Fernando Vanegas
Moreno
Tú tienes, para mí, todo lo
bello que cielo, tierra y corazón abarcan.
Bonifacio Palacios
Me despedí de Suba, una
mañana fría de mayo, iba humillado, cansado, triste…, en una palabra,
derrotado. Mi esposa, quizá con los mismos sentimientos, hacia acopio de
voluntad y trataba de infundirme confianza, es muy fuerte su corazón, es más
grande su alma. La madrugada de aquel día, un troglodita, borracho, sin
educación, y tal vez drogado, nos había amenazado de muerte y ante eso, ante lo
inminente del peligro, lo mejor era resguardarse y pelear después, mi esposa,
mi mona, era lo único que me importaba en ese momento.
En el camión de mudanzas sin
embargo, los recuerdos afloraron y de pronto, sin proponérmelo, sin buscarlo,
sin llamarla; una lagrima asomó …, llegué a ese pueblo en el año del señor de
1977, a un barrio polvoriento llamado
Villa Elisa, un villorrio de casas apretadas, sin alcantarillado, que cuando llovía,
y dada su cercanía con los cerros del sector, se inundaba, provocando dolor de
cabeza en los adultos, pero convirtiéndose en motivo de jolgorio entre los más
chicos. Improvisábamos canoas con las bateas, hacíamos barquitos de papel, “nadábamos”,
en medio de esas corrientes insensibles…, en varias ocasiones me gane una
fuetera por parte de mi padre por ese motivo, por creerme el Acuaman de esa
barriada, pero no importaba, otro invierno vendría y la diversión continuaría,
hoy, obvio, es distinto, el asfalto y la modernidad borraron por completo los
improvisados ríos de antaño, los conjuntos cerrados y las nuevas normas
urbanísticas, sepultaron para siempre esas épocas difíciles que para nosotros
fueron las más fáciles.
En esos tiempos, comencé mi
escuela primaria, inicialmente en un colegio de garaje del barrio la Chucua
llamado San Gabriel, posteriormente conocido como Alafas del norte y luego con
las hermanas de ASOCIERVAS, allí transcurrieron mis primeras letras, mis
primeros juegos, mi primer amor…, Cecilia se llama, aún hablamos, obvio, la
madurez toco nuestras puertas y hoy, cada uno con su hogar, compartimos lo
emotivo de esa edad, cuando una chocolatina Jet de las pequeñas, fue la manera
más cercana que encontré para decir: te quiero. Inocencia en todo sentido.
Quedaron eso sí, amigos para siempre, compañeros de camino con los cuales, aún
hoy, de vez en cuando, compartimos un saludo y un abrazo: mi eterna Lilali (Idali),
Rosita, John Piracún, Luis Alfredo Betancourt…, los dos últimos, habrían de
acompañarme en mi viaje hasta culminar el bachillerato.
Al entrar a mi adolescencia,
y luego de haber peregrinado por el sector de Villa Catalina, nos ubicamos por
fin y por 26 años en el barrio San Jorge de Suba, una comunidad de pensionados,
de una manzana de extensión, donde los recuerdos quedaron anclados…, en 1986,
inicie mis estudios de bachillerato en el glorioso colegio Seminario Espíritu
Santo de Suba, hoy, universidad Católica Luis Amigó, sí, ahí, cerca de Bulevar
Niza (un lote del BCH, para entonces), y fui feliz, y la vida fue buena y Dios,
luego de ubicarme en ese sitio, al sexto año, descansó.
Dicen que solo se puede amar
una sola vez en la vida…, yo no creo en esa constante, me enamoré como nunca,
con el alma, con el corazón, con cuerpo y espíritu en 1989, pero solo dos años
después y ayudado, fui capaz de confesárselo…, se llama Alix Nidia y aún hoy,
la quiero. Hablamos cada vez que el
tiempo, los hijos y la vida lo permite,
y es tradición no faltar nunca a nuestra llamada el día de cumpleaños
respectivo, hemos compartido triunfos y derrotas, me ha visto llorar y he
secado sus lágrimas, nos queremos con la confianza que nos da, saber todo uno
del otro, amo a mi esposa; quiero a esa niña de Jardinera gris y buso verde que
aún vive en mis nostalgias, (soy claro), mi desidia e intensidad mandaron al traste
esa relación, pero la vida nos ha unido desde siempre. De esa época quedan
eternos también, eternos que siempre han estado ahí, y que, aunque no nos
vemos, llevamos un cordón umbilical común que nos junta, retiene, permea cariño
y respeto: Vladimir, Oscar, Italo, Ricardo, y un largo etcétera de 53 santos
(jajajaja).
Luego del colegio, todo
cambio, ya nada era fácil ni sencillo, empecé a trabajar en la clínica Corpas y
comencé la carrera de administración de empresas en la universidad Santo Tomas,
carrera de la que deserte luego de tres semestres por ser muy, pero muy malo
para los números y las cosas cuadriculadas…, el despecho y la bohemia se
apoderaron de mí, y años oscuros rodeados de excesos llegaron a mi vida,
mientras, Suba dejo de ser el pueblo bucólico de antaño y la ciudad se la fue
tragando lentamente…, los problemas propios del progreso llegaron de la mano
del concreto, las vías, los centros comerciales, la “peruabolica” y la
constante llegada de gente del resto del país, sin arraigo ni sentido de
pertenencia; infortunadamente es así y no se puede tapar el sol con un dedo.
Luego de la redención, de
romper mi corazón una y tres veces, cuando ya había decidido que la soledad
también es una opción, que se puede vivir sin tener nadie al lado, cuando ya había
(por fin), encontrado mi norte y al haber culminado con éxito mi carrera de
comunicación, cuando ya me había especializado, aparece ella…, mi mona, la
grandeza de ojos verdes…, nacida y criada en el Barrio san Francisco de Suba,
entra en mi vida, rompe todos mis esquemas, me hace cambiar decisiones ya
tomadas y acepta con prevención, asumir el reto de compartir a mi lado nuestras
existencias, de eso ya 16 años, de lucha, de amor, de sentimiento, de
problemas; en fin, de convivencia y matrimonio, con ella, y desde el 2011 y
hasta el fatídico mayo de este año, compramos y nos establecimos en el sector
del Pinar, pero la vida nos tenía preparadas sorpresas y amarguras que durante
esos años y a pesar de lo adverso, supimos capotear y esquivar de la mejor
forma…, pero era mi pueblo, mi terruño y verlo pasar frente a mis ojos, dolía, dolía
como una circuncisión sin anestesia, apretaba el alma y exprimía el corazón…,
mis momentos más felices, los más tristes y mi vida, se estaba alejando detrás
de ese camión.
Obvio que puedo volver, y lo
he hecho, pero ya no es lo mismo, me siento extranjero y visitante de mi pueblo…,
la mayoría de mis amigos, la casi totalidad de mis recuerdos están en esas
calles, mi existencia quedó prendida a la grandeza de sus cerros, y a la
amabilidad de sus raizales.
Es un largo adiós…, Me voy
de Suba…, Suba Hoy…, se fue conmigo.
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