NO ES CUENTO
Autor: Xuxo
Pereira (Venezuela)
Nota. Este fue el inicio de una exitosa
carrera literaria. Tenía yo ocho años. (Ahora, l9). Salió publicado con Mención
de Honor en el periódico "El Nacional" (Caracas, Venezuela) de la época.
Soy famoso en toda mi familia nuclear. (Nadie más.)
Tan pronto me desperté fui a buscar a mi abuelo, (él me cuenta historias y yo también a él, pero esto no es cuento). Todavía el abuelo me carga a pesar de que ya peso 33 kilos. También volamos papagayos y caminamos por la playa buscando conchas bonitas. Me lleva a la biblioteca de Guaraguao y me enseñó a jugar ajedrez. Por eso le cuento todo.
Tan pronto me desperté fui a buscar a mi abuelo, (él me cuenta historias y yo también a él, pero esto no es cuento). Todavía el abuelo me carga a pesar de que ya peso 33 kilos. También volamos papagayos y caminamos por la playa buscando conchas bonitas. Me lleva a la biblioteca de Guaraguao y me enseñó a jugar ajedrez. Por eso le cuento todo.
Mi maestra Grislayne dice que soy inteligente, pero yo sé que exagera, lo que pasa es que el abuelo me explica todo. Ayer dijo que el Dinosaurio Rex no fue el carnívoro más grande que existió. Lo que sí no me creyó mi maestra es que haya mamíferos que ponen huevos. Sí es verdad, maestra, mi abuelo me lo dijo. "Espera Jesús, espera. Después hablamos, ¿Quieres?". Hace poco se celebró la Semana del Ambiente. Llegué muy cansado del Parque El Agua, que tiene toboganes gigantes donde uno se tira a la piscina. Regresé tan cansado que casi me dormí, pero venía pensando, despierto y dormido. Me encontré de pronto en la Sabana de Guacuco. Ésta es la llanura más grande de Margarita. Aquí llueve poco, qué diferente a mi ciudad natal San Félix, Edo. Bolívar. Los bosques aquí son espinosos, raros, muy bonitos. Hay paraulatas que cantan, cotorras que tienen la boca como el muñeco de Donoso. Eran mansas esas cotorras. Se quedaban viéndolo a uno y hasta nos insultaban en su idioma, pero mi abuelo me decía que no les hiciera caso. Los Cristo-fue muy serios, miraban para acá y para allá. Se parecían a Joselo. Y un Gavilán Habado, con su chaqueta militar, se me pareció al Presidente. No quería contar esto, pero mi abuelo me dijo que uno tú tiene la culpa de lo que sueña.
Las casitas que encontramos todas tenían un huerto. Habían dos tuberías para el agua, iban juntas pero de colores diferentes, verde y rojo. Cada una del grueso de un lápiz. Al llegar a la casa, la roja se desviaba hacia la parcela y la verde entraba a las habitaciones. Luego me enteré de que el agua del tubito verde era potable y la del otro tubito era solamente para riego y otros oficios como lavar, bañarse etc. Lo que más me impresionó fue que todas las casas, sin faltar ninguna, eran iguales y, también todas tenían su parcelita sembrada en el patio. La ducha y el lavadero estaban situadas más alto que el suelo y sus desagües iban directo a las parcelas. Me dijo mi abuelo que así se salvaban miles de hectáreas de bosques, ya que cada quien cultivaba en su patio la mayor parte de su consumo.
También me impresionaron los cultivos sin tierra. Parece mentira pero existen. Abuelo me explicó que muchas plantas se alimentan sólo de lo que atrapan del aire y del sol incluyendo vapor de agua y nitrógeno y a muchas otras se les puede poner el alimento directamente en las raíces, sin nada de tierra. Solo granitos de alimentos, cucharaditas de agua, sol y piedritas para que se agarren las raíces.
Vi en mis sueños que cada casa tenía el techo negro y plano con cuatro ventiladores encima, uno en cada esquina. Luego me enteré que el techo atrapaba la luz solar y los abanicos atrapaban la brisa, ambos se transforman en corriente eléctrica, la cual bastaba para todo el consumo de cada casa. El mismo Gobierno instalaba los sistemas y componían los que se echaban a perder, el dueño de la casa pagaba los aparatos poco a poco, los huertos eran de todos los tamaños, desde la extensión de una cancha de bolas criollas hasta grandes extensiones con sistema eléctrico propio. El agua venía del mar, donde le extraían la sal también eléctricamente en grandes instalaciones con gigantescos tanques. Pero no había postes ni cables por ninguna parte y se veían muy coquetas las casas con sus lazos de viento saludándonos. Yo también lo hice, hasta que se me cansó el brazo.
Miramos motocicletas muy raras por todas partes, eran medianas y pequeñas, todas de tres ruedas y no hacían ruido ni echaban humo. Caminamos y caminamos hasta que vimos el mar repleto de bañistas. Más allá de la playa estaban los tanques como gigantescas sombrillas con sus furiosos ventiladores encima. Sus techos eran enormes, como diez veces más grandes que los de las casas. Negros y planos, pero las paredes laterales estaban pintadas de bellos colores. Sus ventiladores también eran grandísimos. Aunque los vi muy lejanos, calculé que eran como cuatro veces más grandes que los de las casas. Los obreros ayudaban a los conductores de los carros y autobuses silenciosos, a sacar las enormes baterías de los vehículos y cambiarlas por otras de las muchas que había en el edificio. Este cambio lo hacían muy rápido ayudados por pequeños montacargas también silenciosos. Por eso decía que este relato no es un cuento. Fue un largo sueño que nos llevó al mar en un país fantasía. Nadie me creería, pero mi abuelo y yo lo vivimos. Yo le vi la cara arrugada y sonriente que me pedía que escribiera todo lo que mirábamos. Sólo ahora se los cuento, pero les pido que no se rían. Sé que es increíble pero en los sueños uno no tiene la culpa.
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