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miércoles, 25 de abril de 2012

IMPERIO DE SILENCIOS


IMPERIO DE SILENCIOS

POR: JAVIER BARRERA LUGO.
Todas las miradas, como no queriendo querer, señalan el dintel de la puerta donde Genoveva, la buena de Genoveva, vestida con el abrigo azul de la abuela Renata, yació colgada por el cuello la víspera de su cumpleaños.
Amanda, se limita a contar todo tal cual lo vio: “Golpeé varias veces y nadie contestó… Decidí entrar y mira con lo que me encuentro… Vaya tragedia, Lucas.”
Pregunto estúpido, los motivos que Genoveva pudo tener para terminar con todo así, radical, de forma tan teatral y ella, ceño adusto, puños apretados, me contesta: Qué te puedo decir, comisario. Se ahorcó. No sé más. Pero sus ojos gritan otras cosas, otras circunstancias, otros nombres.
Siempre habrá un espacio para encontrarla en mis pensamientos, hablando, burlándose, escondida en los rincones como una bruja que fascinada, inventa travesuras que pueden costarle la cordura a decenas de personas. Por más que pregunte y pregunte, las respuestas serán las mismas: no sé. Nunca hablé con ella. Era una mujer rara. La conociste, Lucas, un mar de secretos.
Me río de vos, comisario de pacotilla, estará diciendo desde el infierno la hermosa Genoveva; enamorado sin cerebro o pantalones para entenderme. Lucas, el comisario acostumbrado a descubrir el agua tibia, valiente como no fui, sordo como no quise ser… Toda una caja de sorpresas este noviecito mío. Miedo, a eso se limitan tu amor y mi egoísmo, a sentir un miedo grande que hiela la sangre. Sin dilación hubiese sido tu mujer, de corazón tu mujer; ahora me conformo con ser sombra en un lugar de colores ausentes que empiezas a compartir con mi presencia… ¡Ya nada vale…!
Y tiene razón. Este imperio de silencios lo cargo yo en la espalda. Nada más para decir.