CALEIDOSCOPIO
Por:
Sanlisan
Uno debería pensar más tiempo en los colores. Detenerse a
ver cómo nos atraviesan sin que ninguno de nosotros se dé cuenta.Dentro de su
brillantez, logran atraparnos, sin sentido, nos hacen presos y nos dejan
libres, medianamente logramos separarlos uno del otro.
Osadamente hemos cambiado sus nombres a nuestro antojo y ellos dan cuenta de
eso, de esto que no es normal. Y cobran vida.
El más puro de los azules, mal llamado celeste, te eleva
para confundirse con el cielo soleado del invierno, te lleva y sin avisarte te
suelta: caes al abismo.
No hay nada de malo en ese amarillo que alegra las mañanas, que confunde las
tardes de encierro, que sólo él hace que termines el día en calma.Puede ser que
el naranja te distraiga, durante los fines de semana recobra su fuerza y se
engrandece, eres casi que minúsculo a su lado, eres solo lo que queda.Ni que
decir del rojo, que se mimetiza con los labios, los ojos y el corazón, que se
hace llamar dueño del amor, es capaz de hacer contigo lo que quiera, ir,
esperar, viajar, regresar, reír, llorar, esperar, desesperar, aguantar, soñar,
desear, llorar otra vez, sufrir, ver hasta quedarte ciego y volver a
desesperar. Ese que parece inofensivo que atrae a tu piel cuando se dibuja en
cualquier parte. Rojo pasión. Rojo dolor. Rojo fervor. Rojo dolor.
Uno debería ser más responsable, nosotros no debemos
elegir, ellos son quienes por derecho de existir desde antes, nos debieran
elegir. Dejarnos sentir sus ganas de permanecer a nuestro lado, adornarnos con
su luz, llenarnos de motivos para despertar, levantarse, lavarse y volver a
soñar. Cada uno se quedaría eternamente y por fin seriamos la muestra viva del
color con el que abusamos al utilizar sus nombres. Podríamos elevar las anclas,
fundirnos en el mar y no dejar de ser nosotros juntos, en el fondo del océano
se dispararía nuestra propia luz, nos reconoceríamos a miles de kilómetros de
distancia. Seriamos felices sabiendo que ya no deberíamos buscar más. Se
acabaría el problema de padecer el ser otro, de confundirnos. No existiría
nunca más algo a lo que llamemos negro. Pasearíamos entre nosotros como un
arcoíris capaz de llegar a cualquier lugar con sólo sacudir el pelo.
Varios de ellos me persiguen hace días, hacen que me fije
en ellos, que quiera tocarlos, que desee sentirlos. Van haciendo un camino, van
dejando las huellas una por una y me gritan nombres, lugares, deseos que ya no
sé si son sólo eso o mi idea de un sueño en el que realmente creo que te veo.