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lunes, 27 de marzo de 2017

EL ÁNGEL QUE SE VOLVIÓ PÁJARO DE AGUA

EL ÁNGEL QUE SE VOLVIÓ PÁJARO DE AGUA
Feliz cumpleaños ángel prematuro...,



Por: Javier Barrera Lugo


Aquella noche decidimos salir de la casa, llevar dos sillas de plástico blancas, una docena de cervezas calientes y ponernos a observar el cielo. Le confesé que nunca había visto la limpieza del firmamento, la claridad de la vía láctea llena de lugares silentes y  lejanos. Lo mío siempre fue la ciudad, neones empotrados en paredes sucias de sudor petrificado que le daban a una cara hermosa de mujer, el matiz vampirezco que fascinaba la precaria idea de sensualidad preconcebida por un tipo como yo, inexperto en las artes de amar la esencia. A ella le interesó poco mi revelación.
       Su rostro transmitía la tranquilidad que mis palabras le quitaban al momento.  Evitó mirarme. Comprendí que era el silencio el estado que imperaría en nuestra jornada de curiosidad astral. Nada de disertación o comparaciones, cualquier intento por reseñar historias de borrachera o juegos con los ingratos amigos estaba prohibido; aquella noche previa a las fiestas en Neiva la dedicaríamos a curiosear el lugar del cual provenía; eran el cielo y sus secretos vedados para los hombres comunes lo único que le interesaba procesar.
       Yacó fue el primer lugar del mundo donde existí, lo comprendo ahora, mientras rememoro este momento. Sin obligaciones o afanes cacareando como esquirlas de metal, lo que quedaba por hacer  era adentrarse en el bosque que ella llevaba pegado a la mirada. El olor a limón y calor se metía en cada célula haciendo imposible la idea de la muerte. La quebrada, de día henchida por rumores de agua y piedras cincelando su sutil destrucción, en la noche hizo un pacto con la mujer más hermosa de mi vida y cerró la boca jugando con la oscuridad. El único sonido posible fue el del universo detenido para que lo miráramos hasta cansarnos.
       Las estrellas titilaron. En el horizonte los cerros eran la panza de un círculo perfecto en el cual nuestros ojos inventariaron los variados secretos de la creación: cómo los embriones y el cosmos tienen la misma morfología,  cómo un chorro de semen cósmico sigue una ruta directa para encontrar los recipientes donde la vida late furiosa, cómo las estrellas fugaces son la representación vívida de la pasión que intoxica fulgurante y muere cuando la gravedad de un cuerpo gigante la atrae a su centro, o cómo la desnudez es el estado natural de todos los elementos de un sistema organizado a la perfección.
-Algún día, próximo, creo, estaré de vuelta en esa casa que ahora vemos… No me preguntes cómo lo sé, pero lo sé. Mis alas están secas bajo la piel de mis omoplatos, mi lanza la dejé guardada en un arcón junto a los recuerdos de cientos de viajes que hice a través del tiempo. Ya pronto tengo que volver y nada, ni nadie, pueden revocar ese llamado que hace mi naturaleza libre… Las puntas de acero de mis extremidades azules rasgarán la carne de mi espalda, estarán fuertes, fulgurarán. Soy un ángel disfrazado de aire que revolotea por el desierto, un pájaro de agua que se enamoró de este mundo y huyó con la condición de seguir siendo, tras un tiempo, el acompañante de quienes sufren.

-Soy uno de los que sufrirá cuando te vayas… Si buscas alguien a quien cuidar, cuídame-dije presa de la angustia.
       Ella no respondió. Me miró con esa ternura despojada de cualquier manipulación, tomó un sorbo de cerveza y continuó su observación. Para mí, el cielo y su belleza perdieron intensidad. Me concentré en mirarla de refilón, evitando perderme el espectáculo hermoso que comenzaba a gestarse: en su rostro empezaron a concentrarse cientos de puntos de colores que rotaron entre sus facciones.
       Al principio los movimientos fueron aleatoriedad pura, haces partiendo de un milímetro de su rostro y terminando con nuevas tonalidades en el flanco opuesto, filamentos que impactaban contra otra centena de hilos luminiscentes y después desaparecían siguiendo la música de un improbable flautista de Hamelin empotrado en el envés de su piel. Pero como todo con aquel angelito siempre terminaba impregnado de simetría, tras un breve lapso en que las luces cesaron, aparecieron miles de puntos cromáticos que formaron un centro compacto y cientos de brazos fluyendo y rotando hacia la izquierda. El giro de una galaxia coloreada se reprodujo sobre su mejilla derecha con total precisión.
       Pareció no reparar en un hecho que era totalmente natural para un ángel que poseía también la virtud de ser un pájaro de agua. Lo que no pudo obviar fue mi bocota abierta de la cual salía una generosa cantidad de baba. Carcajadas y un certero comentario acudieron a apalearme cuando la sorpresa me hizo colapsar:
-¿Por qué tienes esa expresión de susto? ¿Viste acaso un fantasma? ¿Tengo monitos en la cara? ¿Qué pasa? Me dijiste cuando te conocí que no le temías a nada, pero tu rostro dice otra cosa…

-Nada de normal tienen mil luces que aparecen en los cacheticos de la mujer que uno quiere. Además, que las mismas chispas de colores empiecen a rotar y se vuelvan una perfecta espiral… ¡Déjate de joder…! Esto no tiene nada de cotidiano…

-Soy un ángel, me lo has dicho desde que nos conocimos. A los ángeles y a los hombres nos delata lo que el rostro muestra. A mí, en este momento, me mueve la energía que el cosmos transmite. Estoy obsesionada con el movimiento perpetuo del universo. Tú y yo siempre seremos eso…

-Tú siempre serás poesía-le dije. Y complementé-: los versos son eternos caminos, los poseedores de ellos el hogar. El hogar de un ángel está donde se producen los versos que inspira.

-No me vas a convencer para que me quede, esa decisión no es mía.

-El cielo tampoco. El cielo somos nosotros.

-Nosotros somos el amor; y los sentimientos, por más miedo que nos dé, deben volar… ¡Y yo volaré! Soy un pájaro de agua.


       Esperamos el amanecer. Me dijo que en su rostro se dibujada una almohada e iba a dormirse un rato. La acompañé hasta la puerta del cuarto y me quedé bebiendo las últimas dos cervezas en el solar. No sé cuál fuerza me impulsó a verme el rostro en el espejo que estaba colgado en el marco de la puerta trasera de la casa, tal vez fue el miedo. Del otro lado del vidrio un rostro arruinado por el trasnocho  aparecía congestionado por densas nubes en cuyo interior un ángel transformado en pájaro de agua remontaba el suelo buscando una galaxia espiralada llena de colores.