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lunes, 15 de abril de 2013

ORACIÓN POR LA PAZ


ORACIÓN POR LA PAZ

                                                                            Señor Presidente Mariano Ospina Pérez:


Bajo el peso de una honda emoción me dirijo a vuestra excelencia, interpretando el querer y la voluntad de esta inmensa multitud que esconde su ardiente corazón, lacerado por tanta injusticia, bajo un silencio clamoroso, para pedir que haya paz y piedad para la patria.
En todo el día de hoy, Excelentísimo Señor, la capital de Colombia ha presenciado un espectáculo que no tiene precedentes en su historia. Gentes que vinieron de todo el país, de todas las latitudes – de los llanos ardientes y de las frías altiplanicies – han llegado a congregarse en esta plaza, cuna de nuestras libertades, para expresar la irrevocable decisión de defender sus derechos. Dos horas hace que la inmensa multitud desemboca en esta plaza y no se ha escuchado sin embargo, un solo grito, porque en el fondo de los corazones sólo se escucha el golpe de la emoción. Durante las grandes tempestades la fuerza subterránea es mucho más poderosa, y ésta tiene el poder de imponer la paz cuando quienes están obligados a imponerla no la imponen.
Señor Presidente: aquí no se oyen aplausos: ¡sólo se ven banderas negras que se agitan!
Señor Presidente: voz que sois un hombre de universidad debéis comprender de lo que es capaz la disciplina de un partido, que logra contrariar las leyes de psicología colectiva para recatar la emoción de un silencio, como el de esta inmensa muchedumbre. Bien comprendéis que un partido que logra esto, muy fácil podría reaccionar bajo el estímulo de la legítima defensa. Ninguna colectividad en el mundo ha dado una demostración superior a la presente. Pero si esta manifestación sucede, es porque hay algo muy grave y no por triviales razones. Hay un partido de orden capaz de realizar este acto para evitar que la sangre siga derramándose y para que las leyes se cumplan, porque ellas son la expresión de la conciencia general. No me he engañado cuando he dicho que creo en la conciencia del pueblo, porque éste concepto ha sido ratificado ampliamente en esta demostración, donde los vítores y los aplausos desaparecen para que sólo se escuche el rumor emocionado de los millares de banderas negras, que aquí se han traído para recordar a nuestros hombres villanamente asesinados.
Quienes anegan en sangre el territorio de la patria, cesarían en su ciega perfidia. Esos espíritus de mala intención callarían al simple imperio de vuestra voluntad.
Amamos hondamente a esta nación y no queremos que nuestra barca victoriosa tenga que navegar sobre ríos de sangre hacia el puerto de su destino  inexorable.
Señor Presidente: en esta ocasión no reclamamos tesis económicas o políticas. Apenas os pedimos que nuestra patria no transite por caminos que nos avergüencen ante propios y extraños. ¡Os pedimos hechos de paz y civilización!.
Os pedimos que cese la persecución de las autoridades: así os lo pide esta inmensa muchedumbre.
Os pedimos una pequeña y grande cosa: que las luchas políticas se desarrollen por los cauces de la constitucionalidad.  No creáis que nuestra serenidad, esta impresionante serenidad, es cobardía. Nosotros, Señor Presidente, no somos cobardes. Somos descendientes de los bravos que aniquilaron las tiranías en este suelo sagrado. ¡Somos capaces de sacrificar nuestras vidas para salvar la paz y la libertad de Colombia!
Impedid, Señor, la violencia. Queremos la defensa de la vida humana, que es lo menos que puede pedir un pueblo. En vez de esta fuerza ciega desatada, debemos aprovechar la capacidad de trabajo del pueblo para beneficio del progreso de Colombia.
Señor Presidente: nuestra bandera esta enlutada y esta silenciosa muchedumbre y este grito mudo de nuestros corazones sólo os reclama: ¡Que nos tratéis a nosotros, a nuestras esposas, a nuestros hijos y a nuestros bienes, como queráis que os traten a voz, a vuestra madre, a vuestra esposa, a vuestros hijos y a vuestros bienes!
Os decimos finalmente, Excelentísimo Señor: bienaventurados los que entienden que las palabras de concordia y de paz no deben servir para ocultar sentimientos de rencor y de exterminio. ¡Malaventurados los que en el gobierno ocultan tras la bondad de las palabras la impiedad para los hombres de su pueblo, porque ellos serán señalados con el dedo de la ignominia en las páginas de la historia!

JORGE ELIÉCER GAITÁN

Como contraposición al genocidio hacia el Movimiento Gaitanista (iniciado desde 1945, y tras tomar esta organización del pueblo dimensiones peligrosas para la oligarquía liberal-conservadora, que optó por la violencia) Jorge Eliécer Gaitán convoca la fuerza de la presencia popular en las calles y se realiza el 7 de febrero de 1948, una manifestación púbica y nacional llamada la “Marcha del Silencio”, hecho sin antecedentes en la historia del país, donde expresa su posición en el discurso conocido como la “Oración por la Paz”, frente a las masacres oficiales propiciadas por las autoridades bajo el gobierno bipartidista del Presidente en turno.