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miércoles, 27 de junio de 2018


UN LARGO ADIÓS








Por Fernando Vanegas Moreno

Tú tienes, para mí, todo lo bello que cielo, tierra y corazón abarcan.
Bonifacio Palacios

Me despedí de Suba, una mañana fría de mayo, iba humillado, cansado, triste…, en una palabra, derrotado. Mi esposa, quizá con los mismos sentimientos, hacia acopio de voluntad y trataba de infundirme confianza, es muy fuerte su corazón, es más grande su alma. La madrugada de aquel día, un troglodita, borracho, sin educación, y tal vez drogado, nos había amenazado de muerte y ante eso, ante lo inminente del peligro, lo mejor era resguardarse y pelear después, mi esposa, mi mona, era lo único que me importaba en ese momento.
En el camión de mudanzas sin embargo, los recuerdos afloraron y de pronto, sin proponérmelo, sin buscarlo, sin llamarla; una lagrima asomó …, llegué a ese pueblo en el año del señor de 1977, a un barrio polvoriento  llamado Villa Elisa, un villorrio de casas apretadas, sin alcantarillado, que cuando llovía, y dada su cercanía con los cerros del sector, se inundaba, provocando dolor de cabeza en los adultos, pero convirtiéndose en motivo de jolgorio entre los más chicos. Improvisábamos canoas con las bateas, hacíamos barquitos de papel, “nadábamos”, en medio de esas corrientes insensibles…, en varias ocasiones me gane una fuetera por parte de mi padre por ese motivo, por creerme el Acuaman de esa barriada, pero no importaba, otro invierno vendría y la diversión continuaría, hoy, obvio, es distinto, el asfalto y la modernidad borraron por completo los improvisados ríos de antaño, los conjuntos cerrados y las nuevas normas urbanísticas, sepultaron para siempre esas épocas difíciles que para nosotros fueron las más fáciles.
En esos tiempos, comencé mi escuela primaria, inicialmente en un colegio de garaje del barrio la Chucua llamado San Gabriel, posteriormente conocido como Alafas del norte y luego con las hermanas de ASOCIERVAS, allí transcurrieron mis primeras letras, mis primeros juegos, mi primer amor…, Cecilia se llama, aún hablamos, obvio, la madurez toco nuestras puertas y hoy, cada uno con su hogar, compartimos lo emotivo de esa edad, cuando una chocolatina Jet de las pequeñas, fue la manera más cercana que encontré para decir: te quiero. Inocencia en todo sentido. Quedaron eso sí, amigos para siempre, compañeros de camino con los cuales, aún hoy, de vez en cuando, compartimos un saludo y un abrazo: mi eterna Lilali (Idali), Rosita, John Piracún, Luis Alfredo Betancourt…, los dos últimos, habrían de acompañarme en mi viaje hasta culminar el bachillerato.
Al entrar a mi adolescencia, y luego de haber peregrinado por el sector de Villa Catalina, nos ubicamos por fin y por 26 años en el barrio San Jorge de Suba, una comunidad de pensionados, de una manzana de extensión, donde los recuerdos quedaron anclados…, en 1986, inicie mis estudios de bachillerato en el glorioso colegio Seminario Espíritu Santo de Suba, hoy, universidad Católica Luis Amigó, sí, ahí, cerca de Bulevar Niza (un lote del BCH, para entonces), y fui feliz, y la vida fue buena y Dios, luego de ubicarme en ese sitio, al sexto año, descansó.
Dicen que solo se puede amar una sola vez en la vida…, yo no creo en esa constante, me enamoré como nunca, con el alma, con el corazón, con cuerpo y espíritu en 1989, pero solo dos años después y ayudado, fui capaz de confesárselo…, se llama Alix Nidia y aún hoy, la quiero. Hablamos  cada vez que el tiempo, los hijos y la vida  lo permite, y es tradición no faltar nunca a nuestra llamada el día de cumpleaños respectivo, hemos compartido triunfos y derrotas, me ha visto llorar y he secado sus lágrimas, nos queremos con la confianza que nos da, saber todo uno del otro, amo a mi esposa; quiero a esa niña de Jardinera gris y buso verde que aún vive en mis nostalgias, (soy claro), mi desidia e intensidad mandaron al traste esa relación, pero la vida nos ha unido desde siempre. De esa época quedan eternos también, eternos que siempre han estado ahí, y que, aunque no nos vemos, llevamos un cordón umbilical común que nos junta, retiene, permea cariño y respeto: Vladimir, Oscar, Italo, Ricardo, y un largo etcétera de 53 santos (jajajaja).
Luego del colegio, todo cambio, ya nada era fácil ni sencillo, empecé a trabajar en la clínica Corpas y comencé la carrera de administración de empresas en la universidad Santo Tomas, carrera de la que deserte luego de tres semestres por ser muy, pero muy malo para los números y las cosas cuadriculadas…, el despecho y la bohemia se apoderaron de mí, y años oscuros rodeados de excesos llegaron a mi vida, mientras, Suba dejo de ser el pueblo bucólico de antaño y la ciudad se la fue tragando lentamente…, los problemas propios del progreso llegaron de la mano del concreto, las vías, los centros comerciales, la “peruabolica” y la constante llegada de gente del resto del país, sin arraigo ni sentido de pertenencia; infortunadamente es así y no se puede tapar el sol con un dedo.
Luego de la redención, de romper mi corazón una y tres veces, cuando ya había decidido que la soledad también es una opción, que se puede vivir sin tener nadie al lado, cuando ya había (por fin), encontrado mi norte y al haber culminado con éxito mi carrera de comunicación, cuando ya me había especializado, aparece ella…, mi mona, la grandeza de ojos verdes…, nacida y criada en el Barrio san Francisco de Suba, entra en mi vida, rompe todos mis esquemas, me hace cambiar decisiones ya tomadas y acepta con prevención, asumir el reto de compartir a mi lado nuestras existencias, de eso ya 16 años, de lucha, de amor, de sentimiento, de problemas; en fin, de convivencia y matrimonio, con ella, y desde el 2011 y hasta el fatídico mayo de este año, compramos y nos establecimos en el sector del Pinar, pero la vida nos tenía preparadas sorpresas y amarguras que durante esos años y a pesar de lo adverso, supimos capotear y esquivar de la mejor forma…, pero era mi pueblo, mi terruño y verlo pasar frente a mis ojos, dolía, dolía como una circuncisión sin anestesia, apretaba el alma y exprimía el corazón…, mis momentos más felices, los más tristes y mi vida, se estaba alejando detrás de ese camión.
Obvio que puedo volver, y lo he hecho, pero ya no es lo mismo, me siento extranjero y visitante de mi pueblo…, la mayoría de mis amigos, la casi totalidad de mis recuerdos están en esas calles, mi existencia quedó prendida a la grandeza de sus cerros, y a la amabilidad de sus raizales.
Es un largo adiós…, Me voy de Suba…, Suba Hoy…, se fue conmigo.