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domingo, 5 de julio de 2015

OTRO DÍA


OTRO DÍA


Roger se despertó, como todas las mañanas, a las 7 en punto de la mañana, tomó su desayuno charlando animadamente con su esposa, ella le dio un beso despidiéndolo. Tomó a sus dos hijos de los brazos y les dijo que se portaran bien. Otro día más había comenzado. Se vistió con su traje lentamente, presionó la tercera perilla que encendía la luz del baño, incluso su cuerpo tenía un horario establecido. Observó la hora titilando en el reloj despertador, 7:30. Como siempre, llegaría temprano al trabajo. Acabó con los pocos pelos que consolidaban su barba, siempre había estado afeitado. Su viejo auto gruño y luego comenzó a vibrar, avanzó hasta la gasolinera más cercana, y cargó combustible, no porque su auto lo necesitara, sino porque era su rutina para que este no se agotara. Llegó a su trabajo exactamente a las 8:25, por alguna extraña razón el tráfico parecía no afectarlo a él, todos los días a la misma hora.
El ascensor se encontraba en el primer piso, el trabajaba en el piso 23. El ascensor tardó 37 segundos en subir los 22 pisos que lo separaban de su oficina, era el tiempo que estaba marcado en la grilla pegada a la pared izquierda del ascensor, un tiempo que todavía se mantenía exacto. Caminó hasta su oficina, desde hacía quince años que mantenía la misma oficina, el mismo puesto, la tercera oficina a la izquierda, y el mismo sueldo (cosa que era posible debido a la estable economía de su época). Siguió hasta el final del pasillo, la maquina del café parecía aceptar todo billete, por roto que estuviese. Y nunca volcaba su contenido, siempre el líquido exacto. Volteó, su director había llegado, se sonrieron mutuamente y Roger se sentó en su oficina. Su trabajo consistía en analizar las cajas que se creaban en la empresa, cuyas especificaciones aparecían en el ordenador, y clasificarlas. Su oficina era un pequeño cubículo con un ordenador y una amplia ventana desde la cual se oían los pocos ruidos provenientes de la calle. Siempre automóviles, nunca un auto de policía, un auto de bomberos, una ambulancia. El horario del almuerzo eran 12:15, a esa hora un muchacho pasaba y le otorgaba a los empleados un emparedado de atún, y una botella de agua. Luego la gente continuaba trabajando. No había de esas conversaciones amistosas de oficina en el horario del almuerzo.

El día finalizaba a las 17:00 horas, y este hubiese sido un día más, de no ser porque a las 16:59 se escuchó un ruido de la oficina de Roger. Primero un golpe seco, luego el ruido de unos cristales rotos, y después… nada…