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domingo, 14 de octubre de 2018

SIETE





SIETE





Evocar un viaje y las ausencias que trajo consigo, el olor de la piel quemada en octubre del año en que desencarné; fuego hecho trozos puntiagudos y grises que un niño buscó en la desazón de su noche infernal para sentir miedo de morirse por primera vez.

       Dejó desnudos los huesos e inutilizada el alma ciega, cero bendiciones, nulos ofrecimientos fáciles de cumplir: “No sufrir es una demanda absurda, hacerlo sólo, un asunto cuya planificación jamás existió, pero igual se hizo. Nadie lo entenderá, a nadie le interesó, a nadie le importó… Es jodido y alucinante ser libre.

       Hace tanto sucedió aquel lunes de mierda en el que las certezas se volvieron el mal chiste que se llevó un rosado viento, y aún te busco entre las hojas que caen de los almendros, tu esencia es vegetal, pura, curativa.

       Eres viento que recoge ilusiones y las encripta en los corazones de quienes se atreven a soñar. Todo de ti en mi cabeza acostumbrada a extrañarte; sólo de mí el amor que te susurra versos mientras observas el mundo desde las venas del bosque donde aprendiste a volar.

       Proclamo la belleza de tu existencia que no se agotará nunca. Lates, militas en las palabras, llenas mis pulmones con la índole del luchador y eso no te lo dejaré de agradecer. Me diste todo con una generosidad que nadie ha replicado nunca; ¿Imaginas cuánto de agradecimiento para ti hay en mi alma que hoy nadie conoce?

      Vuelve a visitarme de madrugada y ayúdame a no despertar, hace rato no veo tu sonrisa. La luna apuñala mi esencia de lobo. Siete años después los sentires no dejan de crecer (los buenos y los malos).

       Te amo y eso no lo cambiará nadie jamás, Catalina de mi alma, angelito mío, la única con derecho a juzgarme; lo que vivimos nos hizo inseparables y cumplimos nuestra promesa.