LAS
RUINAS ARDERÁN
Advertencia inicial y epígrafe:
“Dios salve a Colombia de sus salvadores…”
Jorge Luis Borges, en entrevista con Gloria Valencia de
Castaño.
Cada día es más notorio que nos contentamos con pretender
ser la memoria de unos tiempos hace mucho borrados por las sombras de lo
rutinario. Peleamos contra fantasmas creados en nuestras pesadillas que cuando
ganaron confianza nos quitaron, preñaron,
cansaron, usufructuaron, envejecieron, amargaron, envilecieron y dieron una
patada en el trasero a esa Colombia que juramos defender por la eternidad
mientras duro la noche.
Nos gana la pusilanimidad colectiva. Un pueblo cobardón y
conformista voltea la cara para no reconocer lo evidente. La mayoría de
nosotros jamás tuvo el talante de defenderla, ninguno lo tiene o lo hará. Los
de nuestra raza somos cobardes patológicos, tiramos la piedra, escondemos la
mano, nos quejamos bajito y bajamos la crin cuando los politiqueros y los
“dueños del país” nos tiran una galleta, un puesto, un elogio vacío. Somos
conformidad hecha la panza llena por un día.
Colombia, esa niña (como la catalogó acertadamente Yuri
Buenaventura en una entrevista) que siempre creímos entregaría su virtud por la
gracia del amor pasional irredento, limpio, libertino; terminó desposada por los siglos de los siglos amén,
de blanco virginal y por la santa madre iglesia católica, apostólica, romana
hasta los tuétanos, con un millar de “principetes” amanerados hechos de cartón,
témpera aguada, sildenafilo y babas, formando un amasijo.
Viles y mediocres, los amantes de la “nación” la acaban a
patadas mientras le susurran al oído un “te amo” doloroso como el hambre. Humillantes,
la reconquistan cada tanto con piropos baratos, frases bonitas y huecas; cinco
minutos después, con $ 100 de cilantro, arreglan cualquier problema y empieza
la serpiente a comerse desde la cola… Obvio, la muy tonta cae en sus redes por
enésima vez…El oído la traiciona.
Se adueñan de sus virtudes y después la desechan vejada unos
salvajes sin honor. Todos los presidentes, en mayor o menor medida, lo han
hecho, desde “longanizo,” libertador,
el primero en imponer normas megalómanas a sangre y fuego hasta “porky,” ese ignorante vanidoso cerebro
de pollo. Como es obvio, lo comenzó a
hacer la más reciente joyita de la lista: el desalmado “cacas,” quien no tuvo reparos en incendiar un país para hacerse
elegir, sólo para terminar haciendo las mismas cosas en las que se escudó para
incendiarlo… ¡Patético!
Criminales, taimados, pusilánimes en jactancia nuestros
presidentes de turno; aupados, además, por una recua de cortesanos cuyas lenguas viperinas
chuparon, chupan y chuparán sin descaro las arrugadas pelotas del otrora rival y
en presente “nuevo mejor amigo,” si les otorga una migaja de poder, embajada, burocracia
o mermelada a cambio de su silencio cómplice y un trasero ardiente disponible
24/7. Cada cuatro años mil marrullas para apoderarse del cuerpo y alma de una patria, de una ingenua niña
idiotizada por símbolos tan vacíos como la mayoría de cabezas de los habitantes
de una república que nunca cuajó.
Nuestro sentimiento de culpa como votantes, por lo antes
descrito, parece fenecer y revivir con virulencia. Lo bello queda enterrado en la
lobotomía que al terminar su administración, los presidentes le practican sin
anestesia a la niña. La violencia queda ubicadita en su inconsciente: latente,
promiscua, congénita. La candidez entrega a la tierra una camada de sicarios.
Cada cuatrienio, Colombia, la niñita, arde de emoción
conspicua y nosotros de pulsión sexual moderada, caballerosa, silente como la
muerte, seguros de que tomaremos decisiones que la harán feliz o al menos le
darán tranquilidad… El resultado es evidente: elegimos a los peores, pero nos
convencemos de lo contrario, que “el futuro será de todos,” que tendremos “paz
con legalidad” (y es cuando más muertos aparecieron en los baldíos, con las
botas de caucho puestas al revés, tiros a quemarropa en el pecho y el camuflado
intacto), que somos “potencia de la vida,” mientras vemos impávidos a través de
la tele basura, cómo los que negocian su fuerza electoral con los candidatos de
turno para que les garanticen amnistías, les vuelan los sesos a decenas de
policías en veredas abandonadas y los
compañeros de estos, embrutecidos, matan a los jóvenes de estos caseríos que
por mala suerte cruzaron sus destinos en un retén.
Y es una ilusión pendeja que para nosotros como manada
atolondrada vale el oro, el moro, hasta la pelea con unos familiares que en “modo
tarado” ven la acción de votar como fin y no como medio para no lograr lo justo
sino lo necesario. Los políticos triunfan al fraccionarnos y nos golean. Carta
blanca parta prostituir sin quejas a la niña Colombia, venderla al mejor postor
con los cuentos más “chimbos”.
Guerra de colores, de falsas ideologías, bandos en pugna
por el presupuesto. Unos nos dicen que el progreso de todos está ligado a
permitir la riqueza instantánea de las mafias agiotistas que dan AVALes de
color naranja, (esa ola que roba vidas, sueños, endeuda) que el frenesí
codicioso de la mafia banquera, terminará salvando a través de la “mano
invisible” de Smith, -esa garra que tanto defiende el mediocre gordo, falso canoso-
a las personas en situación de pobreza, 7.1 millones de seres, bocas suplicantes,
jetas llenas de mocos y hambrientas para ser exacto.
Sus oponentes, “los otros salvadores,” adoradores de la
vareta y los sacos de lana sucios, nos clavan como verdad el sofisma “vivir sabroso”.
A través de la queja y la insustancialidad de la protesta violenta envían a sus
lacayos, trastornados por la interpretación pueril de la teoría marxista, tan
blanda de pruebas y practicidad, a romperse y romperle la “mula” al primer
maric@ que “ose intentar detener a la horda retrechera y jetona que grita
blandiendo un machete: “¡Cambio, justicia, honradez!” Esa turba que
pregona la “eliminación de los pobres y la pobreza” a punta de subsidios que sus
mismos líderes robarán tarde o temprano y porque les toca… Gente empobrecida,
no pobre. Cuánta razón la de esa señora regordeta, su única idea real, que parece no ver en los puentes comunicación
sino barreras a incendiar que deben detener a los enemigos que se inventa y
volver más dependiente a ese rebaño ávido de su discursito plagado de
resentimiento y no de soluciones realistas... ¡Y “lleve, malparado…”!
Los líderes de lado y lado pactan con el enemigo que
gobierna: llenan sus bolsillos, sus estómagos y meninges de “vulgar
carterista,” con el soborno dado por la “oligarquía,” y le dicen al pueblo (el
que se muere, el que asesina, el que pone los muertos siempre, el que destruye,
el que no logra ni un puñado de excremento después de chuparse todos los gases
y el pene del policía que lo muele a golpes en un CAI) que lograron un “acuerdo
patriótico,” “un pacto para la historia…” y que gracias… ¡Y suerte es que les
digo…! Que recojan todo y se larguen, porque los grandes pensadores del
movimiento social no soportan ver menesterosos, mutilados y huérfanos, llorándoles en la puerta de la oficina… ¡Ellos
ya son gobierno…! Y como en la milonga, el pobre sólo conserva “el valor de su
tibio corazón”.
¡Somos estúpidos, niña Colombia…! Siempre llegaremos un
segundo después de terminada la subasta de tu alma y tu cuerpo. No tenemos
remedio, lo sabemos… ¡Seguiremos aguardando tiempos mejores…! ¡Que aparezca
nuestro mesías chibcha! Por el momento son ellos, seductores sin vergüenza, dueños
de los ejércitos corruptos y mafiosos, quienes te imponen las reglas: volverán
a las calles las turbas de niños violentos, tus hijos cegados por la pereza
mental y el bazuco, los celulares, el “chorro,” la red social, el FIFA 22, m@stercheik,
Guri Guri y Vicky, la pornografía y todos esos juguetes que les provee la élite
a costo razonable. Intentarán matar a pedradas, a cuchillo, a tus otros hijos,
los policías y soldados, los de abajo, pueblo bruto, gleba-dicen los amos-,
como lo son ellos, cegados también por la pereza mental y el bazuco, los
celulares, el “chorro,” la red social, el FIFA 22, m@stercheik, Guri Guri, Vicky,
la pornografía y todos esos juguetes que también les provee la élite a costo
razonable.
Niños resignados matando a otros niños resignados.
Mientras, sus jefes, tus amantes traidores, los presidentes y sus cortes bufas,
brindan con whisky por ese pueblo tonto
que se mata, literalmente, por elegirlos. Esos líderes, que tienen cincuenta
años más que los niños que acabo de describir, además, les enseñan a exterminar
en tu nombre, Colombia, por un plato de arroz chino, porque no hay cupos en la
universidad pública, por un permiso de salida el fin de semana, por simple rabia
y ninguna razón válida.
El resultado: los niños que estén de servicio le volarán
la nuca a otro niño capucho, con una almohadilla llena de balines disparada con
una escopeta dizque “no letal,” que vendió algún traficante de armas para
repeler las acciones de quienes protestan. “El resentimiento lo volvió una
pequeña “máquina de guerra,” dirá en su
defensa el jefe que les enseñó, por obra u omisión, a ser criminales a los muchachitos, que
parapetados en los CAI, le disparan a lo que se mueva y preguntan después. Odio
y miedo se revuelven, la anarquía se respira en los bandos, el daño está hecho.
Calles incendiadas y pueblos abortan y replican el Informe sobre los ciegos. Sábato, hombre de las razones, que gran
título le diste a una tragedia con ADN de Fénix.
Los otros niños se solidarizarán con el niño capucho muerto
y matarán a algún niño facho que esté de guardia, lanzándole una papa explosiva
directo a la cara. Sacarán sus ojos cargados con la misma vivacidad y las
mismas ilusiones que ellos tienen, comerán sus testículos, beberán su sangre,
lo enterrarán en un baldío y no le dirán a nadie donde quedó el cuerpo, porque
en este país olvidado de dios, el sufrimiento de la gente debe ser perpetuo y
tienen más derechos los perros que los hombres.
Después de unos años, los niños de bando y bando que
queden vivos, los señores políticos a sueldo de su generación, (imitando a sus
maestros, como lo describí párrafos atrás) pactarán un cese al fuego, se “perdonarán
y olvidarán”, claro está sin justicia ni reparación. La guerra los volverá
mercaderes de la muerte, gusanos con ambiciones de poder depredador y montañas de plata manchadas de sangre
guardadas en Panamá. Para eso sus leguleyos crearán amnistías, procesos de paz
(no de justicia) y harán del etcétera de la paz una patente de impunidad. Tus
amantes “cuadrarán” en prostíbulos de países garantes el “desmonte histórico de
la violencia.” -Una mano lava la otra- dicen sin decir de frente. -¡Que se
jodan los que queden en la mitad! Las víctimas, sus escuderos, la gente
decente; ellos sí son los enemigos de la “reconciliación, el enemigo interno.”
Se murieron el niño protestante primera línea roba motos
y el soldadito policía muchachito pistoloco al que mandaron detenerlo… Fusibles
en un intrincado sistema de usufructo que dominan si acaso seis viejos
pederastas que ven pantallas todo el día desde sus islas privadas y dictan las
normas grandes y pequeñas de un país de gente absurda que, a esa misma hora,
sufre por la suerte de los payasos que
dejan quemar un agua tibia en m@stercheik.
Estúpidos habitantes del país. País de estúpidos.
Pobrecita niña crédula. Los amigos del gordo presidente inepto de canas
pintadas que terminaron siendo reales, su único logro de gobierno, le entregaron
en bandeja de plata a Colombia al tipo que todo lo ha prometido y todo lo ha
incumplido, al “reformista borrachín” que, ansioso de materializar sus
mezquindades, hace pactos de sangre y mermelada con la peor basura de la
basuresca clase gangsteril que nos ha
perjudicado desde siempre. Un atado de corrupción (maldito Barreras, no
Barrera; desalmado Benedetti jamás poeta), plomo, mediocridad. Su discurso
habla de acabar, quitar, expropiar; desconoce adrede la construcción, la
mentoría, el aliento, la decencia, el ejemplo, la memoria, la creación, el
trabajo, la moralización, la dignificación de un camino que debemos construir
todos los que decimos amar a la niña
Colombia.
Nos invitan a soñar: sus bocas gritan esperanza, sus ojos
perfidia, revancha… Así son y así serán los amantes de la niña Colombia,
prometen, meten, desaparecen… Y así nos comportamos el resto: como tarados maltratamos
al hermano, destruimos a la familia, al amigo, ignoramos la verdad que un tal Julio
César, tirano de Roma, develó hace más de 2100 años: Divide et impera, Divide y
vencerás… Caemos redonditos elección tras erección y erección tras disfunción.
Ese es el juego del poder.
¿Las ruinas arderán? Quisiera pensar que no. De corazón
lo deseo. Ojalá el nuevo atarbán que desde gallos hasta medianoche se aplasta a
dormir la juma en el solio de Bolívar y del que se enamoró la niña, me cierre
la boca. Ansío equivocarme por el bien de todos. Desafortunadamente la contundencia de los hechos de los últimos días
acrecientan, no mi pesimismo sino mi realismo: cambio es una expresión
manoseada que encubre engatusar. Es como
tratar de homologar honradez con banquero y certificar el “para siempre”
escupido entre polvo y polvo por un rufián a su adorada concubina.
Las ruinas arderán, pero todo seguirá igual, esa es la
tragedia de la niña Colombia y nosotros sus vástagos: siempre estamos colgando,
al borde, pero no caemos, ni subimos, pendemos de un hilo, como la carnada del
pescador novato.
Bogotá,
14 de agosto 2022