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lunes, 3 de junio de 2019

CÍRCULO


CÍRCULO

Escrito por: Javier Barrera Lugo

Fueron godos y cachiporros, los dueños de esta tierra olvidada de Dios, los engendros traicioneros que azuzaron a los gringos para que vieran al caudillo que buscó reivindicaciones sociales, como un supuesto agente del comunismo internacional dispuesto a convertir a Colombia en el primer enclave soviético en América,  quienes jugaron sucio y lograron su objetivo: eliminar a Gaitán.

       Nuestros miedos se hicieron realidad: el hombre murió a traición, solo, como Cristo frente a esa turba acalorada de idólatras romanos y fariseos calculadores que prefirieron la vida de un bandido a la del Redentor.

       El compadre Vanegas llegó serio, la mirada envenenada, un costal lleno de machetes, el revólver casi inservible de Don Abel al cinto y una cantina llena de guarapo para ahogar las penas y alentar la valentía.



-Vamos a matar a esos hijueputas… Esta mierda se acaba porque se acaba… ¿Nos volvieron a joder? Pues vamos a joderlos peor... Esta ciudad fue hasta hoy, Don Pablo. Por mi madre que todo se va a acabar… Nos tocó cambiar el destino.

       La frialdad en la voz de mi compadre retrataba la frustración de un pueblo que se hizo sentir y esgrimió, tras el crimen, la preciada herramienta utilizada por los poderosos a través de la historia para mover sus intereses: la violencia organizada.

       Las bases -porque líderes aparte de Gaitán no hubo-, estuvimos listas para pasar de las palabras a la acción, nos embriagamos, formamos cuadrillas,  caminamos hacia la carrera séptima y comenzamos la carnicería.

       No fue justicia lo que se reclamó, ese privilegio nunca lo tuvimos. La ira se aplacó a través de la venganza, del ojo por ojo, del diente arrancado que reemplazó a nuestro diente hecho trizas; el dolor de un pueblo cloroformizado que se resarció en la aniquilación de sus asesinos y cómplices.

       El compadre tenía órdenes de los allegados al Doctor para llevarnos a cazar godos y eso hicimos. Siempre supimos que en Colombia no habrá espacio para los dos bandos y nuestra misión era limpiar el estercolero en el que los políticos de siempre y sus calanchines nos tenían malviviendo.

       La policía los respaldaba, el gobierno les pertenecía, el directorio liberal se vendió y nos dio la espalda… -Ya negociaron nuestro pellejo esos malparidos buitres-, dijo el compadre con todo el conocimiento que le daba ser el cuadro político de nuestro barrio. Pero eso no nos amilanó, teníamos peso moral, no éramos hombres, éramos el pueblo de la marcha del silencio, los encargados de purgar  al enfermo.

       Casi dos días de batalla nos volvieron piltrafas con mucha menos humanidad. Matamos, nos mataron a muchos compañeros, cambiamos la historia una vez más… y para mal de nuevo.

        Regresamos al barrio apenas entrada la noche. Decidimos guardarnos en nuestras casas a la espera de noticias y para dormir un rato. Mi compadre apareció dos semanas después con dos carabinas y un revólver que le quitó a un godo borracho al que le cortó la garganta mientras orinaba sus últimas cervezas. Con cara de pocos amigos, me dijo:

-Toca perdernos, compadre. Los “perros” nos buscan para darnos de baja. Muchos compañeros ya arrancaron pa’ los llanos, allá como que están organizándose pa’ tumbar al gobierno.

-¿Y los de acá qué?-Pregunté. El compadre Vanegas me miró con cara de pocos amigos. Continué-: Somos los que respondemos por la casa. ¿Y los hijos? ¿La mujer?...  ¿De qué van a vivir?  ¡Compadre, no nos podemos volar!

-Si se queda lo matan los "chulavitas," los matan a ellos. Esto no salió como quisimos… No pudimos tumbar la oligarquía como lo quiso el Doctor Gaitán; los teníamos a tiro de as y estos cabrones se nos volvieron a montar… El hijueputa de Ospina y la mujer pidieron muchas cabezas cortadas… Están débiles, o sea, más peligrosos… De nada le sirve a su familia muerto, compadre. Además, la guerra no va a demorar tanto, somos el pueblo, los verdaderos dueños de este cagadero… Vamos a acabar con los malos, a hacer un país diferente pa’ sus “chinos,” pa’ los míos, pa’ todos, créame…

       Al compadre lo mataron en una emboscada dos semanas antes de que Guadalupe Salcedo firmara la amnistía que dio el gobierno tras años de guerra sin resultados. Nos devolvieron para la casa sin un peso, enfermos, locos, llenos de muertos en la conciencia, sin futuro… y lo peor de todo, sometidos por las mismas familias que pretendimos acabar, gente que sólo nos ve como sirvientes, un problema diario, una caterva de “indios” que hacen feo su reino de odio.



**La imagen que acompaña este artículo fue tomada y pertenece a Sadi González y sus herederos.