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lunes, 17 de febrero de 2014

¡SEÑORA SE FUE PACHECO!

¡SEÑORA SE FUE PACHECO!

Por: Fernando Vanegas Moreno


Fernando, las tareas, Fernando, tienda esa cama, Fernando, lave la loza…, doña Ana se empecinaba en ponérmela difícil con la maternal amenaza de no dejarme sentar frente al televisor  a compartir  mis alegrías con la real cohorte de Pernito, Tuerquita, Bebé, Tribilin y el mayor y más entrañable de los payasos: Fernando González Pacheco.”Pachecolo”, ese afable personaje que con su carisma y buen humor llenó de alegría los hogares colombianos por muchos años.
Papá era más chantajista, sus exigencias iban desde el noble oficio de lustrarle los zapatos hasta (hoy me da risa, en esos días no) la colaboración obligada en reparaciones locativas del hogar, muy “chimbas” por cierto, pues luego empezaba el desfile de albañiles, plomeros y electricistas calificados, tratando de rehacer las cagadas que MacGiver y su vástago habían ocasionado, obvio, siempre con el ceño fruncido de mamá que no podía dejar ese “le dije”, que hacía que el viejo  se escondiera entre las hojas del periódico simulando leer.
Y después del periodo de esclavitud paternal, me veía yo haciendo fuerza (fuerza nacional; con las nalgas, como si toda nuestra energía partiera de ese chacra que en castizo es culo… como cuando creemos que el avión no se cae, gracias a nuestro poder nalgar), por los “pelafustanillos” de mi edad, que al otro lado de la pantalla intentaban ascender la “barra kilométrico”, una vara de dos o tres metro, engrasada y en cuya cúspide se encontraban algunos balones, bicicletas, tenis, “combos Gel’Hada, o nada”, bonos Gegar Kennels, para otorgar a tu mascota un Kid completo de aseo y entrenamiento y otras cuantas nimiedades que hoy no recuerdo. Luego, los payasos…, ah, los payasos (¿ya no existen cierto?), chistes flojos, rutinas estúpidas y pastelazos idiotas, pero como me divertían. Y ahí, en medio de esa batahola estaba él, Pacheco, un carnal que se auto describía feo  para que las bellas dijeran lo contrario, un feo que se convirtió en uno de los más bellos colombianos.
Vendría luego “Compre la Orquesta”, programa donde uno, desde la comodidad de la sala intentaba “caer en la nota” y adivinar de primerazo el instrumento que Fernando nos hacía sonar a “nombre de la abejita Conavi” y que, de plano llevaba la melodía de la canción…, apuestas con los hermanos tratando de acertar el tema musical del que se trataba y sonrisas varias cuando el presentador salía con peluca u otra locura propia de su repertorio. Fueron muchos los programas que dejó Pacheco: Sabariedades, Exitosos; Los tres a las Seis (con doña Gloria valencia y el bobito de J Mario), Quiere Cacao, el programa del millón…, tantos.
Como periodista nunca he visto un mejor entrevistador que González Pacheco, era cálido, ameno, genial, no se complicaba, eran charlas de amigos, donde él sacaba lo mejor de cada persona, su sonrisa permitía y transmitía confianza entre sus interlocutores y “charlas con Pacheco”, es sin duda alguna, ejemplo a seguir para los nuevos y los no tanto, pseudo comunicadores de hoy. Recuerdo la realizada a “comanche”, líder del extinto cartucho; Fernando, desnudo al negro sacando a flote al filosofo, al pensador que se escondía tras los harapos y su caudal de mugre, y la recuerdo porque quería hacer lo miso, ser un gran conversador , un gran periodista, un mejor ser humano, así era él…, excelente.
“Pachecolo” se nos fue, no por una deficiencia respiratoria como repiten los medios, Pacheco se fue en esa barca conducida por el olvido y la decidía; como Juan Harvey, como doña Alicia de Rojas, como en su momento Diego Álvarez. Fernando se fue peleando contra la depresión y contra la mala memoria de los que crecimos viéndolo y aplaudiéndolo. Ya no volverá el Torero, ni el boxeador; ausente estará para siempre esa voz ronca que entonaba sin asomo de vergüenza “ahora seremos felices”, tal vez su canción favorita, y Pirry, ya no tendrá a quien emular, pues fue González, el primer personaje extremo de nuestra pantalla chica.
En alguna ocasión, caminaba yo con Jaime Baquero, compañero y amigo entrañable en los aciagos días de universidad…, andábamos por Chapinero, ese sector tradicional de Bogotá, cuando el hombre me suelta a quemarropa esta reflexión: “nos vamos envejeciendo cuando en lugar de mirar ropa en los almacenes, nos dejamos llevar por los títulos de los libros que exhiben en las estanterías de los comercios” y vaya que últimamente he visto muchos títulos, cada vez siento más lejana la inocencia de los primeros años. Ya no lustro ni mis propios zapatos y la famosa frase de “quiere cacao” solo se la escucho a una lora vieja, que es propiedad invaluable de una tía que todas las tardes se enreda en conversaciones inútiles con el animalito hasta que alguna de las dos es vencida por el sueño.
Un español más colombiano que el ajiaco y el tamal supo generar en un país agobiado de violencia e injusticia, todo el cariño y la admiración que ningún otro ha logrado, un ser que sin utilizar la fuerza se coló en los corazones y en los hogares de toda una Nación, un ser humano único, irremplazable e inigualable, ese era Fernando González Pacheco, el viejo ingenioso, el infantil adulto, se va, y tras  él momentos inolvidables, tantos, que solo me resta decir: “Señores, se escapó nuestra niñez… ¡señora se fue Pacheco!”