FINAL DE LA TARDE
Por: Javier Barrera Lugo.
La tarde
cierra naranja y gris. A La ciudad, detenida en ruidosa somnolencia,
parece costarle lo mismo seguirnos o dejarnos extraviar. A esa idea me apego:
Recorrer
en silencio la habitación donde toda esencia del mundo se quedó pegada a los
cuerpos que se hicieron jóvenes por la eternidad y la histeria ese
mayo plagado de caos y anarquía (Todos los milagros desean suceder en mayo).
Hay
sol todavía, también nubes que no son de lluvia sino de recogimiento. Estoy aquí viendo por la ventana y
abrazándote, sintiendo tu tibieza, dándote calor, experimentando deseo, el cariño que sentí por ti desde que
te vi transitar mis océanos y no me conocías. Te tomo la mano, paso los dedos
por tu cuello y me hago uno con los latidos de un corazón que rompe umbrales de
locura. Te busco, te encuentro, fabulo en tu magia las cenizas de la mía, mientras comienzas a dormirte en mi regazo.
Y siempre estás aquí, porque de aquí jamás
te fuiste, pareciste ausencia, no abandono, soledad, no vacío, esperanza,
siempre ese anhelo que no me atreví a olvidar; allí nací y allí fenezco con
delicada impunidad.
Esta tarde te abrazo y te deseo, ya lo
dije, esta tarde muere la tristeza, porque como de costumbre veo el ocaso
acompañado de lo que fuimos y debemos ser en algún momento. Una sola condición:
busca a tientas, en la oscuridad, este cuerpo que ya no le pertenece al miedo;
atrápalo, llévalo a tu lado y haz de él lo que quieras. Esta carne, huesos y
alma necesitan buscar nuevas resurrecciones.