LOS DE NUESTRA CLASE
POR: CAMILO ETNA
Los
de nuestra clase abrimos espacios en el
mundo mordiendo el vientre que nos prodigó cobijo y miedos. Escapamos del noble
presidio utilizando dientes y mandíbulas, descosiendo las intrincadas telarañas
que el tiempo hiló en sus acostumbrados arranques de sadismo.
Ese
embrujo de la luna hace que recorramos las calles que a nuestros abuelos se les
hicieron tan parecidas a la sordera del destierro y a los padres más violentos
les zurcieron las heridas del espíritu con víctimas, alcohol, música untada de
plomo, poesía y gasolina, y variados arranques de travestismo anémico. (Hombres
no tan malos, jugando a la ruleta de la adicción. Mujeres puritanas al borde de
la locura del sexo sin antecedentes, copas largas sin charla y embarazos deseados a las malas que les ahogarán la voluntad.)
Encarnamos
la materia de niños tristes y viejos
cuyas fuerzas se extravían en un laberinto dominado por la ceguera que todo lo
ve; pero ignora patética el eco de su intuición. Somos sagaces en el
desequilibrio; guardamos las energías para morder y correr a toda prisa con
trozos de músculo entre las fauces y toda el alma pegada al alma en la
oscuridad de nuestra renuncia hecha encantamiento frágil.
Esta
tragedia, repudiada hasta por las bestias, hace que nos abstengamos de compartir
el banquete de quienes triunfan a pesar de su estupidez; cruel festín enfermo
de cáncer, de sangre podrida y huesos cristalizados.
El
sirviente haya dignidad en el ejemplo de los hombres que incineran el escarnio
de su negligencia auténtica, la preñez
del propio infierno. Las voces inconscientes del sirviente esterilizan
pulsiones y ajenos oráculos. No poseen vulnerabilidad ni usurpan la castrante
protección de la esposa que agoniza.
El
sirviente es sonido para ensillar las bestias y escapar, honor confiscado en el
aleteo de un insecto asesino que se
adentra mordaz en el sensible palpitar del monstruo cuando duerme con un ojo
abierto. El sirviente es simplemente el dueño de las mariconadas de su amo. Es
el amo que renuncia a la macana y
coquetea con el aroma de la piedad sumaria. Eso soy yo: un sirviente asesino.
-¿Estás
seguro de que sólo eres un sirviente?-
-(Silencio)
-¿Sabes
acaso lo que significa la dignidad?-Pregunta sin asco. Y continúa:-¡Eres hombre. Eres lobo. Nada en
realidad!
-De
hombre, tengo la ingratitud y la frialdad de la traición. De lobo, que escarbo
en la basura por subsistencia, jamás por placer-
-¡Valiente
lobo con el que comparto la cama!
-Valiente
hombre que no tiene las agallas de callarte, pero sí la frialdad de pensar en
ella mientras sigues muriendo de rencor
a mi lado…-
Acércate.-Le
dije- Voy a morderte nada más. Pierdes mortalidad y lo único que puedo ofrecer
a tu dolor es instinto, fresca claridad que otorga el vaivén de mi crueldad
como paliativo.
Deja
expuesto el cuello, quiero hacerte partícipe de este hechizo que alucina e
invita a acatar los designios de la nueva verdad. Me propongo infectarte las
ilusiones del corazón, abrir tus piernas hasta llegar a las entrañas tibias de
la curiosidad. Que te emociones con la luna que me desfigura cada noche desde
siempre y sientas ganas de escapar, que
compres esta pulsión y te decidas a hacer lo mismo. ¡Vamos a llegar a los
lugares que cada noche sueño mientras duermes!
Acepta
mis dientes, mi saliva, mi fuerza. Aférrate a esta dulce maldición en la que
serás gestora de tus propios descubrimientos y amaneceres. Entrega cada
sensación del cuerpo a la anarquía que cobija la fertilidad enfermiza, al final
de cada día quedará la levedad que por siglos impone nuestra curiosidad saciada
del hechizo. Repite hipnotizada frente a las puertas de la bondad cada palabra,
empuña estalactitas fulgurantes, amenaza el rostro que indaga prejuicioso, eres
mejor que cualquiera y estoy seguro que ante la ofensa brindarás el corazón,
desterrado de las glándulas de la obstinación, para convencerlos de deshacer su
sepultura.
Sígueme
hasta la vida. Seremos nietos malcriados de las costumbres, hijos del mal por
buenas razones. Ampliaremos el firmamento en los ojos arrancados de su cuenca,
apuñalaremos a los ángeles que esquilman la fe del olvidado, revisaremos sus
casas y descubriremos el veneno con el que impregnan dolosos la poesía para que se haga promiscua, veraz,
amante de Belcebú y madre de parias.
Mi
invitación, la que no termino de hacerte, es a que dilapides la falaz alegría
que brota de todos los rincones de la tierra. El mundo no se detiene por ti, no
te quiere. La vida es un espejo que
desnuda vanidades convenientes para casi todos. ¿Te animas a pintar una sonrisa
en el lado sombrío de mis aullidos autoritarios? ¿Amarás mi existencia como
tantas veces has amado mis inacabables muertes? ¿Serás testigo y víctima el día
en que mis verdugos decidan inflingir la tortura que se aplica a la invalidez
de mi contrición?
¿Estás
segura de amar con la misma intensidad con la que odias?
…………………………………………….
Todo
parece crecer más rápido sobre tus sienes. Utopías se ensartan en tus fibras
vegetales, animal y hombre siempre huyendo; hombre alado cuyos despojos ya no
puede tragarse el asfalto por tanta miseria que se cuece bajo su superficie.
Quieres
mi cuello para morderlo, para atarme una soga en cuyo extremo reposa la piedra
de todas las culpas que la humanidad te ha cedido. Buscas honor recorriendo
como un zombi las derruidas casas de tus maestros extraviados en la locura
mesiánica. Ellos son los culpables de que seas lo que eres, no la naturaleza
que te brinda lo mejor de los dos reinos.
Coronas
de papel para los danzantes y su falta de moral, besos de mayo que traspasen la
penumbra hasta volverse tu voz. Los dados se cuelan por un orificio verde en el
que la cabeza de cada una de tus amantes cuelga en las vigas del techo.
Inminencia, caos, juramento que me hará daño si se cumple. Eso eres tú, lobo
cobarde. Eso eres tú, amuleto del engaño humano.
Cloquean
los huesos que guardo en mi bolsa de dormir. Las células de mis hombres,
huesos, cejas, uñas y cenizas me invitan a ignorarte:
-¡Es
una bestia que quiere saciar su lujuria sobre nuestro recuerdo! ¡Es la cara
terrorífica que jamás pudimos
mostrarte!-dicen en mi vigilia.
No
te voy a prestar mi espíritu. Tus manos me tocan y se borran, la hiel de tu
lengua hace trizas la piel de nuestro hijo que flota, para su fortuna, en el
limbo. No lo asustan ya los juegos en que las amapolas se comen a los niños
sentadas sobre el hocico de un licántropo
a punto de despertar.
No.
Todo llega a su fin, hasta la inmortalidad que prometes. Es tiempo de que pases
de la compasión, de la ruindad de declararse por vencido, a la superación de tu
infancia. Me enseñas a volar para quedarte en tierra viendo como el viento me
parte las alas y caigo al vacío. ¡No mi amor… Esta vez no cuentes conmigo!
……………………………………………
Se
repite la pesadilla: Las nubes se tragan lo que queda de cielo: limpian el
azul, le rompen las costillas al sol y mil aves se desploman en fila sobre las
hermosas montañas de Mandalay.
Huelo
la multitud aún si el mundo se hunde en su detención. Se cumple mi deseo de
estar solo en el lugar que he tratado de usurpar de tantas formas… Comienzo a
sentirme triste. No soporto la oscuridad que respira sobre la nuca. Necesito
estrechar un torso que tiemble de pasión y miedo. Necesito el aliento que se
estrella contra el vacío de las súplicas. Necesito.
Necesito necesitar, necesito la necedad
del necesitado. Necesito la exclusión para ser alguien...
Pobre
de ti lobo aturdido. Pobre de ti, pobre hombre. Los de nuestra clase no nos
conformamos con ser lo que somos, fingimos y somos malos actores de una comedia
que genera orfandad. Los de nuestra clase hacemos nuevo un mundo demasiado
viejo para tomarse alguna molestia.