INMORTALIDAD
A Carlos Fuentes Q.E.P.D.
(11 NOVIEMBRE 1.928 – 15 MAYO 2.012)
Si algo
es claro para todos los que nos arriesgamos a escribir es que más que el honor
al idioma que nos enseñaron nuestros antepasados, la razón fundamental de
ejercer con pasión este oficio conferido por la vida es la rebeldía consciente
con la que enfrentamos la realidad del olvido.
El
olvido y la muerte, en esencia las mismas cosas: negación, oscuridad, eterno
mutismo. Contra este síndrome de la memoria la única cura válida es trascender
a través de un sinnúmero de caracteres organizados para perpetuar lo dicho y lo
pensado. Escribir es la única esperanza que tenemos algunos seres para tratar
de vencer la extinción propia.
Uno no
desaparece cuando deja de respirar, es el proceso de olvido sistemático lo que
sentencia el final de la existencia. Carlos Fuentes lo sabía y no sólo se
interesó por el último tramo de la lucha, desmembró el proceso vital (del cual
fenecer es elemento) y organizó, según su libre criterio, líneas que todos
cruzamos e intentamos retomar sin éxito, elevando siempre la dignidad hasta de
los personajes más crueles.
Sí, los
personajes en las novelas de Fuentes forjan, testifican o sufren legados,
herencias tocadas por hechos políticos, magia, sexo y pudor, hélices
surrealistas y revoluciones no siempre exitosas. Unos seres con mil facetas,
malos con candor, ancianas enamoradas de jóvenes traductores sin un cobre en el
bolsillo, amor y guerra, infinito trasegar de sombras.
Hoy
Carlos Fuentes cruza el umbral y se enfrenta a la inmortalidad. Muchos de sus
admiradores, con sencillez y cariño por el autor, colocamos una piedra en la
arena testimoniando solidaridad y le deseamos suerte en lo desconocido. Gracias
no es palabra suficiente, sólo nuestro respetuoso silencio le dice: ¡Gracias
por ser uno de los nuestros, gracias por sentir miedo y no dejarse apabullar
por él!
Respetuoso
adiós, honesto escritor.