201
Por: Javier Barrera Lugo
“De los hermosos el retoño ansiamos
para que su rosal no muera nunca,
pues cuando el tiempo su esplendor marchite
guardará su memoria su heredero.”
para que su rosal no muera nunca,
pues cuando el tiempo su esplendor marchite
guardará su memoria su heredero.”
-Soneto de William Shakespeare-
Mañana de nostalgia cuando crees que todo lo que
parece posible no es más que un coletazo del pasado, una mala jugada que nos
proporciona el miedo. Empiezas a entender que buscarte es una sucesión de
errores que no vas a ser capaz de perdonarte, que aquello que llamas comienzo
es la prolongación de una fila que por la eternidad estás destinado a seguir sin
llegar a la plenitud.
Cuentas
con los recuerdos (las manos que construyen una y mil veces el pasado) para no
lanzarte por la ventana y volar por única vez. Ella está dispuesta a seguirte
en tu suicida pretensión, pero eres lo suficientemente fuerte para decirle “no
esta vez.” El amarillo del mundo se centra en ese cuerpo que en el cuarto 201
del motel canta las canciones de Lavoe mientras espera recuperar el aliento
para seguir fornicando, haciendo el amor,tan llenos de ingenuidad sublime como
de silencio,- para ustedes aplicó siempre esa verdad-, perdiéndose en esas
fantasías tuyas que tanta dulce tragedia suelen inventar.
No es
tu culpa, no me malinterpretes. Así eres, así serás, no le haces daño a nadie
salvo a ti. Ella no pudo ser fuerte y no quisiste serlo por los dos. En el 201
se quedó lo poco de inocencia que te quedaba, el profundo aliento tibio de
ella, las almas y piernas que se abrieron gracias a las palabras justas, los
ojos árabes que resultaron ser de un lugar cercano, la penumbra que dejaba ver
aquello que las luces disfrazaron de pasión.
¿Dónde
están las promesas, la felicidad, las campanillas dadas por el renacimiento?
Todo está en el 201, ella está allí, encerrada hasta que el cosmos implosione;
eres el autor de tamaño despropósito. Nada se moverá porque no quieres que esa
acción se complete. Un simple acto de egoísmo… El amor casi nunca es
suficiente.
Los recuerdos son el tóxico peregrinar de quienes viven.
ResponderEliminarMario Díaz.