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lunes, 22 de septiembre de 2014

DE UN GRANDE A UN GIGANTE

DE UN GRANDE A UN GIGANTE

Joselo de Café Tacuba, nos habla de Cerati




El jueves de la semana pasada estaba ensayando con mi grupo cuando me llegó un WhatsApp: “Tengo una mala noticia que darte, murió Cerati”. Era mi amigo el periodista Humphrey Inzillo, desde Argentina, por eso no dudé ni un momento de lo que me decía. Tantas veces se había dado la falsa noticia de su fallecimiento que muchas personas lo tomaron con cautela, pero horas después, incluso minutos, era imposible no creerlo: después de varios años en coma, el cantante, guitarrista y compositor argentino se nos adelantaba en este paso por la vida.
Estábamos en un descanso de los ensayos de la próxima gira, Re, así que no había nadie cerca de mí al recibir la noticia, salí entonces a buscar a mis compañeros y al staff que nos ayuda para darles la triste nueva.
Las reacciones fueron diversas: hubo shock, tristeza, pero también un sentimiento de alivio. Por más que había la remota esperanza de que despertara —era lo que queríamos todos— no nos podíamos quitar de la cabeza el sufrimiento por el que debía estar pasando Gustavo al vivir en ese estado.
Mi celular comenzó a sonar insistentemente. Todos números desconocidos. Me imaginé que eran reporteros buscando unas palabras para los titulares que saldrían al otro día, ya me ha pasado otras veces. Los teléfonos de mis compañeros también comenzaron a sonar, y Meme, sin pensarlo, tomó una llamada para enterarse que sí, era alguien buscando una declaración. No sé que habrá contestado Meme, pero me di cuenta de que yo no quería decir nada. ¿Qué iba a decir?, ¿que estaba triste? Sí, sí lo estaba, al punto de no querer hablar con nadie del tema. ¿Qué Gustavo Cerati era un gran artista?, muchos de nosotros lo sabíamos desde antes de que se volviera noticia de primera plana por entrar en coma.
Pero el teléfono seguía sonando y también las peticiones por e-mail. Lo siento, pero no contesté ninguna. Fue hasta el día siguiente que otro amigo periodista argentino me pidió que escribiera algo para el suplemento dominical del diario en el que trabaja. De una u otra manera me dejé convencer, pero nunca estuve del todo a gusto con lo que escribí: que Gustavo era una persona que brillaba en todos lados, que llamaba la atención por donde quiera que pasaba, incluso la de aquellos que no sabían que era famoso. Era tan especial que se fue de este mundo de una manera nada común, nos tuvo a todos pendientes de él durante años, creando una expectativa digna de un rockstar, lo que sin duda era Gustavo Adrián Cerati Clark.
Incluso con todo lo que escribí sentía que faltaba decir algo más, y aún ahora no sé bien de qué se trata. Debe ser que no sabemos —que no sé— cómo hablar de la muerte, sólo me queda aceptar que es un tema que se me escapa de las manos.
Una semana antes había caminado por la colonia Roma, por Álvaro Obregón, y pasé por el Bar Cerati, un pequeño local en donde anunciaban pizzas y cerveza. Había fotos de Gustavo y sonaba una canción de Soda Stereo. Me dieron ganas de tomar una foto y mandársela a Maitena Aboitiz, a quien seguro le daría mucho gusto recibirla, pues, ella, que recopiló en un libro las entrevistas de Cerati, le gustaba atestiguar el cariño que México le tiene a esta figura del rock argentino.
No tomé la foto porque no había mucha luz y no le iba a hacer justicia al lugar. Ese establecimiento se incendió la madrugada de este lunes, debido a un corto circuito. El altar que le habían puesto al morir, escapó de la llamas.
¡Qué misterio tan grande la muerte!, y por lo tanto también la vida. Se nos fue un gran artista que todavía tenía mucho que darnos, más canciones, más conciertos. Eso es lo que nos imaginamos, pero ya no lo sabremos. El cliché dice que ahí tenemos la obra que dejó para disfrutarla y como todos los clichés tiene mucho de cierto.
¡Grande, Gustavo, te aplaudo siempre!

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