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domingo, 5 de abril de 2015

EL LOCO EMPELOTO

EL LOCO EMPELOTO
Por: Javier Barrera Lugo

En Ciudad Jardín, mi barrio, había una fascinación atávica por los locos que llenaban de barullo las calles con su mera presencia. Una comunidad obrera marcada por la veneración a lo extraño, les colocaba el rótulo de “celebridades oscuras” a  aquellos seres desquiciados. Los choferes de bus les jugaban bromas, las señoras escondían a los niños porque en sus crisis, abofeteaban a quienes portábamos el saco azul oscuro de la escuela distrital. Eran figuras relevantes.
En los años 80 dominaron la parada “la loca Beatriz”, acumuladora de basura que alegaba con el fantasma de su madre y lanzaba piedras a los curiosos, “el loco Galvis,” que fritó con bazuco su cerebro, “el vecinito,” lleno de mocos, pestilencia y don de gentes, y el “loco empeloto”, quien andaba calato por las aceras recitando versos eróticos y suicidas del masón José María Vargas Vila, produciéndoles, como es lógico, ataques de horror a las beatas. 

Una vecina chismosa (como casi todas en el city), nos comentó a mis hermanos y a mí que el “loco empeloto”, había perdido la razón por leer en exceso. A los diez años, siendo alumno de una escuela pública, con un respeto bobalicón por los adultos metido en los huesos, la conclusión a la que me llevaron fue evidente: jamás tocaría un libro.
“Era un médico acertadísimo, pero el vicio de la lectura le llenó de cucarachas los pensamientos…Tanta universidad pa` terminar mostrándole las “mochilas” a la gente. Ni “puel chiras” estudien tanto. Si hacen tareas y les duele el “celebro”, vean televisión y “descansen.” Pobrecitos sus papás; ellos matándose trabajando y ustedes en riesgo de terminar en un manicomio… ¡Virgen Santísima!” Una dama cruel le colocaba la primera zancadilla a nuestra razón.

Afortunadamente mi profesora de quinto grado, la Sra. Ligia Ruge de León, me enseñó que locura, es dejar pensar a otros por uno. Todavía conservo el primer libro que me regaló cuando aprobé el año, “Las aventuras de Tom Sawyer”, de Mark Twain, un acercamiento inicial a los secretos del universo sin intermediarios. El “loco empeloto”, se suicidó debido a un trastorno bipolar sin tratamiento. Lo supe años después, cuando me encontré a su cuñado en la Biblioteca Nacional y me lo contó todo.

2 comentarios:

  1. Recuerdo a Beatriz, la loca. Vivía cerca a la salida de la calle 132 con 52. A ella se le murió la mamá y se le corrió la teja. Volvió la casa un basurero, varias veces pasaron los de la higiene a sacar volquetadas de escombros.

    Gracias por recordarnos a estas personas.

    FLORENTINO BORRÁS.

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  2. UNA VECINDAD COMO LA DEL CHAVO PERO CON LOCOS, LOCAS Y DE TODO..... ASÍ ERA CIUDAD JARDÍN. MUY CXERQUITA TODO Y MUY DE LEYENDAS.

    SALUDOS, GUSTAVO CERÓN.

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