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lunes, 6 de marzo de 2017

PERDIDO EN EL OCÉANO

Perdido en el océano
  
 Por: Herman Ríos Castro

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Hace horas estoy sin rumbo fijo, perdido en este océano sin saber dónde me encuentro. Mi avioneta monoplano avanza hacía un norte desconocido. Huyendo de la guerra sin cuartel que contra mi país adelanta el Ogro Ario. Salí de Marsella hace 6 horas con rumbo hacía la Antártida. Poco a poco voy preparándome para el final. Caer al mar y entrar en las profundidades de sus aguas caudalosas, frías, oscuras e impenetrables.

Dicen que los que van a morir y ven que se acerca este momento empiezan a recordar rápidamente como en un caleidoscopio toda su vida pasada. A mi no me pasa esto. Me llega a mi mente la figura de mi madre y la de ella..., mi amada, mi bella amante, mi linda princesa..., mi cielo azul!!!!

No sé por qué las asocio; el amor de mi madre y el amor de mi amante, de la mujer que me hace pasar unas noches fantásticas. El día anterior la pase con ella..., con mi amante, y fue la mejor noche de pasión que haya vivido. Arropado en su cuerpo cálido y acogedor percibo su perfume vestal, es como estar entre el follaje del bosque..., que aroma, suavemente paso mis dedos por su piel y subo y bajo su espalda tersa y juvenil. Beso el sitio en donde le cortaron el hilo umbilical y levantó la mirada y veo su faz transida de pasión. Sus labios se abren y dejan asomar su lengua que se relame y de a poco empieza a susurrar ayes, sii, si..., Nuestros cuerpos trenzados en un combate extraño procurándose placer, el de eros por supuesto; y en ese tinglado de pronto me pone debajo de su cuerpo y es ella la que como una amazona experta empieza a cabalgar a pesar del potro salvaje que se le opone.


Quién lo creyera en estos momentos en que me voy a morir, a desaparecer en las olas del océano, me dispuse a rememorar mis noches de placer.

Sí antes de que oscurezca y de que se extinga el combustible del pájaro motorizado pudiera avistar un islote salvador, encontrar tierra, tierra…, pero nada sólo una alfombra unicolor. Muy extensa, ya el brillo que le imprimen los rayos del sol empieza a desaparecer. Igual que yo, que empiezo a perder mi fe y mi vigor, empieza a palidecer.

Oh Madre mía gracias por darme a luz, por tenerme en tus brazos, por amamantarme, por estar a mi lado en mi infancia y no quedar a merced de la orfandad. ¿Cuántos momentos en que estuve triste y enfermo en mi vida, tú, dulce madre mía me acogiste y me abrazaste?, a mi vida imprimiste bríos y deseos de empezar de nuevo.

¿Qué me será después de caer a las gélidas aguas que me esperan como voraces tiburones para tragarme en sus fauces?


Hoy el Océano me tragará y estaré ahora sí irremediablemente perdido…,

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