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CUENTOS, MIL PALABRAS: RELATOS DE UN ENCIERRO COMUNAL
Una pandemia que contamina y diseca las
esperanzas, que permite apartarse, aprender a perder y resucitar, así la
ceguera colectiva no nos quiera dejar salir de los titulares apocalípticos que
engalanan los noticieros.
Idiota Inútil, publica 9 cuentos
escritos por Javier Barrera Lugo (1 por las siguientes 9 semanas), basados en
las 9 conclusiones que le ha dejado la pandemia por COVID-19, al filósofo sur
coreano Byung-Chul Han, expresadas en diversos medios de comunicación y que,
para criterio del escritor, son contundentes y veraces.
A continuación, presentamos el tercer
postulado de Byung-Chul Han, y el tercer cuento de Barrera.
Gracias por seguir la serie, esperamos
la disfruten.
BYUNG-CHUL
HAN SOBRE LA PANDEMIA**
** Reflexiones del filósofo
tomadas de una entrevista para Carmen Sigüenza y Esther Rebollo, de Agencia
EFE. Todos los derechos reservados a sus autores.
Postulado
3.
“La
Covid-19 no sustenta a la democracia. Como es bien sabido, del miedo se
alimentan los autócratas. En la crisis, las personas vuelven a buscar líderes.
El húngaro Viktor Orban se beneficia enormemente de ello, declara el estado de
emergencia y lo convierte en una situación normal. Ese es el final de la
democracia.”
MONSTRUOS DE PAPEL MACHÉ O EL ELOGÍO DEL ENTRECOMILLADO
Por: Javier Barrera Lugo
No fue la incompetencia de los
investigadores de la Procuraduría Nacional y de los funcionarios de migraciones
las que permitieron la fuga. No. La complicidad de un sistema tan grande y
podrido como el estómago del diablo; la alcahuetería de unas “fichas uniformadas,” afiliadas a los partidos
políticos tradicionales que se crearon a sí mismos con el objetivo de burlar hasta las mínimas normas éticas y
acolitarle la pendejada al dictador de turno, permitieron el desastre.
La ministra de economía pasó de largo los “estrictos” controles de
las autoridades y ninguno quiso preguntarle nada. La miraron de reojo mientras
sacaba de su cartera los pasaportes de los niños; a ella no se lo solicitaron. Le
ayudaron a acomodar dos maletas en la banda transportadora de la aerolínea,
cuidaron a los dos pequeños rubios mientras “mami” cuadraba su escape, y hasta
deshabilitaron una cámara de seguridad que registraba de frente la compungida expresión
de la mujer. Todo por satisfacer a la ministra, que azarada, lanzaba propinas a
diestra y siniestra.
Sigilosos, recibieron los cinco billetes de veinte dólares, por
cabeza, que entregó a quienes se topó en su camino al exilio, logrando mantener
a raya cualquier intento de pregunta incómoda, los consabidos “¿por qué?
¿Para dónde? ¿Motivos?” Salió del país sin despeinarse. “Un pueblo que vende
el alma por moneditas… ¡Maricas!” Alcanzó a pensar.
No
bien se abrió la puerta del avión en el aeropuerto de Miami, tres horas
después, las autoridades gringas la capturaron. Los niños fueron puestos a
disposición del servicio estatal de protección de menores, y ella, enviada a un
centro de detención de mujeres.
Una
semana después, se declaró culpable de sacar del erario, lavar en Florida, e
ingresar en las cuentas del presidente Duarte y sus más apasionados
partidarios, al menos doscientos millones de dólares.
La
fiscalía del estado le ofreció un acuerdo cuyas condiciones aceptó sin chistar:
delatar a los autores materiales del desfalco, señalar a los capitalistas de su
país que organizaron la salida de la plata, y omitir, por respeto a las
“víctimas,” los nombres de una docena de “ingenuos” banqueros de Florida (con
sucursales en Delaware y Nueva York), que fueron “engañados para lavar esa
tonelada de dinero manchado” en los “yunais.”
En contraprestación, le garantizaron quedarse con el 10% del botín confiscado, pasar
dos años en una cárcel de mediana seguridad, visitas de los niños cada 8 días (se
le concedió la custodia temporal a su hermana, quien era ciudadana y testaferro que pasó de “agache” ese
monumental escándalo) y entrar a un programa de protección a testigos una vez
cumpliera la sentencia.
El Asesor para asuntos latinoamericanos del presidente
Rush, filtró a la prensa el indictment
(la acusación) en contra del presidente Duarte, la vicepresidenta Rodríguez y
diez de sus cercanos compinches. “¡Acabaremos con ese régimen ladino y cruel!
No permitiremos dictaduras ladronas en nuestro continente. Los culpables
pagarán... Tienen las horas contadas…” Dijo antes de finalizar la conferencia
de prensa. Los aplausos y vítores de los “opositores en el exilio,” dieron un
toque de folclor a la descafeinada reunión.
Las reacciones no se hicieron esperar: “Lo paradójico del cuento,”
escribió en su columna semanal del Miami
Tribune, Gabriel Brigadier, periodista desterrado por el gobierno Duarte,
“es que el otrora mejor amigo de Rush, el sátrapa Duarte, es hoy satán para el gobierno
Republicano. Asumo que el dictador ya no puede atribuirle a perfidias de la
oposición, los duros señalamientos de corrupción, latrocinio, desapariciones forzadas y toda suerte de
artimañas en contra de nuestro pueblo. Como cantó el soldado rescatado del
secuestro: ¡Cómo nos cambia la vida, amiguito…!”
Duarte y su corte ni se inmutaron ante las acusaciones, o al menos
eso quisieron proyectarle a la opinión pública. La gente del común, en cambio, se tomó las calles y protestó durante semanas.
El presidente, curtido en batallas por el poder, permitió la desobediencia;
pero sólo para preparar el contragolpe. Miembros de la policía se infiltraron
en las marchas y comenzaron a incendiar estaciones del metro recién inauguradas
por la alcaldesa opositora (medio metro, lo llamó ella, porque ante el robo de
recursos, sólo pudo construirse la mitad del proyecto). En los barrios,
organizaron a los partidarios del gobierno, los encapucharon e instruyeron para
saquear pequeños abastos, apedrear edificios, golpear rejas y gritar arengas en
nombre de los pocos opositores que quedaban en el país, quienes supuestamente,
lideraban la violencia.
Fue tanto el
descaro, que, aprovechando la histeria colectiva, la policía envió noticias
falsas a través de los servicios de mensajería telefónica en las que alertaban
a la gente sobre asonadas y saqueos de malhechores contra conjuntos residenciales
(“se están metiendo en los conjuntos,” pregonaba una voz agitada), comercios, casas
en barrios populares, zonas de diversión… Y sí, desafortunadamente pasaron
cosas terribles, aunque patrocinadas por la fuerza pública: varios líderes
opositores fueron encerrados sin cargos y cientos de sus seguidores, asesinados
cuando “delincuentes,” según la autoridad, “pretendieron robarlos.” Lo más
triste fue que los dejaron en zanjas con tiros de gracia (más bien de
desgracia) en la nuca y sus pertenencias intactas.
El gobierno implantó de manera soterrada la censura. Los medios
mostraban a “valientes ciudadanos,” resguardando sus posesiones del “vandalismo
terrorista” asociado a la protesta. John
David Algarra, el rey del amarillismo, “periodista” que alguna vez puso a comer
papel y tomar aguapanela a unos niños, para “informar” que sufrían de hambre y
nadie los ayudaba, y gracias a esto obtuvo el premio de periodismo “Presidente
Duarte,” comenzó a entrevistar a vecinos de un sector “del occidente de nuestra amada
Santafé,” que cuidaban sus propiedades armados con palos de escoba, percheros,
raquetas, tablas de la cama, garrotes y un sinnúmero artículos cotidianos vueltos
armas ridículas.
“¡Vecino, estamos en vivo para el noticiero SBM! Ante estos
desmanes, ¿Qué les pide a las autoridades?” El viejo contestó casi suplicante:
“¡Que nos envíen la tropa, sumercé…! Esto está muy verraco… No podemos esperar
a que los delincuentes nos desocupen los apartamentos, el fruto de una vida de
sacrificios... En esta urbanización son como
120… ¡Por favor! Le pedimos ayuda al presidente…”
Y sospechosamente, como si el presidente hubiese estado viendo el
noticiero, a los tres minutos; mientras Algarra entrevistaba con voz
lloriqueante y obcecada a doña Nepomucena, líder comunal, que con paraguas de
punta metálica ayudaba a hacer guardia, apareció una destartalada tanqueta de
la policía rodeada por diez asustados alféreces armados con carabinas y a
quienes los uniformes les quedaban grandes. Un primer plano inolvidable y en
horario prime…
Los gritos de apoyo al comando heroico retumbaron por toda la
localidad. No atraparon a nadie, ni frustraron ningún delito, porque nunca pasó
nada; pero metieron en la mente de la gente una idea: los amo, los cuido, les
pego; pero a los ladrones también los acabo… Ese grupo de adolescentes
disfrazados de guerreros y transmitidos en directo por la televisión, fueron el
placebo que institucionalizó el virus del miedo en la conciencia de una
sociedad, y legitimó la teoría del salvador patán, que, aunque nos haga sufrir,
nunca nos desamparará.
El recelo absurdo, criminal, mentiroso, ensordeció la verdad. La
protesta fue manchada, sus líderes, desprestigiados… La gente aceptó ser
golpeada por la bota protectora si eso garantizaba que los supuestos criminales
que asaltarían y asesinarían a toda la gente de una ciudad, eran atajados de la
misma forma: a patadas.
Los rumores de aquella vigilia, los días y las noches siguientes, acompasaron
el ritmo de más fusilamientos, mentiras y héroes prefabricados. Institucionalizar
la violencia hizo que el gobierno de Duarte cayera un año después.
Las evidencias en las que se basa este relato y comprueban las
barbaridades ordenadas y ejecutadas por la dictadura, están en manos del nuevo
gobierno, el régimen de los “decentes,” opositores autoproclamados “Partido de
la Reconstrucción Nacional” (que sin juicio o mecanismo legal de por medio, extraditaron
a Duarte y sus lamebotas hacia los yunais, claro está, antes de confiscarles
sus botines de guerra), otra pandilla
de manipuladores, rufianes y déspotas tan
sucios como Duarte; nada más que al ser novatos en el poder, guardan las formas
y aún no delinquen tan de frente…
Al presidente y varios de sus ministros les empiezan a aparecer
casos de corrupción. John David Algarra
los ha entrevistado, ellos juran que son inocentes, “la renovación”. El
periodista, “desinteresado, comprometido con la verdad,” les cree… Es la ingenuidad
“prepagada,” una nueva forma “light” de chupársela a los poderosos.
Los gringos dicen que
lanzarán un nuevo indictment, contra los
integrantes principales del gobierno recién instaurado. Se les acusa de perseguir
de forma violenta a la oposición (los Duartedistas), de tener nexos ideológicos
con los Castro en el Caribe… La
serpiente vuelve a comerse desde su cola.
El juramentado presidente, en medio de escándalos de corrupción
que comprometen de manera directa a gente de su círculo más íntimo, le advierte
a Algarra, en un publirreportaje, que “un nuevo virus mortal viene desde Asia y
matará más ciudadanos que el gobierno de Duarte…”
“Compren tapabocas, millones de litros del alcohol al 70% que por casualidad
fabrica de mi hermano, burbujas de plástico para sus hijos y mascotas, caretas
con el logo del Che; encierren a los ancianos, pierdan sus empleos, desconfíen
de todos, vivan preocupados por morir ahogados y solos en la UCI de un triste
hospital, o en la cochina calle… Como lo anunciaron por años los testigos de
Jehová, el final de los tiempos ha llegado…”
John David Algarra, gesticula, su mirada se llena de lágrimas “sinceras,”
hace su cara de “paniqueado lindo,” se mira al espejo, los televidentes lo
aman, es igual a ellos, periodista con calle, un profesional emotivo (imbécil
crónico, dictamina un respetado siquiatra amigo mío).
“El virus ha llegado al país… Se detectó el primer caso… Presidente
Pietro, confiamos en usted. Que la Virgencita santísima, María Teresa de Calcuta,
protectora de Calcuta y sus leprosos, que sólo se llamaba Teresa y la gente de
este país olvidado por los Santos muy santos y presidenciables volvió María Teresa,
y la Divina Providencia, patronos de esta patria con dos mares, tres
cordilleras y el “segundo himno más lindo del mundo,” lo sigan guiando. Hágalo
por la “gentecita” que lo necesita hoy más que nunca, Presidente… Es que usted sí
es honesto, no como los otros “que no me lo quieren…”
Después de comerciales, informa que el gobierno pedirá prestados
189 billones de pesos para afrontar la crisis económica y social derivada del
nuevo virus asiático; recursos que serán administrados con “toda la
transparencia que esta emergencia amerita y se enfocarán en los más necesitados…”
“Es una deuda que pagaremos solidarios todos, en partes iguales; pero… ¡Estamos
salvados, tenemos gobierno!” Chilla en éxtasis el “periodista de marras,”
futuro Ministro de Comunicaciones… “El churro,” como le dice Momi, su atractiva
compañera de set.
11/11/2020
Todos los derechos reservados al autor. 2020.
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