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lunes, 8 de agosto de 2016

DESPUÉS

DESPUÉS

Fernando Vanegas Moreno


Llueve, hace frío, las ideas no se concretan y deambulo entre mil pensamientos..., una pareja de colegiales pelea en este escenario; él, le ruega que se quede, ella dice: ya no más, el niño (no tendrá más de 17), llora y suplica; la damita, con lágrimas asomándose, logra soltarse de la mano angustiada que la retiene, no voltea, ahora llora..., se sube al primer autobús que pasa y se va, se va..., y ahí, quizá con el corazón traspasado por el adiós, y quien sabe, por el compás de su caja de matemáticas, ahí queda ese joven de saco color azul, pantalón gris, camisa blanca y corbata, estático, clavado al piso, mirando un bus ya lejano, solo sus pupilas denotan vida, llueve también en ellas. El sol aparece de nuevo, aquel pelao, ya no lo volverá a sentir por mucho tiempo.

Jorge Armando Sarmiento, fue el primero que me trató con respeto, como su igual; a pesar que me llevaba 32 años de diferencia, siempre tuvo algo que decir y que enseñar, fue él y solo él quien lidió mi primer despecho y desengaño, el que bailaba el meneito con la septuagenaria dueña de la empresa y se reía del chiste más imbécil..., murió hace años..., lo recordé viendo el silencio estruendoso de esa despedida; ya me parece escucharlo: "mire chino; si a usted lo dejan por otra persona, es porque su pareja encontró en ese otro ser, algo que usted no le dió".

La lección quedó aprendida, el dolor con el tiempo pasó; a él, seguro le pasará lo mismo, lo superará, me da rabia y solo pienso en salir corriendo, abrazarlo y que el compás de su caja de matemáticas, nos atraviese a los dos.


Sobre los útiles escolares y otras macabras herramientas.

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